Corrí hacia la parada más cercana y me subí al autobús sin fijarme hacia dónde iba. Ya dentro me percaté de eso y revisé nerviosa si iba al hospital. No me dejaba en frente, pero cerca, lo que fue un alivio para mí.
Al llegar a mi destino, bajé a trompicones y corrí a la puerta del hospital. Llegué agotada y pregunté por mi tía a la recepcionista casi sin aliento.
—En la habitación 107, segunda planta.—respondió amablemente.
Le di las gracias y salí disparada hacia las escaleras, pues no tenía tiempo para buscar el ascensor.
Corrí por los pasillos esquivando a la gente y las camillas que yacían vacías. Muchas personas se quejaban de que no se podía correr, pero yo hacía caso omiso.
Finalmente, llegué a la habitación y me percaté de que al lado había un ascensor. Maldije para mis adentros e inspiré hondo. Después de unos segundos recuperando el aliento, me dispuse a llamar a la puerta cuando de esta salió un médico alto, de pelo moreno y ojos oscuros. Debía de tener treinta años.
—¿Eres Andrea?—preguntó mirándome con interés.
Asentí enérgicamente y el doctor me indicó que entrase.
Ya dentro, vi una única camilla en la que se encontraba mi tía conectada a una máquina mediante un tubo que atravesaba su brazo. Alrededor de mi tía había tres médicos más, uno de ellos chica, mi madre y mi tío, el marido de la enferma.
Me acerqué cautelosamente hasta que los doctores se dieron cuenta de que estaba allí.
—Buenos días.—saludó la doctora con una sonrisa.—Tú debes de ser Andrea, ¿no?
Asentí mientras la estudiaba. Su pelo liso y rubio estaba recogido en una coleta alta, sus ojos verde esmeralda me miraban fijamente detrás de unas gafas finas moradas, y su fina boca estaba curvada, formando una sonrisa. Treinta años como mucho.
—Bien, Andrea. Acércate.—ordenó. Hice lo que me pidió y me situé a su lado.—Como sabrás, tu tía está en coma, y probablemente no despierte.
Noté cómo un nudo se formaba en mi garganta y puse una mueca que uno de los doctores percibió.
—Pero una de cada cuatro personas despiertan. —indicó el que había visto mi mueca, probablemente para tranquilizarme.
La doctora asintió y prosiguió.
—Nuestro deber es tratar de despertarla como sea. Hemos probado ya con varios estímulos, pero ninguno funciona. Sin embargo, científicos han demostrado que mucha gente en coma reaccionan ante la voz de seres queridos.—miré a mi tía. Parecía tan débil... Su rostro estaba tranquilo, mas bien parecía dormida, pero el tubo al que estaba conectada indicaba que no.—Ya hemos probado con su marido y su hermana. No ha pasado nada.—dirigí mi mirada a estos dos, quienes tenían lágrimas en los ojos.—Te toca a ti probar, Andrea.
Suspiré y asentí. Quería guardar la voz para mi tía.
Me puse al lado de mi tía y me senté en una silla.
—¿Prefieres estar sola?—cuestionó el médico que aún no había hablado.
—Sí, por favor. —supliqué.
Poco a poco fueron abandonando la habitación, hasta que mi madre cerró la puerta. Antes de hacerlo, me dedicó una sonrisa triste.
Por un momento, un silencio absoluto reinó la sala, pero fue interrumpido por el pitido continuo de la máquina.
Inspiré hondo para concentrarme y carraspeé.
Cogí la mano de mi tía y comencé a hablar.
—Hola.—saludé.—Soy Andrea, tu sobrina, ¿recuerdas? Espero que sí. Probablemente no me oigas, pero me han pedido que hable contigo para intentar despertarte, y y haría lo que fuese para recuperarte, así que he aceptado. Estás en coma y probablemente no despiertes.—sentí un nudo en la garganta, pero seguí hablando.—Te echo de menos. Bueno, todos te echamos de menos. Has sido muy importante para mí, me has cuidado cuando mis padres no podían. Recuerdo que cuando mamá me castigaba sin televisión, me escapaba a tu casa y tú me dejabas verla. También que me regalabas chuches a pesar de mis caries. Y me llevaste a Disneyland París, era mi sueño. Papá y mamá no querían ir, ya que era muy caro, pero tú me regalaste el viaje... Eres de las personas más buenas que he conocido. Siempre dulce, amable, cariñosa... No te mereces esto.—suspiré.—Ahora que no estás me he dado cuenta de lo importante que eres para mí y lamento mucho no habértelo dicho cuando podía... Me harías tan feliz si volvieses...—bajé la mirada, era incapaz de seguir mirándola sin llorar.—Te echo de menos.
Noté cómo las lágrimas querían salir, pero yo me negaba a llorar, no hasta que realmente estuviese segura de que mi tía no iba a volver. Mi corazón empezó a latir más rápido. Me empecé a preocupar cuando me di cuenta que lo que sonaba no era mi corazón, sino la máquina. Sus pitidos eran cada vez mas rápidos.
Corrí hacia la puerta y la abrí de golpe. Todos me miraron extrañados y traté de hablar, pero no me salían las palabras, así que señalé la máquina.
Inmediatamente, los tres médicos entraron corriendo.
Iba a entrar junto con mi tío y mi madre, pero la doctora nos negó el paso.
—¿Qué pasa?—pregunté nerviosa.
Mi madre parecía desconcertada, pero al ver a otro doctor entrar en la sala, comenzó a llorar.
La abracé para consolarla.
—¿Pero qué pasa?—volví a preguntar.
—Hija... Tu tía va a despertar.
Sentí como si alguien hubiese explotado una burbuja en la que me encontraba aislada llena de odio y dolor, y al explotarla me hubiese transportado a otro mundo lleno de color y vida.
De la emoción comencé a llorar y abracé aún más fuerte a mi progenitora. Al abrazo se unió mi tío, quien también estaba llorando.
—Andrea... nunca sabré cómo recompensártelo...—susurró mi tío.
Negué con la cabeza y sonreí.
—La tía ya ha hecho suficiente por mí, no me tienes que recompensar.—respondí también en un susurro.
Estuvimos un rato más abrazados hasta que nos tuvimos que separar porque un médico bastante borde nos dijo que nos fuéramos.
Bajamos a la sala de espera aún conmocionados y yo aproveché para sacar el móvil y mandarle un mensaje a Rubius sobre lo ocurrido. De repente, recordé que estaba enfadada con él, así que decidí informarle a Mangel.
Tras escribir el mensaje, apagué el móvil y suspiré.
<<Gracias>> pensé.
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La revolución (ElRubiusOMG)
Fanfiction¿Nunca os habéis preguntado qué pasaría si Rubén Doblas Gundersen, más conocido como ElRubius, tuviese novia? ¿En cómo reaccionarían las fans hembras? ¿Se alegrarían por ellos o... prepararían un plan? Andrea, una chica de catorce años con un vacío...