Capítulo 8 "Nervios"

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-Y eso es todo.-dije finalizando la historia.

Le había contado todo a Laia, desde lo de Pablo hasta el sueño de la noche anterior.

Ella me miraba intensamente, como preocupada y pensativa a la vez.

-Bueno, tú reacción a lo de Pablo me parece normal y muy adecuada.-opinó apoyando la mano en la barbilla.-En cuanto al sueño... No tengo ni idea de lo que puede significar... ¿Pero no te alegras de haber visto a Rubius?

-¡Por supuesto!-exclamé, por si no se enteraba.-Fue genial, excepto por lo de su novia...

Suspiró. La miré y observé que jugaba con una piedra del suelo haciéndola rodar. Parecía estar cansada.

-¿Qué pasa?-pregunté extrañada.

-Escucha.-me miró fijamente.-No me parece bien lo que vais a hacer.

Fruncí el ceño, sin saber de lo que estaba hablando.

-Él está con ella porque la quiere... Si no fuese así, ¿por qué iba a ser? Está claro que por dinero, con el partner...

La miré atónita y furiosa a la vez. Apreté mis manos en puños, tratando de controlarme. Me molestaba que la gente pensara que ganaba millones, cuando en realidad ganan poco más de un salario normal, y eso los que tienen mucho éxito, como Rubius.

-No la quiere.-respondí secamente.

-¿Y por qué está con ella?-repitió impaciente.

-No lo sé.-admití.-Pero no es por amor. Y lo voy a averiguar.

Pareció que iba a decir algo, pero se lo pensó mejor y cerró la boca.

-Supongo que no vendrás, entonces...-susurré.

Ella negó con la cabeza y me puso una mano en el hombro, como consólandome.

En otras circunstancias, la habría apartado de un manotazo, pero necesitaba apoyo. No sabía por qué, pero lo necesitaba, o al menos, lo anhelaba.

-Lo siento. Pero entiéndelo.-me dijo con un tono bajo, como si le asustara hablar. Como si le asustara yo.

Claro. Siendo tan borde como era, lo veía normal. Incluso mi mejor amiga a veces me "temía", por decirlo de alguna manera.

-No pasa nada.-de todas maneras, contaba con cientos de personas más.

Y conocía lo suficiente a Laia como para saber que le asustaban las cosas fuera de lo normal o extrañas para ella. Siempre iba en la misma línea, nunca arriesgaba.

-Pero al menos deséame suerte.-repliqué.

Ella me miró sonriendo tristemente.

-Suerte. La necesitas.

Me estaba poniendo de los nervios, tenía la sensación de que no confiaba en mí, de que pensaba que no sería capaz de hacerlo. Y se equivocaba mucho.

Me clavé las uñas en la palma de la mano para relajarme, no quería volver al centro de control mental... Sí, había estado, ¿algún problema? Pero conseguí aprender a controlar mis impulsos, así que no quería volver a descontrolarme.

-Tengo la sensación de que no confías en mí.-confesé desviando la mirada de sus ojos.

Sus ojos se abrieron sorprendidos.

Iba a decirme algo, pero la sirena sonó y me giré bruscamente dándole la espalda.

Al notar su estupefacción, le dije:

-No estoy enfadada ni te voy a matar, tranquila.

Pareció relajarse un poco y corrió a mi lado.

Al llegar a clase vi que Pablo estaba en su sitio, al lado del mío. Me recorrió un escalofrío por la espalda, porque no lo había visto hasta ese momento, pues había ido al médico.

Laia me puso su mano en el hombro dándome fuerzas y se fue a su sitio.

Me quedé plantada en la puerta, y habría salido corriendo si no hubiese entrado la profesora.

Con pocas ganas, me acerqué a mi sitio y arrastré ruidosamente la silla.

Noté cómo el chico me miraba, así que fingí sacar algo de la mochila.

Por suerte, el resto de la clase se la pasó dibujando en el cuaderno tonterías (a ver si adivinais qué) y riéndose con sus amigos.

Yo sólo trataba de prestar atención a la pizarra, aunque el hecho de que fuesen fracciones no me ayudaba demasiado a concentrarme. Además, ya estaba empezando a sentir los nervios de la "visita" a Yanara del día siguiente.

Lo que no sabía es que iba a pasar algo totalmente inesperado.

La revolución (ElRubiusOMG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora