Capítulo 32 "Muy al fondo."

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Rubén P.Q.V

—Muy buenas, criaturitas del señor.—saludé.

Me aburría y había decidido hacer un gameplay de Minecraft con Mangel.

—Hola a todoh.—saludó Miguel con su acento.

—Bueno, pues hoy vamos a hacer juegos random, ¿verdad, Mahe?—pregunté.

—Yo no.—respondió, y vi en la pantalla que su skin se iba hacia una esquina que había en el cuadrado de piedra en el que nos encontrábamos.

—¿Qué te pasa, Mangel?—cuestioné con fingida preocupación. Dirigí a mi skin hacia donde estaba él.

—Porque me haces bullying.—protestó.

—¿Queeé?—exclamé alargando la “e”.

—No mientas, ayer me hiciste bullying en una llamada de teléfono.—dijo dirigiendo su skin a la mía.

—Mentira, es que estaba cabreado con el mundo.—repliqué. Sabía que todos empezarían a preguntarme qué me pasaba, pero daba igual.

—Sí, sí...—dijo en tono irónico.

—Mangel, con lo que yo te quiero... —ya me estaba imaginando una música romántica en aquella escena.—No me dejes...

Acerqué mi skin más a la suya, para dramatizar el momento.

—Rubiuh... yo también te quiero...—susurró el otro, pero por su voz sabía que estaba aguantando la risa, al igual que yo.

¿Quieren Rubelangel? Pues toma Rubelangel.

Sin previo aviso, la skin de mi amigo se agachó y se acercó a la mía.

—¡Pero no me la chupes, idiota!—exclamé retirándome de donde estaba.

Acto seguido, nos empezamos a reír como si no hubiera un mañana.

De repente, mi teléfono comenzó a sonar. Me sequé las lágrimas de la risa y miré quien era. Un número desconocido.

Extrañado, lo cogí.

—¿Sí?

—¿Rubén Doblas?—preguntaron al otro lado de la línea. Asentí.—Somos del hospital de la Paz. Lamentamos informarle de que su madre ha sufrido un accidente y se encuentra ingresada.

En ese momento se me paró el corazón, apenas podía respirar.

—¿Es... está bien?—pregunté tratando de no ponerme histérico.

El chico del teléfono pareció dudar por un momento.

—Está en observación, pero no creemos que muera.

—Vale, gracias.—colgué y me levanté de la silla.

—¿Qué pasa, Rubiuh?—preguntó Mangel desde el ordenador.

—Llámame luego.—respondí.

Salí de mi casa sin ni siquiera apagar la cámara y corrí para llamar a un taxi. Por suerte vivía cerca de ese hospital.

Al llegar, corrí de nuevo hacia la recepción para preguntar donde se hallaba mi madre, y me contestó que en la sala 37, en esa misma planta.

Le di las gracias y me dirigí a paso rápido hacia donde me había indicado. Estaba a un par de puertas de la entrada, nada más, y suspiré aliviado.

La revolución (ElRubiusOMG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora