Capítulo 44 "Noche mágica "

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Maratón 2/3

—Pues...—dijo algo nervioso. Lo sabía porque evitaba el contacto visual y se rascaba la nuca. Exactamente igual que Rubius.

—Bueno, no hace falta que me lo digas ahora.—dije, tratando de calmarle.

—No, no, es que te lo quiero decir ahora.—indicó rápidamente.

—Ah.—no sabía qué decir, así que sólo le sonreí.

Eso pareció calmarlo un poco, pero seguía sin mirarme a los ojos.

—Pues, Andrea, lo que te quería decir era...

Su frase fue interrumpida por mi móvil, que comenzó a sonar.

Lo saqué y vi que era mi padre. Miré a Luis para que me dejase contestar, y este asintió.

Al parecer, estaba aliviado de que le hubiese interrumpido.

—¿Si?—cuestioné. Aunque supiese quién era, siempre decía eso.

—Hola, hija, sólo te llamaba porque no sé dónde estás.—dijo contento.

—Estoy con Luis.—indiqué sonriendo a mi amigo.

—Ah, vale. Te llamaba para que supieses que no hace falta que te despidas de él ni de Eleanor.

—¿Eh?—pregunté confusa.—Pero tengo que hacerlo, nos vamos mañana...

Luis pareció interesarse, ya que abrió los ojos e inclinó la cabeza intrigado.

—Cambio de planes, hija.—escuché unos gritos por detrás. No, más bien eran risas.

—Entonces... ¿qué?—cuestioné impaciente.

—Bueno, pues... He ganado un concurso y me han dado un premio.—dijo orgulloso.

—Y ese premio es...—a veces tardaba mucho en decir lo que quería decir.

—Una semana más en el hotel.—respondió.

Fruncí el ceño, pero después me di cuenta de que eso significaba que... Me quedaba otra semana más en el hotel. Otra semana más con Eli y con... Luis.

Una sonrisa iluminó mi cara.

—¡Genial! Muchas gracias, papá. —agradecí alegre.

—De nada, hija. Que te lo pases bien.—dijo notando mi alegría.

—Adiós.—colgué.

Guardé el teléfono y miré sonriendo al rubio.

—¿Qué pasa? ¿Quién era?—preguntó divertido.

—Mi padre.—respondí, y para darle más emoción, estuve un rato sin hablar.—Me quedo una semana más.

Luis abrió los ojos como platos.

—No es broma, ¿verdad?—cuestionó asombrado.

Negué con la cabeza.

Por fin, el chico reaccionó con una amplia sonrisa.

Me uní a su felicidad y me abrazó. No me lo esperaba, pero le correspondí el abrazo.

Olía a una mezcla de limón y jabón. Es decir, que olía genial.

Al ser más alto que yo, reposaba mi cabeza en su pecho, pudiendo así escuchar su latido, el cual era acelerado. Sus brazos eran firmes y cálidos, y su pelo me hacía cosquillas en la frente.

Estuvimos así un rato, ambos disfrutando del contacto del otro.

Su abrazo era muy acogedor, pero... Los de Rubius eran diferentes...

«Mierda» pensé.

Rubius. No le vería hasta dentro de otra semana, se lo tenía que decir. No creía que le fuese a afectar mucho, pero se lo tenía que decir, por si se preocupaba.

Nos separamos algo avergonzados y apartamos la mirada.

—Lo siento, yo...—se disculpó el chico.

—Da igual.—le interrumpí.—Me ha gustado.

Hubo un incómodo silencio en el que los dos recordamos el abrazo. Al menos, yo.

—¿Qué era lo que tenías que decir?—cuestioné, interrumpiendo el silencio.

Pareció dudar un poco y sacudió la cabeza.

—Es igual.—dijo sonriendo.

—Anda, dímelo.—protesté.

Él se cruzó de brazos y negó con la cabeza, pretendiendo parecer serio.

Le puse cara de cachorro abandonado y no pudo contener la mirada por mucho tiempo.

Por suerte, tenía un truco.

Me acerqué a él y le empecé a hacer cosquillas.

—¡No! ¡Para!—gritó riéndose.

—No hasta que me lo digas.—dije divertida.

—¡No te lo voy a decir!—exclamó, zafándose de mi agarre y salió corriendo. Obviamente, yo le perseguí.

Corrimos tanto que acabamos saliendo del hotel y llegando a la playa.

La poca gente que había paseando nos miraba extrañada, pero no le hacíamos ningún caso.

Al final, el chico tropezó con una piedra y no pude evitar reírme.

—¡Qué torpe eres!—exclamé agarrándome el estómago de la risa.

Sin embargo, no tenía que haber dicho eso, ya que el chico me agarró del pie y me hizo caer a la arena. Por suerte era de la suave.

Hizo ademán de hacerme cosquillas, pero hice la croqueta y me levanté con una sonrisa triunfal.

—¡Nunca me ganarás!—exclamé con voz grave y señalándole con el dedo índice. Acto seguido, me tiré sobre Luis y nos quedamos así, yo encima de él y él tratando de escapar, pero no podía.

Estaba derrotada, así que me dejé caer en la arena al lado del chico.

Era una noche preciosa, pues la luna estaba llena y el cielo lleno de estrellas.

Tan sólo se escuchaban los grillos y un poco de música de fondo.

Nadie hablaba, pero no hacía falta. Esa noche era para observarla.

Sin darme cuenta, fui cerrando mis ojos poco a poco, hasta quedarme dormida.

La revolución (ElRubiusOMG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora