Bajé del autobús y una fría racha de viento me recibió. Me abroché lo máximo posible mi abrigo negro y me dirigí con paso rápido a la casa de Jeremías.
Era un barrio totalmente nuevo para mí, así que tenía que tener cuidado de no perderme. Era reciente, por lo que todas las tiendas parecían tener brillo propio, y los edificios de apartamentos eran altos y blanquecinos. Apenas había gente por la calle, y sólo pasó un coche en ese momento.
Su comunidad era la número 42. Bajé por una calle y llegué. Ante mi había una puerta que daba al interior de la comunidad. En un muro, había un telefonillo. Pulsé el número 35 (su número) y me abrieron.
Al lado de la puerta por la que había entrado se encontraba la puerta para los coches, y una pequeña carretera discurría hasta el fondo del camino principal hasta desaparecer en una curva baja.
A ambos lados de la carretera había dos edificios de apartamentos, ambos con patios llenos de vegetación y farolas. Parecía una ciudad.
Sin embargo, no tuve tiempo de admirar más su comunidad, puesto que me estaba congelando y si no me movía, me convertiría en un cubito de hielo. Fui corriendo hasta el edificio izquierdo y me dirigí al portal 20. Allí pulsé de nuevo su número y una doble puerta se abrió.
Al entrar en el porta, suspiré del alivio al sentir el calor de la calefacción. Me encontraba en una sala principal de la que salían dos pasillos en diagonal a la izquierda y a la derecha. Cogí el de la izquierda, subí dos escalones y llegué al ascensor.
Estaba muy nerviosa, jamás había roto con nadie y, pese a que había practicado ya varias veces las palabras adecuadas que le iba a decir, temía que se me olvidaran y que acabara diciendo cosas sin sentido.
Y lo peor es que quería seguir siendo su amiga, pero dudaba mucho que él quisiera, así que eso me entristecía un poco, e incluso me echaba para atrás.
Sin embargo, tenía que hacerlo por mí. No podía estar con alguien que no me hacía feliz, con alguien que podría ser un peligro. Además, cuando tus amigos te dicen que no es buena persona, hay que confiar en ellos. Yo confiaba plenamente en Laia, jamás me había fallado y mucho menos equivocado en este tema de los chicos.
Llamé al timbre con la mano temblando. ¿Quién sabía lo que me deparaba?
Me abrió Jeremy con una amplia sonrisa en su rostro. Tenía el cabello más despeinado de lo habitual y no pude evitar reprimir una sonrisa. Pero el la interpretó, pensó que había sonreído porque me alegraba de verle.
-Me echabas de menos, ¿eh? -me cuestionó dejando espacio entre él y la puerta para que pudiese pasar.
Me reí, pero en realidad no sabía qué decir.
Entré en su apartamento y resultó ser muy acogedor. La entrada desembocaba en un salón en forma de L y una terraza amplía que daba a un parque, y a la derecha había una puerta de madera que llevaba a la cocina.
La decoración era simple pero bonita, mezclando tonos metalizados con madera natural.
-Me gusta tu casa. -murmuré mientras cotilleaba un poco las cosas. Cada vez que estaba en un sitio nuevo, no podía evitar toquetear los objetos y revisar todos los huecos. Era una manía mía, a veces incluso me parecía a un gato.
Me di cuenta de que Jeremy me estaba mirando desde la puerta del salón con los brazos cruzados.
Me levanté (estaba agachada mirando los libros que había en una estantería) y me avergoncé.
-Lo siento, es que soy muy cotilla.
-No pasa nada. -me dijo sonriendo. -Yo también soy muy cotilla. Aunque no tanto como tú.
ESTÁS LEYENDO
La revolución (ElRubiusOMG)
Fanfiction¿Nunca os habéis preguntado qué pasaría si Rubén Doblas Gundersen, más conocido como ElRubius, tuviese novia? ¿En cómo reaccionarían las fans hembras? ¿Se alegrarían por ellos o... prepararían un plan? Andrea, una chica de catorce años con un vacío...