Final

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Hace ocho meses Chris despertó cuando creí que lo perdería, a veces me sorprendo viéndolo tratando de imaginar cómo hubiese sido si él no hubiese vuelto a nosotros. Pero no logro ver nada, no logro ver las posibilidades de cómo las cosas hubiesen sido sin él.
Toma la mano que no acaricia su cabello y besa mis dedos dándome una sonrisa.
—Cuando vivamos juntos voy a tenerte solo para mí.
—Ya me tienes solo para ti, señor acaparador —me inclino hacia él y le doy un beso—, ya debo irme. Cuida de mi foto.
—Del modo en el que cuido de todas ellas.
—Espero una foto a cambio —digo intentando ponerme de pie, pero él vuelve a sentarme y tira de mi camisa para que baje mi rostro y lo bese de nuevo. Río y lo beso encantada—. Te amo.
—Te amo —dice, luego bosteza y parece ponerse muy cómodo.
—Levántate a estudiar, deja la pereza.
—Cuando recupere la fuerza que me quitaste, muñeca, lo haré.
—Te llamo más tarde, voy a interrogarte para saber si estudiaste, futuro ingeniero.
—¿Cuál es mi premio si lo he hecho? ¿Me dejarás meterla por detrás? —pregunta subiendo y bajando las cejas haciéndome reír—. Espera, ya he hecho eso.
—Pervertido —le doy otro beso y me pongo de pie—; realmente voy a llamarte para saber si estudiaste.
—Vale, muñeca, avísame cuando hayas llegado a tu casa. Por cierto, me gusta tu camisa. «Censurado», esa es nueva.
—Digamos que me gusta la palabra —aseguro.
Le lanzo un beso y salgo de su habitación. Bajo las escaleras y tomo mi bolso que está en el sofá.
—Uh, hola, no sabía que estabas aquí —dice Logan sentado tranquilamente en uno de los sofás leyendo un periódico.
—Hola, sí, de hecho ya me voy, estaba... estaba ayudando a Chris a estudiar.
—Pensé que estudiabas baile y publicidad, no ingeniería —ríe,
aclaro mi garganta. Atrapada.
—Se me dan bien los números.
—Qué bueno.
—Sí, pero ya me voy, hasta luego, señor Vélez.
—Tu camisa de hoy parece tener menos palabras. «Censurado», interesante palabra.
Tiro de mi camisa blanca observando las letras negras grandes y en mayúscula: «Censurado».
Durante mucho tiempo, quizás demasiado, estuve bloqueando recuerdos importantes sobre mi vida, recuerdos que de haberlos sabido quizás hubiesen marcado un desenlace diferente a mi vida.

Me rodeé de mentiras sin ni siquiera saberlo, habían construido mi existencia con base en pequeños fragmentos de lo que fue mi vida. No es justo culpar a alguien, quizás a las circunstancias que me obligaron a presenciar como un lago se tragaba a la dulce niña rubia que hasta su último aliento me protegió.
Kattia me mentía, ella dormía con mi novio. Mis padres me ocultaban cosas, mi tía lo hacía y por supuesto que Calena también.
De algún modo todo estaba censurado. Los recuerdos, las vivencias, la familia.
Pero no todo es malo. Mi camisa también es en honor a lo que Landon llama «ChrisTn», a todas esas fotos que Chris y yo hemos intercambiado desde que nos conocimos. Fotos que entre nosotros
no tienen ningún tipo de censura, pero que, viéndolo desde otra perspectiva, resulta censurado para los demás, para personas que no tienen ni idea de la locura fotográfica que Chris y yo hemos estado compartiendo.
Se trata de que un día solo pensara que era una buena palabra, una buena para definir ciertos aspectos de mi vida. Esta podría ser mi camisa favorita, quizás la más especial, la que con una sola palabra
me hace sentir bien definida. No más recuerdos censurados, no más olvidos.
—Es mi nueva camisa favorita, señor Vélez.
—¿Algún significado en especial?
—Mucho significado.
—¡Muñeca! Qué bueno que no te has ido —grita Chris, Logan y yo alzamos la vista para verlo bajar las escaleras únicamente llevando un bóxer, el bóxer que le quité horas atrás.
Logan parece esconder una sonrisa mientras bebe una taza de té.
Miro a Chris sin comprender, pero él llega hasta mí y me alza, arrojándome sobre su hombro. Doy un grito de sorpresa.
—¿Pero qué haces?
—Decidí que quiero que te quedes y me ayudes a estudiar.
Él sube las escaleras conmigo sobre su hombro, alcanzo a ver a Logan que continúa leyendo su periódico, pero alza la vista y me observa.
—Suerte, espero y les vaya bien con el estudio.
—No lo dudes, papá, gracias a la muñeca me volveré un genio.
Él me lleva hasta su habitación y me deja sobre el suelo. Me sonríe.
—De esta habitación no sales.
Lo miro y no puedo evitar reír, no entiendo ni siquiera que ha sucedido.
—Vamos a quitar esa bonita camisa y retomemos lo de antes.

—Pensé que iba a ayudarte a estudiar algo que no sé.
—Podemos dejar eso de estudiar con la palabra que dice tu camisa.
—¿Censurado?
—Exacto, ahora tú y yo vamos a estudiar nuestra materia favorita.
—¿El cuerpo humano? —pregunto cuando me quita la camisa, parece que paso mi tiempo más desnuda que vestida en esta casa.
—No, muñeca, educación sexual.
Me empuja hacia la cama.
—¿Sabes a que agradezco cada noche antes de dormir?
—¿Al señor oscuro? —cuestiono en broma.
—No, al bendito 0 que se interpuso entre el 8 para que tus bellos pechos bendijeran mi solitario celular. Pasé de hacer una hoja de cálculo a pajearme pensando en ti.
—Tu nivel de romanticismo no deja de sorprenderme cada día más.
—Y todavía no has visto que tan romántico puedo ponerme.
—¿Puede haber algo más romántico que eso?
—Por supuesto que sí, lo bueno es que tenemos mucho tiempo para que conozcas más palabras románticas.
—¿Cómo «te la meteré por detrás»?
—Mucho más románticas, muñeca —guía sus labios a mi oreja—, alabadas sean tus tetas muñeca, las protagonistas de nuestra historia.
—Yo creo que estás enloqueciendo.
—Yo creo que te amo locamente.
—Creo que también te amo locamente y que estamos siendo cursis.
Él ríe y me besa. Las emociones siguen ahí, siguen enloqueciéndome con cada beso y cada roce. Christopher Vélez es
parte de la razón por la que mi vida se volvió mejor.

CensuradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora