Capitulo 107

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TN

Salgo del apartamento. Doy un grito ahogado del susto cuando me topo de frente con un hombre de traje que me ve con intensidad.
Maldita sea, casi me he hecho encima y ni siquiera tengo ganas de orinar.
—¡Joder! ¿Cómo es que se aparece así? —cuestiono con una mano en mi pecho. El hombre me observa y luego ladea su cabeza a un lado dando un paso hacia atrás, pero no muy lejos. Incómodo.
—Iba a tocar.
—Bueno, supongo que busca a papá... Él no está. Así que vuelva luego.
—Claro..., tienes sus ojos.
—¿Perdón?
—Tienes los ojos de tu madre.
—Sí, es de las pocas cosas que tomé de ella, pero creo que ya no debo quejarme de mis ojos cuando mi novio parece amarlos. En mí se ven muy pálidos pero en mi madre se ven encantadores.
—Lo sé, pero en ti también se ven preciosos.
«Nunca hables con extraños, Tn. ¿Quieres acaso que te alejen de mami?», por alguna razón la voz de mamá diciendo esas palabras vienen a mi cabeza, como un viejo recuerdo que de manera borrosa se manifiesta en mi mente en un parque mientras me reprende y parece aterrorizada. Sacudo mi cabeza, se siente como si una vez más mi madre me estuviera advirtiendo de no hablar con un extraño.
—Disculpe, pero vuelva luego que mi padre esté. ¿Quién lo busca?
—Dile que un viejo amigo, ya pasaré luego —sacude su cabeza comenzando a alejarse—, ha sido un placer, Tn.
—Espere, yo nunca dije mi nombre.
—Anastasia siempre amó ese nombre —es su respuesta mientras se aleja.
Sacudo mi cabeza y espero el tiempo suficiente y prudencial para que el hombre haya desaparecido para seguir mi camino.
Próxima parada: mamá.
Cuando llego a la casa, casi ni la encuentro realmente. Han pintado la casa de color rosado, la manera original de lucir ambas banderas de mi nacionalidad ha desaparecido. Ahora mi casa es tan insípida y común como el resto de la urbanización.

La segunda cosa es que mi llave no entra en la cerradura, en el tercer intento me doy cuenta que quizás han cambiado la cerradura precisamente para que yo no pueda entrar.
Frustrada, observo la casa en silencio. Una casa muy grande de dos pisos. No lograr entrar solo me hace preocuparme más por mamá.
No saber de ella desde hace un mes tiene que ser la inequívoca señal de que esto no está bien. No quiero pensar en que algo realmente malo puede estar ocurriendo.
Le doy una vuelta perimetral a la casa, cuando la vecina de al lado me observa ella sonríe y pregunta por mí. Dice que es raro no habernos visto y yo respondo intentando ser amable, es algo bueno
que ella no vea sospechoso que merodee mi casa, lo último que deseo es que una histérica vecina llame a la policía.
Cuando la vecina ha saciado su curiosidad, entonces vuelvo a rodear la casa, decidiendo que debo entrar por la ventana de la cocina.
«Solo mantén tu culo lejos del filo del cuchillo», susurro para mí adentrando primero el bolso por la abertura y observando con nerviosismo el recipiente lleno de cuchillos filosos. No puedo evitar
recordar que Calena me arrojó uno. Escalofriante.
Respiro hondo viendo el recipiente con cuchillos una vez más.
«Solo mantén el culo fuera del filo de los cuchillos, Tn, solo eso», me digo una vez más metiendo primero mis brazos y luego mi torso.
Con mucho cuidado voy adentrando cada parte de mi cuerpo, me detengo cuando mi entrepierna está muy cerca del filo de los cuchillos.
«Mierda, no quiero ser una mujer castrada, si eso es posible. Por favor, mantén la vagina lejos del filo de los cuchillos», me ordeno en un susurro.
Respiro hondo de nuevo y paso a través de la ventana, siento ardor en mi muslo pero no me detengo. Cuando paso a través del pequeño mesón y caigo al suelo con un ruido seco pero no estridente,
observo mi pierna.
En un principio jadeo viendo sangre en mi muslo pero cuando humedezco una servilleta de papel y limpio la sangre, me doy cuenta que el cuchillo solo ha perforado algo poco más que un rasguño. Si lo ignoro no sentiré dolor.
Me pongo de pie notando el silencio en la casa. Creo que no hay nadie. Subo con rapidez las escaleras y noto que de la habitación de Kattia sale música, no sé qué cantante es, pero parece que quien

canta está enojado.
Por más que quiero echar un vistazo a cómo le sienta su nuevo look, voy directo a la habitación de mamá. Abro la puerta
lentamente con miedo de lo que pueda encontrarme adentro.
Cuando entro la habitación está en silencio. Cierro la puerta detrás de mí notando que mi madre no está en ningún lugar visible de la habitación.
Hay muchísimas fotos dispersas tanto por el suelo como en la cama desordenada, a mamá nunca le ha gustado el desorden, es muy extraño ver la habitación de mis padres hecha un desastre.
Camino cuidadosamente alrededor y me arrodillo en el suelo viendo las fotos regadas. No sé de donde han salido, pero las pocas que alcanzo a observar, nunca las había visto.
Tomo una al azar en donde me veo de quizás cinco años junto a la niña rubia, Analise. Ella finge que un mechón de mi cabello es su bigote y a un lado Kattia con su largo cabello naranja frunce los labios en un beso mientras yo río y tapo mis ojos. Volteo la imagen leyendo «mis tres amores».
Sonrío, siento una molestia en mi pecho, como si se tratase de nostalgia. Y por un momento puedo ver a Analise en mi mente, de manera borrosa, pero puedo escuchar su risa y verme perseguirla.
Puedo visualizar a Kattia jugando con nosotras y a veces tirando de mi cabello. Son pequeños recuerdos, pero esos pequeños recuerdos son los que me hacen sentir nostalgia de la hermosa niña
rubia que murió. Aun peor, que murió por mi culpa.
Dejo la fotografía de nuevo en el suelo y tomo una especialmente de Analise, parece que tiene quizás 11 o 12 años. Es hermosa, es como ver una versión pequeña de mamá, solo que sus ojos son
azules muy brillosos y su cabello rubio pálido es rizado. Es preciosa, con piernas largas, pecho plano y cintura estrecha, todavía con el cuerpo de una niña a la que la pubertad apenas le está haciendo su
visita.
Otros vistazos de recuerdos de Analise a esa edad pintando las uñas de mi mano llegan, de ella empujándome en el columpio y riendo. Incluso uno donde la descubro espiando a un chico. 

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