Capitulo 95

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—¿Estás bien? —no puedo evitar preguntar, después de todo está viviendo con una víbora.
—Ni un poco, pero nadie lo está —pasa las manos por su cabello, creo que ni siquiera se da cuenta que está mezclando los idiomas, dice palabras en ruso y otras en inglés—, mamá está volviéndome loca.
—Eso suena como algo que yo decía mucho —murmuro.
—No puedo decirte «lo siento», es estúpido que lo diga ahora y no antes, no es justo.
Quizás todo el maquillaje, zapatos de tacón y demás era lo que la tenía tan..., la manera en la que era..., o no lo sé. Pero su actitud es diferente.
—No vine aquí a aceptar tus disculpas, aunque tampoco estás dispuesta a ofrecerme unas —murmuro—, no vine a que tengamos un momento de epifanía y reencuentro madre e hija. Vine por respuestas.
—No sabía que Kattia no...
—Es porque nunca tuviste malos ojos para Kattia, todo lo malo era yo. Soy todo lo que no esperabas.
—Eras mi Tn y no sé en qué momento me convencí de que dejarás de serlo.
—Yo creo que sí lo sé —digo y tomo una de las tantas fotos, una donde estoy con papá—, papá te extraña.
—Siento que no tengo a mi otra mitad.
—No te he quitado tu otra mitad.
—Yo lo sé, mi mitad se fue porque no soy lo que era cuando se enamoró.
Tomó otras fotos, viéndolas nuevamente. No dudo en preguntar, pero no es fácil.
—Necesito que respondas preguntas para mí, por favor. Si alguna vez me has amado y considerado tu hija debes responder.
Siento su mano tomar la mía y apretarla, es extraño sentir el tacto, pero la niña dentro de mí, esa niña jodida que deseaba abrazos de su mami, siente nostalgia.
—Está bien, esto no arregla nada, no arregla lo que hice o lo que soy. Pero puedo hacerlo, te daré las respuestas.
Respiro aliviada, me esperaba resistencia, gritos y reproches. No me esperaba encontrar a una mujer tan débil. Escucho pasos detrás de la puerta, pero luego se retiran.
—¿Está Calena tratándote bien? —pregunto, después de todo, resulta que ella puede ser peligrosa.
—Ella no trata a nadie bien —sorbe su nariz—, mi madre tiene muchas cosas que reprocharme, asumo la culpa, lo merezco.
—No has respondido mi pregunta. ¿Ella está tratándote bien? —insisto.
Ella no responde y su silencio lo interpreto. No importa que ella haya sido de la manera en la que fue como madre, no todos fueron momentos malos, el rechazo siempre estuvo ahí, pero hubo

ocasiones en las que estábamos bien, como el día que me regaló la ropa que usé en la primera cita con Chris.
—Debes sacarla de la casa, mamá, debes hacerlo.
—Le debo mucho.
—¿Le debes dinero? —preguntó sorprendida.
—No es esa clase de deuda.
—No importa lo que le debas, ella está llena de odio. Debes sacarla de aquí por tu bien, no me sentiré segura si tú no lo estás.
—¿Te importa mi seguridad?
—Quizás no siempre me viste como tu hija, pero yo siempre te vi como mi madre. Crecí amándote, no puedo dejar de amarte de un día a otro.
Me mira fijamente, no interpreto su mirada, no puedo descifrar qué transmiten esos ojos tan iguales a los míos. Retiro los
mechones de cabello rubio muy claro de su rostro para sostener su rostro entre mis manos. Necesito tener su atención, quizás ni siquiera le han dado de comer.
—Mamá, mírame. Tienes que sacarla, ella me ha arrojado un cuchillo. Se está perdiendo, tienes que sacarla de aquí. Ella está llena de resentimiento, va a contaminarte.
—No quiero estar sola...
—Tienes a tía Katerina contigo y la tienes a... —trago con fuerza ante lo que voy a decir—, tienes a Kattia.
—Igual me siento sola.
—Son las consecuencias de tus actos —indico con dureza, ella asiente—, por favor, sácala de aquí.
—¿Cuáles son tus preguntas, Tn?
La miro preocupada, creo que realmente no está notando que muchas palabras le salen en ruso, lo último que deseo es que
enloquezca en una casa junto a Calena.
—Las preguntas, Tn —murmura en voz baja.
—¿Gael es mi papá?
—¿Qué clase de pregunta es esa?
—Quiero saber si es mi padre verdadero.
—¿Por qué me preguntas eso? —cuestiona a la defensiva poniéndose de pie, vislumbro un poco de la madre que he conocido toda mi vida. Prefiero a esa mujer firme que es capaz de defenderse
a que se quede débil ante su madre, tengo que traer a flote a esa Anastasia prepotente y superficial.
—Porque sé de George.
El miedo en sus ojos me hace repudiar a ese hombre, ha anidado el miedo en ella. Siento un nudo en mi garganta.
—No, no, no —murmura caminando de un lado a otro—. ¿Quién te contaminó con él? ¿Quién te habló de él? ¿Por qué Gael te dijo eso? ¡Tú no tienes por qué contaminarte!

—Papá no me ha dicho nada —la interrumpo para que se calme—, yo he hecho mis investigaciones.
Evito mencionar a Logan, ella me sostiene la mirada por unos segundos antes de sacudir su cabeza. La veo restregarse la piel de los brazos, el cuello y el rostro, dejando su piel rojiza, como si se
sintiera asqueada de sí misma.
—¿Gael es mi padre? ¿Es George? ¿Qué te hizo George? —la interrogo con calma, observando que parece vulnerable.
Estoy temiendo que enloquezca. ¿Qué ha estado haciendo Calena con ella? Da la impresión de que la ha torturado emocionalmente.
—Yo dije que «no», Tn, dije que «no». Siempre dije que «no».
—¿Siempre?
—Lo prometo, siempre dije «no». Tienes que creerme.
—Te creo, pero debes decirme, por favor.
—La primera vez no se detuvo, yo le dije que parara. Él dice que yo quería pero yo dije que «no», te lo prometo, por favor, créeme.
Parece desesperada, ¡oh, joder!, siento un nudo en mi garganta. No puedo evitar ver que es una mujer a la que humillaron utilizando su cuerpo.
—Yo te creo mamá, te creo.
—Yo no quería verlo más, pero luego vinimos y...
—Habla más despacio —pido, porque entre el cambio de un idioma a otro estoy confundiéndome un poco, es mucha la rapidez con la que pasa del ruso al inglés.
—Luego él me... Me durmió... Jugó con mi cuerpo... Lo grabó todo.
—¡Oh, Dios mío! —murmuro asqueada, sintiendo mi estómago contraerse.
—Me embarazó.
Controlo las arcadas, mis ojos se humedecen. El nudo en mi garganta se hace enorme. Soy la hija de un monstruo. De un ser tan despreciable.
—Soy producto del peor suceso de tu vida —murmuro, sentándome en la cama, sintiendo las lágrimas correr—, lo siento, lo lamento.
—No, no —ella me ve con labios temblorosos—, yo lo perdí..., perdí ese bebé de solo un mes de gestación.
Alzo mi vista para observarla.
—Tú no eres producto de eso —sacude su cabeza—, eres Tn Brown Kabakova hija de Gael Brown. No eres de George, no eres de él.
—Pero..., pero..., no me parezco a Gael y dijeron que George y yo...
—¡Nunca!, ¡tú no tienes nada de ese monstruo! —dice con fuerza—, no estoy mintiendo. Gael es tu papá, ¡lo es!

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