Noto algo caliente y húmedo sobre mi cara, abro los ojos de golpe y veo a mi perro tan cerca que doy un respingo del susto. Él se baja de la cama con cara de culpabilidad, como su hubiera hecho algo malo. Cuando me doy cuenta le digo que suba y se pone supercontento. Es un claro indicio de que quiere que me levante, da vueltas sobre la cama, mueve el rabo y mira hacia la puerta. Su cara dice: mamá, quiero hacer pipí. No pierdo tiempo, leggins, sudadera, correa, pelota y a la calle. Nos vamos a un campo cercano y allí encontramos a sus amigos Roko y Tana, dos mastines enormes que son de una pareja muy agradable que vive por el barrio. No sé cuánto tiempo paso entre perros y hablando con la esta pareja. Se llaman Marga y Paul, él es británico y, a pesar de llevar en Sevilla más de 20 años se le nota un fuerte acento inglés. Ella es un encanto, rondará los 50 años y tiene más vitalidad que yo. Viven en una finca realmente grande y dedican la mayor parte del tiempo a sus perros, gallinas, gatos y un poni que tienen. Los conozco desde que me mudé y siempre que nos encontramos, nos ponemos al día. No tengo mucho trato con los vecinos de mi barrio, llevo poco menos de un año viviendo aquí y es una zona donde casi todo el mundo es bastante mayor. Mi vecina de al lado es una señora viuda que tendrá al menos 80 años, a mi izquierda hay una casa desocupada y a los pocos que saludo son las personas que me encuentro en la panadería o sacando al perro. Soy bastante social, pero si la media de edad es de pensionistas, pocas amistades puedo hacer.
- Alma, vamos hacer una barbacoa el domingo que viene. Van a venir mis hijos después de meses en el extranjero y hemos pensado que te gustaría venir – me comentó Marga.
- Marga, no te preocupes, muchas gracias por la invitación, pero va a ser una reunión familiar.
- ¡De eso nada! – vienen amigos de mis hijos y tres sobrinos de Paul – me miraba con ternura. – Se que no tienes amigos por aquí y puedes conocer gente de tu edad. ¡Además Pongo estará encantado de pasar tiempo con Roko y Tana!
- En eso tienes razón, esos tres se adoran – dije mirando como se revolcaban en la hierba.
- Pues no se hable más – intervino Paul – nos vemos el domingo en casa.
- Está bien, iré. Muchas gracias.
No conocía a los hijos de Marga y Paul, sabía que eran dos chicos gemelos de 24 años y que vivían en una ciudad al norte de Inglaterra, donde su tío (el hermano de Paul) les había acogido tras conseguir una beca de estudios. Ambos eran ingenieros, no tenía idea de la especialidad. Lo poco que sabía era por comentarios que había hecho Marga. Según decía, hacía más de 6 meses que no habían podido venir a España. Me daba una vergüenza horrible ir a una barbacoa sin conocer a nadie, pero frente a la insistencia de la pareja tampoco sabía cómo negarme. Por otro lado, me apetecía conocer gente y salir de casa. Podía ser una buena oportunidad para socializar.
Mientras vuelvo a casa noto las vibraciones del móvil en la bandolera: es Asier por el chat de Tinder. Decido esperar para responder, así que al entrar me doy una ducha y me pongo algo cómodo para estar en casa. Para mí, algo cómodo es ir en pijama o chándal. Como ya hace fresquito, opto por un pantalón de chándal azul marino y una sudadera rosa muy fea que tengo en el cajón de la cómoda. Hablo un rato con Asier, nada trascendental ni importante, aunque tengo que seguir mi pequeña mentira de ayer, esa en la que le dije que había quedado con mi madre. A decir verdad, llevo semanas sin verla. Como casi todos los fines de semana, lo tiene superocupado. Hoy va a ser un día aburrido. Mara tiene comida familiar en casa de su tía, me dijo que fuese con ella, pero no me apetecía mucho pasar el domingo rodeada de señoras de 60 años despotricando de sus maridos y quejándose de todos los achaques que tienen. Adoro a la familia de Mara, pero también me conozco el plan. Tiene 9 tíos con edades comprendidas entre los 60 y los 70 años, su madre es la menor de 10 hermanos y, cuando eres nuevo en su círculo puede ser abrumador. Por suerte yo ya estoy más que acostumbrada a esas reuniones y me lo paso en grande. Simplemente no era el día, necesito tranquilidad. A pesar de que ahora mismo me esté aburriendo como una ostra, devanándome los sesos por averiguar qué voy a comer. Doy vueltas por la casa, reviso la nevera una decena de veces, pero es domingo y, lo último que me apetece, es cocinar. Mientras estoy viendo videos de gatitos en Facebook, el destino me lo pone fácil. Un SMS de publicidad me salva el almuerzo: << Sólo hoy, los pedidos de Tex Mex Sevilla al 50% de descuento con este cupón>>. - ¡Gracias! – pienso. Y en cinco minutos ya está mi burrito extra picante con nachos y guacamole de camino a casa. Van a ser los 6€ mejor invertidos de la semana. Quizás debería dejar de pedir comida a domicilio. Anoche pequé y hoy también. Hay veces que me puede la pereza de cocinar y gasto una parte de mi sueldo en evitarlo.
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ALGO
RomanceCORREGIDA, MODIFICADA, MAQUETADA Y PUBLICADA EN AMAZON https://www.amazon.es/dp/B09TMYW8NM/ref=cm_sw_r_apan_glt_i_CTV3ZFGJTXTQKQBAB5T6