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He estado dándole vueltas al asunto del viaje todo el tiempo desde que he estado con Isaac. Casi lo tengo decidido, creo que me voy. He hablado con mi madre y me apoya totalmente. No le hace gracia que pase nochevieja lejos, pero entiende que necesito un respiro. Mis amigos me han dicho que me vaya sin mirar atrás. Solo me queda Asier. Creo que no le va a gustar la idea. Va a ser una conversación complicada. De hecho, voy a pedirle tiempo. Ahora se acerca la apertura del restaurante y luego se va seis meses a Bilbao, sé que quería pasar todo el tiempo posible conmigo antes de partir, pero mi estabilidad mental es más importante que todo eso. Si está tan interesado en mí como parece, creo que podremos sobrevivir a esto. Es una mierda, lo sé. Aún no hemos determinado en qué punto de la relación estamos, y ya tenemos que tomarnos un tiempo separados, pero creo que es lo mejor para mí. Tomo la decisión de que esto es lo que voy hacer por mí, como había pedido mi psicóloga. Cuando lo tenga todo atado, hablaré con ella para hacer la sesión online, espero que no me ponga pegas al respecto.

Esta vez soy yo quien recoge a Asier, no hemos decidido ir a ningún sitio en concreto, pero su coche lo necesitaba su padre, y hoy nos moveremos en el mío. En cuanto entra en él, me da un corto beso en los labios.

- Te he echado de menos, preciosa – dice con una voz muy dulce.

- ¿Dónde vamos? – pregunto evitando responder a su comentario.

- No sé, ¿qué te apetece?

- Un gofre – digo de repente.

- ¡Qué buena idea! ¿Vamos al centro?

- Uf, odio aparcar allí. ¿Conoces algún sitio más cerca?

- Sí, la cafetería a la que fuimos la última vez.

- Vale, ahí es genial.

Decido tomarme mi tiempo para organizar mi cabeza y decirle a Asier todo lo que tengo que contarle. Llegamos a la cafetería y me pido un gofre enorme con nata y frutas, él se decanta por uno clásico de chocolate. Para beber, ambos tomamos café con leche.

- ¿Cómo estás?

- Bien – miento y él me mira con gesto interrogante. – Vale, no demasiado bien, pero un poco mejor.

- Eso me cuadra más.

- La terapia ayuda – admito.

- Me alegro – responde sinceramente. - ¿Has vuelto...

- Asier, no quiero hablar del tema – interrumpo tajantemente.

- Perdona – dice mientras me coge la mano.

- Es que no quiero darle vueltas, prefiero disfrutar el momento.

- Vale, vale.

- ¿Cómo van los preparativos?

- Está todo listo, quien peor lo lleva es mi padre.

- ¿Por qué?

- ¡Está de los nervios! Es inaguantable – confiesa con una risilla traviesa.

- Pobre... Debe ser duro llevar un negocio para adelante.

- Sí, pero nos tiene desquiciados. Hasta Ruth necesita un respiro y ella es la que menos tiene que ver en todo esto.

- Quedan pocos días, seguro que todo sale bien.

Estar en un lugar público y que Asier sepa todo lo ocurrido mejora mucho la situación. Ya no se acerca a mi constantemente para acariciarme ni pide intimidad. Sabe que aun no puedo darle eso que tanto le gustaría. Cuando estamos acabando nuestros gofres pregunta de repente:

ALGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora