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Tras varias copas y un muchas conversaciones, nos despedimos de Marga y Paul cuando cae la noche. Lo hemos pasado realmente bien, pero empieza a anochecer y es el momento de dejar tranquilo a este matrimonio tan adorable. Marga se niega en rotundo a que nadie mueva un dedo para recoger todo lo que hemos ensuciado así que nos encaminamos a la puerta. Por suerte, voy andando, el suave mareo y la lentitud de mis reflejos indican claramente que no puedo coger el coche.

- Es muy pronto, ¿os apetece hacer algo? – Pregunta Isaac.

- A mí sí – respondo automáticamente.

- ¿Estás segura, Alma?

- No seas pesado, Asier. ¡Vámonos de fiesta! – Eric también ha bebido, está muy hablador.

- Vale, vale. ¿Dónde queréis ir?

- Yo tengo que soltar al perro y darme una ducha, ¿qué hora es?

- Las ocho y media – responde Isaac. – Si quieres te recogemos en un rato.

- Eh... Claro. Voy a tardar unos 15 minutos – Asier me mira divertido. – Vale quizás 20 o 25.

- ¿Quieres que te acompañe? – pregunta Asier muy bajito para que sólo yo lo escuche.

- No te preocupes, gracias.

Al final todos los chicos me acompañan a casa, no me han dejado irme sola. Ellos van a cambiarse y me recogerán en la puerta de mi casa a las nueve. Tengo media hora para no parecer una borracha y adecentarme un poco. Al parecer, los demás se han rajado, vamos a ir solamente los gemelos, Asier y yo. Han estado decidiendo dónde iremos, pero yo desconecté a mitad de la conversación. Tengo hambre. Espero que cenemos antes de ir a cualquier local. Acepto cualquier cosa. Aunque es domingo, tengo ganas de marcha.

Entro en casa, le pongo la comida al gato y al perro, y me doy una ducha en tiempo récord. El agua caliente me destensa y relaja de todo el día, la ducha me despierta y me recarga las pilas. Como tenía el pelo limpio, no necesito lavarlo, con cepillarlo y darle un repaso con la plancha está listo. Lo que sí necesito es maquillaje y un modelito que diga: aquí estoy yo.

Ha sido un día raro. Asier no me quita ojo de encima, pero no ha comentado nada del beso, ni de la cita que tuvimos hace unos días. Los gemelos me han parecido encantadores, aunque Isaac se pasa un poquito de intenso intentando meter ficha. No sé qué pensar, no quiero que se pase de listo. Asier me gusta, físicamente me vuelve loca y la forma en que me mira me pone nerviosa para bien, se me acelera el pulso. Isaac es pura chulería, simpático, payaso y totalmente irresistible con sus ojos color hielo. ¿Quién me iba a decir a mí esto? Dos tíos intentando llamar mi atención en el mismo día. Dos amigos. Dos polos opuestos. Asier es calmado, agradable, atento, e Isaac es un torbellino muy divertido. Son bastante amigos, imagino que, si Asier dijera que nosotros ya hemos tenido una cita, Isaac pasaría de mí. No sé por qué no ha dicho nada. Son sus amigos. ¿Le da vergüenza? Supongo que el motivo es el mismo que el mío: entre nosotros aún no hay nada que contar.

He conseguido arreglarme, una falda negra que imita al cuero con tachuelas, una camiseta de tirantes muy ajustada también negra y unas botas de tacón. Muy en mi estilo. Me he puesto medias oscuras porque hace bastante frío. Encima llevo un abrigo burdeos hasta las rodillas. Labios del mismo color que el abrigo y eyeliner marcado. He estado a punto de hacerme un destrozo a lo Amy Winehouse, pero he podido arreglarlo a tiempo que escucho el timbre. Intento no olvidar nada, lo meto todo en la cartera negra y ¡me voy de fiesta!

- ¡Hola chicos!

- Pero bueno, tía. Qué botas más chulas – me dice Eric.

ALGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora