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Estoy muerta de sueño y me voy quedando dormida casi encima de Isaac mientras vemos una película en su Ipad. Hemos puesto una en Netflix después de cenar y no me estoy enterando de nada. Se me cierran los ojos, en parte por el sueño y en parte por lo aburrida que es. Él está entusiasmado, va de unos hackers informáticos que quieren robar no sé qué información.

- Alma, despierta – me dice Isaac.

- Perdón, me dormí.

- Sí, y quiero irme a mi litera, pero estás encima.

- Vale, vale – me aparto y acto seguido vuelvo a dormirme.

Esta vez soy yo la primera que se despierta, es aún de noche e Isaac ronca suavemente en la cama de arriba. Miro la hora y son casi las siete de la mañana. Podría haber dormido una hora más, pero algo me ha despertado. No sé qué ha sido y no descarto haber tenido una pesadilla de la que no recuerdo nada. No sé, quizás el movimiento del tren. Me pongo a mirar el móvil, y a revisar las fotos que nos hemos hecho durante el viaje. Algunas son muy buenas. Isaac sale siempre haciendo el tonto, aunque en otras sale realmente guapo. Se me encoge un poquito el corazón al pensar en las cosas que me dijo el otro día. No se me han ido de la cabeza. Estamos formando una bonita amistad, me alegro muchísimo de haberlo conocido.

En cuanto veo que empieza a amanecer me levanto de la cama. Me lavo la cara y me visto aprovechando que Isaac aún duerme.

- Si pensabas que no me ibas a despertar, te equivocas – me sobresalta Isaac cuando me estoy colando la camiseta interior por la cabeza.

- ¡Joder, qué susto!

- Alma, si haces un poquito más de ruido, consigues despertar a todo el vagón – su voz suena como un ronroneo.

- Perdona, no quería despertarte aún.

- Ojalá me despertara con vistas tan bonitas todos los días – comenta con media sonrisa, asomado desde la cama.

- El amanecer de hoy es bonito, sí – digo mirando por la ventana.

- Claro, el amanecer... - responde y se da la vuelta.

Soy consciente de que no se refería al amanecer, pero realmente no sé qué decir cuando suelta esos comentarios que no me espero. Me sonrojo y me escondo en mi cama de abajo a ponerme las botas. ¿Está tonteando conmigo? – me pregunto en silencio. – No puede ser, él sabe lo que hay con Asier y hemos dejado claro que sólo somos amigos. Deben ser imaginaciones mías.

- Isaac, a las 10:30 tengo cita online con la psicóloga – le digo.

- Vale, pues si quieres nos quedamos en el hostal hasta que acabes. Yo doy una vuelta para dejarte privacidad.

- Me parece bien – él sabe que la cita tenía que ser privada, lo teníamos hablado. – Voy al baño – anuncio.

Cuando vuelvo a la habitación, Isaac ya está vestido y las maletas cerradas junto a la puerta. En pocos minutos llegamos. Plegamos las camas y nos sentamos a esperar.

- Me duele mucho la cabeza – comenta. - ¿Tienes paracetamol o algo?

- Sí, un segundo.

- Gracias – me dice cuando le tiendo una tableta de pastillas que llevo en el bolso.

- ¿Has dormido mal?

- No, pero sufro de migrañas, es normal que a veces me duela.

- Ah, vale. ¿Suelen darte ataques fuertes?

- Sí, pero lo soporto. Lo de hoy no es uno de esos – me tranquiliza.

Nos apeamos del tren a la hora prevista y cogemos un taxi hasta el hostal. El trayecto es corto y en vez de pararnos en la calle, hemos decidido desayunar en el mismo hostal, que tienen servicio de desayuno hasta las 10. Creo que es un suplemento de 8 euros, que ahora mismo nos merece mucho la pena pagar.

Arreglamos los papeles y entregamos los DNI para que nos tomen los datos de la reserva. Dejamos las maletas y nos vamos a comer.

- Dios, estos cruasanes están riquísimos – digo con la boca llena.

- Pues la fruta no – responde Isaac arrugando la nariz.

- Come otra cosa.

- Sí, me voy a levantar a por unos huevos revueltos, ¿te traigo algo?

- Ummm... ¡Otros para mí! – miro la hilera de mesas que conforman el buffet. – Y me apetece una tostada con mantequilla y mermelada.

- Hoy no te quedas con hambre – dice divertido y se va.

Oficialmente no me puedo mover. Llevo casi una hora comiendo cosas distintas, creo que me he pasado. Me recuesto en la silla mientras Isaac se burla de mí.

- ¿Busco una carretilla para llevarte a la habitación?

- Eres imbécil – le digo, pero en realidad me tengo que aguantar la risa.

- ¿Te puedes mover? Tienes la cita con la psicóloga en unos cinco minutos – anuncia.

- Sí, pero el botón del vaquero aún no abrocha – los dos nos reímos.

La habitación tiene dos sillas y una pequeña mesita al lado de la ventana, me acomodo ahí y llamo a la doctora. Las cosas han cambiado mucho, ahora podemos usar el móvil en Europa sin pagar nada extra. Si no, habría tenido que estar buscando Wi-Fi por todo Luxemburgo.

- Hola, Sonia.

- Hola, Alma.

- Lo primero, agradecerle el hueco – comienzo. – Teníamos cita la semana que viene, pero necesitaba hablar. Muchísimas gracias.

- No te preocupes, Alma, noté la urgencia en tus mensajes y en cuanto vi que se me cayó una cita, te avisé – aclara. – Cuéntame, ¿qué ocurre?

- ¿Recuerda que me puso como tarea hacer algo por mí misma, que me hiciese feliz de una forma un poco egoísta? Por así decirlo.

- Claro.

- Pues como le conté, estoy de viaje por Europa, y creo que esto me está haciendo feliz – intento explicar y se me escapa una sonrisa.

- Eso está bien, Alma – responde serenamente.

- El caso es que, en este tiempo rara vez he pensado en lo que pasó, - ella asiente. – Tampoco le he dado vueltas a otras cosas negativas.

- Muy bien, pero estás en un ambiente muy distinto a tu rutina. De viaje tienes muchas cosas que hacer, que explorar... Lo que tienes que conseguir, es que ese estado de ánimo siga en tu día a día – me explica. – Vas a tener días malos, como los tenemos todos, pero lo importante es saber gestionarlos y que no te superen.

El resto de la hora lo pasamos hablando de mis sentimientos. Cómo las pesadillas han cambiado y ya no las tengo, y también le cuento los rifirrafes que he tenido con Asier. Tras hablar con ella, llego a la conclusión de que no puedo estar constantemente preocupada por todo el mundo, ni por mi relación con Asier, si estoy intentando poner en orden mi vida. Me tengo que centrar en lo que tengo entre manos: disfrutar del viaje. Cuando vuelva a la rutina, lidiaré con lo que me espera allí.

Cuando acabo la consulta, salgo del hotel y me dirijo a la ubicación que me ha mandado Isaac. Hace un día precioso, nada de lluvia ni de nubes. Aunque sigue haciendo un frío de mil demonios, el sol brilla en el cielo y yo estoy deseando conocer Luxemburgo.

ALGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora