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ASIER.

Me rechaza las llamadas. No entiendo por qué, con Alma nunca sé lo que me espera. Estoy un poco cansado de sus idas y venidas, y de verdad que entiendo por lo que está pasando, pero no sé cómo hacer para que confíe en mí y se abra. Quedan pocos días para que me vaya a Bilbao, y no consigo concentrarme en nada.

- Hola, Asier – responde Isaac al descolgar la llamada.

- ¿Qué pasa, tío?

- Nada, aquí estamos, por Luxemburgo.

- ¿Está Alma contigo?

- No, se sentía mal del estómago y he salido solo a cenar – escucho como pide algo en inglés. - ¿Va todo bien?

- No joder, no. Me cuelga las llamadas y apenas hemos hablado desde ayer.

- Asier, dale espacio.

- ¿Cómo la ves? Dime la verdad, por favor – suplico.

- Yo la veo bien, se ríe, está disfrutando el viaje...

- ¿Pero?

- Joder, no quiero meterme – dice Isaac.

- ¡Venga ya! Dime algo.

- Es que cada vez que habla contigo le cambia el ánimo.

- ¿Eso qué coño quiere decir?

- Tío, que está superfeliz y de repente está enfadada o agobiada después de hablar contigo.

- Pero yo no he hecho nada.

- Lo sé, lo sé.

- Creo que la estoy perdiendo, Isaac.

- No es eso, Asier, pero creo que no la dejas respirar. Ella te ha pedido tiempo, ¿no?

- No – respondo. – Bueno, sí, pero por lo que pasó, no por nosotros.

- No sé, yo no quiero meterme en medio.

- Cuéntame qué habéis hablado.

- Nada en realidad – Isaac suspira sonoramente. – Es que no soy nadie para hablarte de eso.

- Te ha dicho que la agobio, ¿verdad?

- No y sí.

- ¿A qué te refieres?

- A que no me lo ha dicho claramente, pero se lo noto. Sólo repite que está viajando para aclararse y sanar. No sé más.

- No te creo. Entiendo que no quieres hablar más de la cuenta porque ella te lo habrá pedido, pero algo debe haber dicho.

- Asier, estamos pasándolo bien. Sin preocupaciones.

- ¿Y por qué ella no está contigo?

- Ya te lo he dicho, tío.

- No sé.

- ¿Y si no la llamas más hasta que ella decida hablarte?

- No me gusta esa idea.

- Joder, tío. No te había visto tan obsesionado con una tía nunca – espeta Isaac.

- Es que ella no es una chica cualquiera, no sé qué coño ha hecho, pero me tiene loco.

- Creo que deberías relajarte.

- Bueno, ya veré qué hago.

- Haz lo que quieras, de verdad.

- Que sí, Isaac, que sí.

- ¿Te vas a enfadar conmigo? Esto es el colmo.

- No es por ti, es por todo.

- Pues quizás esos enfados no sirvan de nada. Ella te ha demostrado que tiene interés en ti. Dale tiempo al tiempo y relaja.

- Bueno, pasadlo bien, me llama mi padre para que entre ya en la cocina.

- Adiós.

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