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El móvil empieza vibra incesantemente mientras intento solucionar una avería general en una tienda de aires acondicionados. El encargado está que trina porque todo el sistema eléctrico se le ha ido a la mierda. Consigo contactar con uno de los técnicos y cuando por fin paso el parte, cojo el móvil. Tengo varios mensajes de Asier.

¡Buenas tardes, perdida!

¿Cómo estás?

¿Viva?

Tengo una proposición decente que hacerte.

¿Perdida? Pero si hablamos casi todos los días. Ja, ja, ja.

Estoy viva, que es lo importante. ¿Y tú?

¿Proposición decente?

¡Sorpréndeme!

Casi todos los días nos mandamos algunos mensajes. Asier me pidió perdón unas diez veces más después de lo que pasó en la discoteca. No hizo nada malo, pero sí se le fue un poco el tono con los celos. El alcohol no ayuda mucho en estos casos. Debo admitir que cada día que pasa me gusta un poquito más. Sigo sin estar del todo decidida a tener algo con él, a pesar de que veo que se lo está currando. Es atento y amable. Héctor sigue rondando mis pensamientos demasiado a menudo, las pesadillas no paran.

¿Cenamos?

Hemos terminado de arreglar el restaurante.

Sigue cerrado, pero ya se puede entrar.

¿El restaurante de tu padre?

Me da cosa... ¿No se enfadará?

¿Enfadarse?

Si estoy echando más horas que los albañiles...

No se puede enfadar por eso.

Creo que esto sí es una cita. En toda regla. Más que la anterior, que ya de por sí también era una cita. No tenía muchas intenciones de dar este paso con Asier tan pronto, pero, a decir verdad, llevamos un par de semanas hablando y ya nos hemos visto en dos ocasiones. Me ha admitido, a su modo tímido y amable, que está interesado en mí. ¿Me gusta como para dar este paso? Creo que sí. Es un buen chico. Mi último encuentro con Héctor hizo estragos en mi tranquilidad. Me planteo llamar a mis amigos para pedir consejo, pero me parece una estupidez. Todos sabemos lo que van a decir: olvida a Héctor, pásatelo bien con Asier. ¿Será verdad eso de que un clavo saca a otro calvo?

Vale, si es así acepto.

Salgo de trabajar a las 21h

¿Me pasas ubicación?

Claro que sí.

Nos vemos por allí a las 21:30h

Repaso bolso, llaves, móvil, cartera... ¡Listo! Voy tarde así que agarro las llaves del coche de la entrada y salgo volando. El tráfico y la falta de aparcamiento hacen que demore mi llegada casi quince minutos, si no llega a ser porque me mandó la ubicación por WhatsApp no habría llegado nunca. Es la primera vez que vengo a este sitio. Yo vivo en un pueblo, está a pocos minutos del centro de la ciudad y el restaurante del padre de Asier está en otro pueblo en dirección opuesta por el que no suelo pasar para ir a ninguna parte. Salgo del coche y ¡la chaqueta! Estamos ya en de noviembre y solo a mí se me ocurre olvidarme la chaqueta en casa. No es que haga frio y con la manga larga que llevo voy bien. Como iba justa de tiempo me he puesto unos vaqueros sencillos y un jersey blanco y gris de rayas horizontales, las Converse negras y mi idea era coger la chupa de cuero, pero la he olvidado. Ya no hay vuelta atrás. Ya estoy aquí. Camino unos metros hacia donde está la plaza que me había indicado el chico, la había localizado mientras daba vueltas buscando aparcamiento y conseguí uno cerca de ésta. Es bonita, tiene un par de zonas de césped, los dos bancos que me advirtió Asier y unos seis árboles esparcidos. Y él. Él está ahí, sentado en uno de los bancos mirando el móvil. No se ha percatado de mi presencia en la acera de enfrente. Mejor. Así puedo observarlo. Se levanta y se sacude los pantalones a la altura de la rodilla para alisarlos hacia abajo. Lleva una camisa celeste, un vaquero oscuro y la misma cazadora marrón del otro día. Sigue siendo igual de guapo. No sé si por acto reflejo o porque me recorre un escalofrío por la espalda, pero antes de llegar hasta él miro en todas las direcciones. No busco nada en concreto, pero mi última experiencia me ha vuelto más observadora. Hoy no es el día de las visitas inesperadas.

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