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Tenemos todo lo necesario para celebrar la nochevieja y el día de año nuevo. El tren está bastante animado. La gente que nos vamos encontrando tanto en la estación como dentro del tren tienen plan de fiesta. Nos topamos con un grupo de seis chicas vestidas con llamativos vestidos rosa fucsia y coronas brillantes al principio de nuestro vagón y, poco más adelante, vemos otro grupo de chicos que están cantando y bebiendo. Parece que la noche va a ser entretenida, aunque dormiremos poco.

- Hello - dice uno de los chicos en cuanto nos acercamos a nuestra habitación.Hola, ¿va todo bien? - pregunta Isaac.

- Sí, vamos a hacer una pequeña fiesta en los dos siguientes compartimentos, podéis pasaros si queréis - nos invita.

- ¡Claro! Luego nos vemos - respondo e Isaac me mira.Hasta luego.

Hasta en un tren-cama podemos encontrar una fiesta de fin de año. Es normal, por mucho que estemos de viaje, a todo el mundo le gusta celebrar que despedimos un año para darle la bienvenida al siguiente. ¡Es genial!

- ¿Te apetece ir con ellos? 

- Evidentemente - aseguro -. Pensábamos quedarnos en la habitación bebiendo solos, este nuevo plan me parece estupendo.

- Vale - musita.

- ¿No quieres ir?

- Sí, sí - pero no parece demasiado convencido.

- ¿Te pasa algo?No, sólo que pensaba tener una noche tranquila, los dos solos.

- Isaac, es fin de año. Llevamos más de una semana los dos solos. Hay que divertirse.

- Tienes razón.

Decido descansar un poquito en la cama antes de que nos pongamos a cenar, Isaac se acomoda con su móvil en la cama de abajo mientras yo intento dormir en la de arriba. Aún no tenemos hambre y para las campanadas faltan horas.

- Alma, son las diez y media. 

- ¿Cenamos?

- Claro - había conseguido dar una cabezada, pero nuestros vecinos han empezado su fiesta muy pronto.

- Vale, pues bájate para poder abrir la mesa y las butacas.

Rápidamente nos ponemos manos a la obra. Isaac prepara la tabla de quesos que hemos comprado, yo pongo a punto la ensalada, las patatas y el pan. Además, también tenemos algo de fiambre de cerdo y dulces para después. Hemos comprado casi todo lo que hemos visto un poco más especial que un simple bocadillo. Abrimos la botella de vino blanco que a duras penas conseguimos meter en la nevera cuando llegamos y nos disponemos a comer.

- ¡Vaya fiesta tienen montada esta gente! - digo sorprendida del volumen de la música.

- ¿Crees que les dirán algo?

- Sí, no creo que todos los viajeros aguanten ese nivel más tarde de las doce.

- Yo tampoco. No sé qué clase de noche esperan tener en un tren.

- Pues yo pienso averiguarlo.

- ¿Qué has cogido al final de bebida? - quiere saber Isaac.

- Tenemos una botella de ginebra y otra de whisky.

- Perfecto. Con eso vamos muy sobrados.

- Seguramente nos sobre muchísimo alcohol.

- Pues lo beberemos mañana.

- ¡Esa es la actitud!

Cuando se va acercando la hora de las campanadas me dedico a mandar mensajes de felicitación de año nuevo a todos los contactos que considero importantes.

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