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Después de la paliza que nos hemos metido en la pista de patinaje, estamos hechos polvo. Necesitamos descansar, pero solo vamos a estar dos días en Luxemburgo y tenemos que aprovechar al máximo el tiempo que tenemos.

Está empezando a oscurecerse el cielo soleado de hoy, por lo que no perdemos más tiempo, y nos vamos a nuestra última para del día: el Chemin de la Corniche. Un mirador desde donde podemos ver todo el valle de Alzette, sobre unas murallas.

- Aquí dice que es uno de los miradores más bonitos del mundo – apunto leyendo lo que pone en la web turística.

- Creo que estoy de acuerdo.

- Isaac, ¿qué te parece que nos quedemos a ver la puesta de sol? – pregunto.

- Me encantaría.

- A mí también.

Lo último que queremos ver es el barrio de Gound, que es la zona antigua y pintoresca de Luxemburgo, pero como estamos cansados y queremos ver anochecer desde el mirador para hacer fotos, lo vamos a dejar para mañana, que tendremos todo el día.

Recibo una llamada de Asier y la rechazo, Isaac me ha visto hacerlo y, aunque durante unos segundos se queda pensativo mirando al horizonte, al final pregunta.

- ¿Qué ocurre?

- ¿Con qué? – sé a lo que se refiere.

- Le has colgado a Asier.

- Sí – respondo secamente.

- ¿Por?

- No sé, no es el momento, creo.

- ¿Te pasa algo? – niego con la cabeza.

- Sólo creo que necesito espacio.

- ¿Más?

- No hemos dejado de hablar desde que me fui, y me gusta hablar con él, pero creo que si no dejamos de hablar, no me aclararé nunca.

- Pensaba que tenías las cosas claras en cuanto a Asier, - me escanea con la mirada unos segundos – y que el problema era lo que pasó.

- Yo también lo creía.

No dice nada. Saco el móvil y nos hacemos una foto. Como hace un frío horrible no hay nadie por allí, así que apoyo el móvil como puedo en un banco y pongo el temporizador. No es la mejor foto que nos hemos hecho en el viaje, pero por alguna razón me gusta, se nos ve bien.

- ¡Para Instagram! Le voy a poner musiquita de fondo, ¿alguna propuesta?

- <<La vie est rose>> - dice Isaac sin pensar.

- ¿Esa?

- Creo que quedaría bien con el rosa del cielo.

- Vale, me gusta.

Es verdad. El cielo de invierno aquí, antes de anochecer, está adquiriendo un tono rosado con arreboles azules, amarillos y violetas. Es uno de los cielos más bonitos que he visto en mucho tiempo. Con el río y la cuidad bajo nuestros pies, la estampa es perfecta: mi amigo y yo en la cima del mundo. Y pongo esa misma frase como pie de foto.

- Alma, ¿puedo ser del todo sincero? – pregunta de repente Isaac.

- Claro, dime.

- Creo que quieres estar con Asier porque lo ves como una zona de confort, por la comparación que haces con lo que has vivido anteriormente.

- Uf, eso que has dicho es duro – murmullo.

- Perdona, no quería molestarte.

- No lo haces, pero me das qué pensar – sopeso su comentario. - ¿En qué te basas?

- En que si sintieras algo por él, lo tendrías claro.

- ¿Y cómo sabes eso?

- Porque se sabe. ¿Dudaste alguna vez de tus sentimientos por Héctor? – escucho como mi corazón cruje en mi pecho.

- No – susurro con un hijo de voz.

- A pesar de ser una relación desastrosa, tóxica e insana, lo tenías claro.

No respondo. No tengo respuesta, simplemente ha dado dónde tenía que dar. Es algo que no me había planteado. ¿Y si tiene razón? – pienso mientras veo que el sol se esconde del todo tras la cuidad. Pero, ¿y si mi confusión es por lo que pasó con Héctor? ¡Joder, no lo sé! ¿Qué coño has hecho, Isaac? – me gustaría gritarle.

- No ha pasado el suficiente tiempo para saber si estoy o no enamorada de él – respondo al fin.

- Creo que si fuese así, no serían necesario ni cinco minutos – me clava sus putos ojos color hielo derretido, cada vez más derretidos. – No es necesario estar enamorada para saber que quieres estar con esa persona, para eso solo hace falta conocerse. Y vosotros ya os conocéis.

- Han pasado demasiadas cosas, se ha estropeado todo – digo intentando convencerme de mis propias palabras.

- Vale, si lo ves así y lo tienes claro, no tengo nada más que añadir.

- ¿Te molesta? – No sé en qué momento ha cambiado tanto su estado de ánimo.

- Me molesta que te agarres a Asier sin que sea lo que verdaderamente quieres – escupe.

- Jo-der. Te has pasado un poco, ¿no crees?

- No lo digo con mala intención, me importas, Alma.

- Vale, pues si te importo, no me agobies, no me presiones... - me pongo a la defensiva.

- Lo siento.

Ya ha anochecido. Me voy de aquí porque tengo un frío horrible y me apetece llegar al hostal de una vez. Le pido a Isaac que nos vayamos y él pone el mapa sin mediar palabra. Tardamos más de lo que esperaba en llegar y cuando estamos en la puerta Isaac me propone buscar algo de cena, pero lo rechazo. Me duele el estómago y se me ha quitado el apetito. Como él si tiene hambre, decide irse a comer algo y me asegura que estará temprano en el hostal. Creo que después de la conversación que hemos tenido, ambos necesitamos estar solos. 

ALGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora