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Hemos comido un plato típico de Luxemburgo que se llama Bouchée à la Reine y estaba de muerte. Al parecer, el restaurante dónde hemos acabado, es uno de comida tradicional y ese plato es uno de los pocos que nos han parecido apetecibles. Estaba realmente rico, consta de un recipiente hecho de hojaldre y relleno con bechamel, carne, verduras y setas. Además, nos hemos bebido como cuatro pintas casa uno. Estoy llena y un poquito piripi.

- Vas a pensar que estoy loca, pero me echaría una siesta – digo entre risas al salir del restaurante.

- Tenemos la habitación del hostal hasta las seis, ¿quieres que vayamos?

- Pero estamos aquí para hacer turismo.

- ¿Y? Llevamos días de turismo y esta noche tenemos que celebrar la nochevieja, no pasa nada por dormir un rato.

- Pues sí, vamos. ¿Nos quedan muchas cosas por ver aquí?

- Alma, podemos hacer lo que queramos, qué más da lo que dejemos por ver.

- Joder, tienes razón, yo estoy aquí para disfrutar.

- Pues vamos a dormir – se ríe. – A mí me parece una gran idea.

Y eso hacemos, nos paseamos tranquilamente de camino al hotel, son poco más de las dos de la tarde y no tenemos por qué cumplir con un plan establecido. También tenemos derecho a descansar cuando nos apetezca.

En cuanto llegamos a la habitación se nos estropean los planes de dormir. Aunque habíamos acordado salir a las seis del hostal, nos comunican que, debido a la demanda, tenemos que abandonar la habitación lo antes posible. Los nuevos huéspedes llegarán antes de lo previsto y tienen que preparar la estancia.

- ¡En la reserva pone que podemos salir a las 18h! – le dice muy enfadado Isaac a la chica de la recepción.

- Lo sé, por eso tenemos una compensación para usted. Le vamos a descontar la mitad del precio de la reserva.

- No quiero el dinero, quiero poder usar mi habitación.

- Señor, por favor, entienda que ha sido un cambio de última hora.

- ¿Y qué hago con las maletas hasta que cojamos el tren? Mi amiga y yo no podemos cargar con todo por toda la ciudad.

- No, no – la chica se ve muy apurada, pero no intervengo porque creo que Isaac tiene razón. – Pueden dejarlas en nuestro almacén hasta que se vayan, les invitamos a tomar lo que quieran del restaurante mientras esperan su partida.

Viendo que la discusión no va a ninguna parte, le pido a Isaac que acepte los que nos dice la chica, la cual no tiene culpa de nada, y me hace caso a regañadientes.

- No pasa nada, nos quedamos en la cafetería.

- Sí pasa, Alma, no me apetece estar sentado en una silla cuatro o cinco horas.

- Pues vámonos por ahí. Como teníamos pensado en principio.

- No me apetece.

- ¡Isaac, desde ya te digo que no aguanto ni un enfado! – le regaño.

- ¿A ti no te molesta?

- ¿Sinceramente? Me la pela – le digo.

- Pues qué bien – espeta mosqueado.

- ¿Nos emborrachamos? – propongo.

- No me apetece, Alma.

- Pues a mí sí. Cuando se te pase el berrinche, estoy en la plaza de los bares – y me voy.

No he llegado al final de la calle cuando Isaac aparece a mi lado y controlo una sonrisa antes de mirarlo.

- Vale, me he pasado.

- Sí.

- ¿Todo bien?

- No, pero es fin de año. Vamos a por esas bebidas.

Solo hay dos bares abiertos a esa hora, en la que ya no es ni la hora del almuerzo ni la de la cena. Ambos están abarrotados y nos colamos en el que la <<Happy Hour>> ya ha empezado. Eso significa que, durante varias horas de la tarde, las bebidas están a mitad de precio.

- Estoy un poco cansada de cerveza, ¿hay cócteles?

- Voy a preguntar.

- Vale, yo busco mesa.

Isaac aparece con una carta de cócteles en la mano y una jarra de cerveza negra enorme en la otra.

- ¡Dos con cincuenta me ha costado la jarra! – dice emocionado.

- Uy, eso es muy barato por aquí.

- ¡Y tanto! No hemos pagado menos de cinco pavos por una pinta en todo el viaje.

- Vamos a tener que buscar <<Happy Hour>> por todos sitios – y él asiente dando un trago a su jarra.

Me decido por una ginebra con limón y cuando me ponen el vaso me quedo ojiplática. En Luxemburgo el cóctel de ginebra con limón significa literalmente eso: un vaso de ginebra pura y un chorrito de limón exprimido. Isaac se ríe de mí cuando le doy el primer trago y pongo cara de asco.

- Esto está asqueroso.

- Normal. Es ginebra pura. Pídeles un refresco y lo mezclas.

- No sé, me da cosa y no quiero pagar más por esta mierda.

- Alma, no te vas a tomar eso que parece colonia.

- Sí, sí. Ya que lo tengo, me lo tomo. Me ha costado 7 euros.

- Joder, sí que venden cara la colonia aquí.

- Ni te cuento, y está superfuerte.

- Tú sabrás.

Al tercer buche empiezo a sentir un calor abrasador en las mejillas. Sigue teniendo un sabor asqueroso, pero al menos emborracha rápido. Creo que si consiguiera beberme dos de esto, acabaría vomitando por las esquinas.

ALGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora