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Huele muy bien, es una mezcla de perfume, suavizante para la ropa y algo de alcohol. Hundo la nariz en el hueco de su cuello y aspiro un poquito para que me invada. No sé por qué no me había dado cuenta antes de lo bien que olía. ¡Qué tontería! - pienso. Isaac se remueve un poquito en mi abrazo y despego la cabeza, parece incómodo.

- ¿Te molesto?

- En absoluto - susurra mirando al techo, que en nuestro caso es el soporte de la cama de arriba. Yo lo miro a él.

- ¿Va todo bien?

- Sí, vamos a dormir - sin darme cuenta subo una pierna y la pongo más encima suya.

- Vale - suspiro y se él queda unos minutos en silencio.

- No tengo sueño - admite.

- ¿No? - niega con la cabeza y sigue mirando al techo -. Vamos a jugar a algo.

- No me apetecen más cartas, Alma.

- ¿Y quién ha hablado de cartas? - me mira de repente. En medio de la oscuridad solo atisbo rasgos de su rostro y me parece que está sorprendido.

- Pues a ver, ¿a qué quieres jugar?

- A darte algo a cambio de tus pensamientos.

- ¿Y qué me darías?

- Lo que me pidas, siempre que sea razonable.

- Está bien, pero quiero lo mismo.

- Vale. Empecemos: ¿en qué piensas ahora mismo?

- Alma, ¿por qué haces esto?

- No sé, tengo curiosidad... Te noto distinto hoy.

- Vale - suspira y tarda unos segundos en responder -. Estoy pensando en muchas cosas y la mayoría relacionadas contigo.

- Tienes que ser más específico.

- No sé si es buena idea - y lo dice convencido.

- Quiero saber qué pasa por esa cabeza tuya.

- Le estoy dando vueltas a todo. A lo que significa este viaje, a las conversaciones que hemos tenido y... - silencio.

- ¿Y?

- A lo difícil que me resulta estar en esta cama contigo.

- Joder, ¿difícil? Si quieres me...

- No es por ti - me corta -. Bueno, sí lo es. Pero más bien por lo que me apetece hacer ahora mismo y no puedo.

Se me hiela el cuerpo, creo que puedo leer entre líneas lo que quiere decir, pero estoy demasiado ebria para procesarlo. La curiosidad me puede y, estar ahí con él, no me incomoda. Al contrario, me parece lo mejor de la noche.

- ¿Y qué te apetece hacer? - me arrepiento casi al instante de este juego. Isaac me mira, hasta en la oscuridad veo la intensidad que hay en sus ojos de hielo derretido.

- Besarte.

No tengo nada que decir, lo sopeso un tiempo, no sé cuanto y de repente, me doy cuenta de que yo también me muero de ganas de hacerlo. No sé por qué ahora, no sé que tiene esta noche de especial ni qué ha cambiado. Solo sé que quiero hacerlo, que algo dentro de mí impulsa mi cuerpo de manera automática y me pega más al suyo. Y ahí ocurre. Ahí dejo de pensar y pongo mis labios encima de los suyos. Noto como se le corta la respiración, noto la sorpresa en cada centímetro de su cuerpo, cómo se ha quedado quieto. Noto los instantes que tarda en relajarse. Cuando por fin lo hace, me abre la boca con la lengua y me devora lentamente, como si estuviera saboreándome con cada roce. Sus manos se posan sobre mí y me acarician sutilmente. Una en el hombro y otra en la espalda. Seguimos bebiéndonos hasta que algo se acciona en él y se separa de golpe.

ALGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora