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ASIER.

Es el día. Por fin es el día, están todos aquí y los nervios me consumen. Cojo mi chaquetilla personalizada y me la pongo antes de ir al restaurante. La apertura es dentro de poco, Ruth me recoge, porque mi padre está ya allí. Antes de salir de casa recibo una videollamada de Alma.

- ¡Hola, guapo!

- Hola – respondo y sin querer sonrío al verla. - ¿Cómo vais?

- Genial, vamos a salir a cenar con una pareja que hemos conocido en el albergue.

- Muy bien.

- ¡Te deseamos toda la suerte del mundo hoy! – dice Isaac por detrás de Alma.

- Muchas gracias, chicos.

- Seguro que sale todo bien, el restaurante ha quedado precioso y va haber muchísima gente.

- ¡Eso espero, estoy nervioso!

- Se te nota, tío – responde Isaac.

- Haz mucho videos y fotos – me pide Alma.

- No voy a poder, estaré en cocinas, pero una amiga de Ruth que es encargada de marketing en una empresa nos va hacer un reportaje y una cuenta de Instagram.

- Jo, eso es genial, Asier.

- Os voy contando, hablamos en cuanto pueda – digo a modo de despedida al escuchar el claxon de Ruth.

- Vale – y los dos me tiran besos por la pantalla.

Bajo corriendo las escaleras y Ruth me mira con cara de pocos amigos.

- Papá me ha llamado dos veces – dice exasperada.

- A mí también, estaba en videollamada con Alma e Isaac.

- Vale, ¿todo bien?

- Sí, la he visto contenta, espero que este viaje le sirva para...

- Asier, – me corta – céntrate. Hoy nada puede salir mal.

- Por mamá – respondo en voz baja.

- Sí, hermanito. Por mamá.

Llego al restaurante y está todo más que listo. Los platos a falta del último retoque, las mesas dispuestas y los 4 camareros uniformados para trabajar. Mi padre da vueltas por la cocina revisando por enésima vez cada detalle.

- Papá, – llamo su atención al entrar en la cocina. - ¿Por qué no te sientas dos segundos? Falta media hora para que abramos.

- No, no – Responde con el ceño fruncido. – Voy a mirar otra vez la zona exterior. ¿Están las estufas encendidas? – le pregunta a una chica bajita de ojos grandes que hay en la sala con el uniforme del restaurante.

- Sí, Ricardo. Está todo dispuesto.

- Voy a ver – y sale de la barra casi corriendo.

Me pongo a hablar con Jorge, uno de los nuevos camareros al que yo mismo le hice la entrevista. Cuando llega mi hermana con una sonrisa de oreja a oreja y me hace un gesto con la mano para que me acerque. Va preciosa, lleva un vestido rosa oscuro por las rodillas, manga larga totalmente ajustado y el pelo suelto. Además de sus característicos tacones de aguja.

- Tengo una sorpresa para ti.

- ¿Qué has hecho ahora? – le pregunto contagiado de su felicidad.

- Ve a la puerta trasera.

Me encamino hacia allí sin perder de vista a mi hermana. No sé qué estará tramando, pero lo primero que se me pasa por la cabeza es que Alma está aquí, cosa que descarto rápido porque hemos hablado hace escasos minutos. Cuando abro la puerta casi doy un grito de alegría.

- ¡SORPRESA! – gritan a la vez Irati, Callum y Andrea.

- Joder, – se me humedecen los ojos – habéis venido.

- No nos lo hubiéramos perdido por nada del mundo – admite Irati dándome un abrazo.

- Amigo, no te iba a dejar solo – dice Callum con su acento marcado.

- ¿Dónde está el vino? – pregunta Andrea pasando por mi lado. Todos nos reímos.

Además, han venido de gala. Irati lleva un traje largo azul marino y está maquillada para la ocasión; los chicos van trajeados y con corbata. ¡Estoy flipando! Miro a mi hermana y le doy un abrazo con el que casi la dejo sin respiración.

- Gracias, sé que ha sido cosa tuya – susurro en su oído.

- De nada, hermanito.

- Te quiero.

- Yo más.

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