27

9 0 0
                                    

Ya ha anochecido cuando Asier y yo llegamos a casa, sé que quiere quedarse un rato conmigo a solas, despedirnos como es debido, pero yo sigo dándole vueltas a la cabeza. Aún no he podido leer el mensaje que me ha dejado Héctor por Instagram y el móvil me llama desde el bolso para que lo lea. No quiero estropear nuestra despedida, tengo que hacer como si no pasara nada, pero me resulta casi imposible.

- Tenía ganas de tenerte sólo para mí.

- Yo también – digo en un susurro cuando sus labios están cerca de los míos.

Me acaricia la espalda, un escalofrío me recorre todo el cuerpo. Esta vez no es de placer, es de incertidumbre. De miedo. No quiero caer de nuevo en Héctor, no quiero caer en otra depresión. El nudo que tengo en el pecho aprieta cada vez más. Me gustaría pulsar un botón dentro de mí para olvidarlo todo y centrarme en este chico tan estupendo que tengo delante. Intuyo que las cosas con Asier podrían salir muy bien si me dejara de tonterías. Me gusta mucho, de verdad que sí. El único problema es mi mente, que no deja de pensar que algo está fallando. Mi mente y mi corazón roto.

- Te noto tensa, ¿va todo bien?

- Eh... - dudo – claro. Es que no quiero que te vayas – y lo abrazo.

- Van a ser pocos días.

- Pero luego serán seis meses.

- Sí. Y se nos pasará en seguida. Podré venir de vez en cuando y, si quieres, puedes ir a visitarme – asiento y ataco su boca de nuevo.

Normalmente, besar a Asier me relaja, me tranquiliza, pero hoy es imposible. Me esfuerzo para que no note que algo malo está pasando. Me esfuerzo de una manera sobrehumana para que vea que todo está bien, que estamos bien y casi consigo creerme mi propia mentira cuando Asier comienza a desvestirme. Me acaricia, me toca, me besa... Recorre todo mi cuerpo y el deseo se refleja en sus ojos de esa manera tan especial. El color ámbar se vuelve de un marrón intenso cuando me mira, su boca se curva en una sonrisa extremadamente sexy que en cualquier situación haría que me temblaran las piernas sólo de pensar lo que viene a continuación. Hoy no va a pasar. No sé si voy a ser capaz de acabar lo que Asier se empeña en empezar. Lo intento, de verdad que lo intento, pero no puedo. Los minutos se hacen eternos con él encima intentando conseguir algo que no voy a poder darle.

- Perdona, tengo que ir al baño – interrumpo su manoseo.

- Claro, ¿te espero en la cama?

- Sí.

Sin que se de cuenta, cojo el móvil y me encierro en el cuarto de baño. No sé como escaparme de esta situación, pero antes de hacer nada necesito quitarme la incertidumbre de qué dirá ese mensaje. Me siento en la taza del váter con la tapa puesta, tengo el pantalón desabrochado y una de las copas del sujetador dobladas. Asier se estaba tomando en serio su trabajo con mi cuerpo. Respiro hondo varias veces, como me enseñó mi psicóloga y abro el chat intentando no entrar en pánico.

Hola nena.

No paro de pensar en ti desde que te vi en la discoteca.

Te he echado de menos, ¿sabes?

No me di cuenta de cuánto hasta que te vi.

Estabas preciosa.

El corazón se me para. Sé que se me para. No de una forma literal, porque estaría muerta, pero sí de una manera figurada, hiriente y brusca. No sé que debo responder. <<Nena>> es lo que siempre me decía cuando estábamos juntos.

No sé cuánto tiempo me quedo en silencio mirando el mensaje, pero en la parte de arriba de la conversación, junto a su nombre, aparece la palabra <<Escribiendo...>>. Eso hace que me quede sin aliento unos segundos hasta que aparece otro mensaje.

ALGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora