Me despierto sobresaltada por el roce de una mano sobre mi hombro y ahogo un grito cuando veo la cara de Isaac a pocos centímetros de la mía.
- Perdona, perdona – se aparta. – No quería asustarte, pero son casi las dos de la tarde.
- No, tranquilo – me incorporo lentamente y noto un poco de dolor muscular en las piernas.
- ¿Has dormido bien? – Asiento - ¿Necesitas algo?
- ¿Te tienes que ir? ¿Ya?
- No, no. Tranquila – mi voz debe haber sonado más desesperada de lo que pretendía por la reacción de Isaac.
- Eh... ¿hay café?
- Sí, he hecho esta mañana, no te he preguntado porque no quería despertarte.
- No te preocupes. ¿Y mi perro?
- Lo he sacado y está en el patio tumbado al sol. Cerré la puerta para que no te molestara el ruido. ¿Le abro? – niego con la cabeza.
- Gracias – estoy a punto de echarme a llorar de nuevo cuando todos los recuerdos de la noche anterior me azotan de repente.
- Alma, no puedo verte así – Isaac me pone la mano sobre la mía y me mira con expresión lastimera. – No sé cómo ayudarte.
- Ya me estas ayudando – no puedo casi ni hablar.
Me levanto torpemente con los ojos llenos de lágrimas y me cuelo en el baño. En principio solo iba a hacer pipí, pero cuando noto que me escuece al hacerlo, necesito darme otra ducha. Inconscientemente, necesito volver a limpiarme esperando sentirme mejor. Abro el grifo del agua caliente a muchos más grados de los soportables y me cuelo debajo del chorro. Hoy tampoco me he querido mirar mucho al espejo. Físicamente estoy bien, tengo las piernas doloridas, como si hubiera hecho ejercicio y la vagina un poco irritada, nada importante.
Bajo el agua todos los recuerdos vuelven a mi cabeza y es ahí cuando me permito volver a llorar. Desconsolada, con el corazón encogido de la angustia, suelto todo lo que tengo. Me escuecen los ojos cuando salgo de la ducha y tengo la piel enrojecida del agua caliente. Por alguna extraña razón, me siento mejor. Me pongo el chándal negro que había cogido del armario y le abro la puerta a mi enorme perro. El gato también entra con cara de dormido.
- Debería haberlo dejado dentro anoche, me habría evitado todos los problemas – comento con un hilo de voz cuando llego junto a Isaac.
- ¿Por qué no lo hiciste?
- Pongo le gruñó a Héctor en dos ocasiones, y como íbamos a cenar y a hablar, decidí dejarlo en el patio para que no molestara.
- Los animales son sabios, Alma. Te estaba advirtiendo de que algo no iba bien.
- Lo sé, y se lo agradecí en ese momento. Pero no pensaba que fuese a pasar lo que pasó.
- Ya – se queda mirándome como si quisiera decirme algo, pero sin atreverse.
- No insistas – cambia a una expresión perpleja.
- ¿Qué?
- Sé lo que me vas a preguntar y la respuesta sigue siendo la misma.
- No iba...
- Quieres saber si me he replanteado denunciar - le corto.
- Deberías.
- No. Se acabó. Esto se acabó ayer. He aprendido la lección.
Isaac se ofrece a hacer algo de comer, me he tomado un rápido café después de la ducha para espabilarme, pero tengo el estómago muy cerrado. Insiste y se pone a preparar unos macarrones. Cuando estén hechos me va a intentar obligar a comer, y realmente no tengo nada de hambre.
- Asier me ha llamado – comenta desde la cocina.
- ¿A qué hora era el vuelo? Yo debería saberlo, pero no recuerdo si me lo dijo.
- Se lo han retrasado, llegarás más tarde de las ocho, hemos quedado a las nueve y media en el restaurante.
- Sí, es verdad. Estoy leyendo el mensaje.
No había cogido el móvil desde que pasó lo que pasó, pero tenía dos llamadas perdidas de Asier, unos mensajes explicándome lo que me ha dicho Isaac y varias llamadas y mensajes de Héctor. Le respondo a Asier.
Vale. Allí estaré.
Espero que tengas un buen vuelo de vuelta.
La conversación de Héctor ni la abro, directamente bloqueo el contacto y borro los mensajes. No quiero saber nada de él. No me sirve de mucho el gesto porque el móvil empieza a sonar en cuanto lo dejo sobre la encimera.
Isaac mira la pantalla y luego a mí. No lo cojo, no soy capaz. Me quedo inmóvil mirando la llamada entrante.
- ¿Quieres que lo coja yo? – pregunta Isaac cauteloso.
- Sí.
Y lo hace.
- Tío, te lo voy a decir una sola vez más. No vuelvas a llamarla, a buscarla o a intentar verla. ¿Entendido?
Escucho la voz de Héctor alterada, pero no consigo entender lo que dice.
- No te lo voy a repetir más. A la próxima te las vas a tener que ver conmigo y algunos más – hace una pausa cuando Héctor le responde. – Así no se quiere a las personas. Ya estás advertido. No aparezcas más por aquí.
Y cuelga. Me devuelve el móvil y entra otra llamada. Bloqueo de nuevo el número, esta vez en los contactos. Ya no puede mandarme mensajes ni hacerme llamadas. Se acabó. No sé cuantas veces he dicho eso en las últimas horas. Pero es real, se acabó.
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ALGO
RomanceCORREGIDA, MODIFICADA, MAQUETADA Y PUBLICADA EN AMAZON https://www.amazon.es/dp/B09TMYW8NM/ref=cm_sw_r_apan_glt_i_CTV3ZFGJTXTQKQBAB5T6