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Escucho cómo entra Isaac en la habitación y rápidamente me doy la vuelta y me hago la dormida. No me apetece enfrentarme a él en estos momentos. Sigo dándole vueltas a la conversación que hemos tenido en el mirador, y me da vueltas la cabeza y el estómago. Tengo miedo, tengo muchísimo miedo de que sus palabras sean la cruda verdad que no quiero ver. ¿Será Asier una zona de confort fácil que quiero aprovechar? ¿Será que no siento nada por él en realidad?

Cuando Isaac sale del baño se acerca a mi cama a oscuras y se acerca a mí, yo aguanto la respiración para hacer cómo que sigo dormida. Él suelta un suave suspiro y lo escucho sentarse sobre su cama, que está justo en frente de la mía, separadas por una sola mesita en medio.

- Joder, Alma, ¿qué me estás haciendo? – susurra y la pregunta retumba en mis oídos en medio del silencio absoluto de la noche.

Noto como se tumba en su cama y empiezo a relajar el cuerpo. No lo consigo, sus palabras resuenan en mi cabeza una y otra vez. La conversación del mirador, la pregunta que ha soltado al aire antes de acostarse. Todo se me agolpa en la cabeza. Recuerdo todas las veces que Isaac y yo hemos estado solos. Cómo me ayudó en casa cuando echó a Héctor, cómo ha estado a mi lado en los peores momentos, en silencio, ayudándome, apoyándome. Cómo siempre tiene una palabra amable, una broma con la que reírme, una sonrisa cálida, una mirada cómplice. No sé. No me gusta, es algo que tenía claro desde el primer momento cuando intentó besarme en aquella discoteca. Parece que hace años y realmente no ha hecho ni dos meses de aquel día. ¿Cuántas cosas han pasado en estas semanas? Llegó Asier y me conquistó con su bondad y su comprensión, vino Héctor y lo jodió todo, pero la única constante ha sido Isaac. Y mi familia, en la que incluyo a Mara y a Alex. Solo que, por alguna razón, Isaac ha estado más presente. Ha compartido conmigo cosas que jamás me iba a imaginar que me fuesen a pasar. Es mi amigo, lo puedo decir a boca llena, es un buen amigo. Y me pone el corazón calentito tenerlo cerca. Hace bromas, me lanza comentarios pícaros, pero es mi amigo. Sólo mi amigo. Estoy demasiado confusa con mi vida para ver más allá de eso. No necesito otro quebradero de cabeza. ¿Y si estoy confundiendo señales constantemente? Y con ese batiburrillo de pensamientos, consigo dormir.

- ¡Alma! – escucho a Isaac a mi lado.

- ¿Qué pasa? – pregunto somnolienta.

- No sé, estabas gritando.

- No.

- Sí – y soy consciente de que tiene la cara pálida.

- Per... perdón. Habrá sido una pesadilla – me incorporo en la cama y veo por la ventana que aún es de noche.

- ¿Estás bien?

- Sí, sí.

- Joder qué susto me has dado.

- Lo siento, de verdad – y me abraza.

- No pasa nada, ¿seguro que va todo bien? ¿Recuerdas algo?

- No, nada. ¿Qué he dicho?

- Nada, solo gritabas.

- ¿Qué hora es?

- Las cinco y pico.

- Vale. Vamos a dormir, ¿vale?

- Sí – susurra.

A las nueve suena la alarma de Isaac y ambos nos despertamos lentamente. No recuerdo nada de la supuesta pesadilla de esta noche, pero me duele todo el cuerpo. Noto los músculos agarrotados, cómo si hubiera estado en tensión.

- Buenos días.

- Hola, Dumbo – y me regala una sonrisa con la cara medio hundida en su almohada.

- Idiota.

- ¿Has dormido bien?

- No, ¿y tú?

- Cuando dejaste de darme sustos, sí.

- ¿Hice algo más anoche? Lo siento.

- Deja de pedir disculpas, tía. No pasó nada, una pesadilla es una pesadilla. Fin.

- Vale – me levanto de un salto. - ¿Tienes hambre?

- Mucha. ¿Ayer no cenaste? – niego con la cabeza. – Pues vas a acabar con el buffet.

Cojo lo que tengo más a mano, que es la almohada, y se la tiro a la cara. Lo he pillado desprevenido y no ha podido esquivarla. Para evitar que nos dejen sin comida, bajamos a desayunar en chándal, antes de ducharnos.

- Ayer me comí un kebab casi tan grande como mi...

- No digas lo que creo que vas a decir, por favor – le pido viendo cómo va a terminar la frase.

- ...brazo – termina. – Eres una malpensada, Alma. Qué mente más sucia desde tan temprano.

- Mentira, ibas a decir otra cosa, pero brazo está mejor.

- Vaaaale, sí, iba a decir polla, pero brazo queda mejor - se ríe.

- ¿Ves? Eres un cerdo.

- Vale, Dumbo.

- Vete a la mierda.

- ¿Tostadas? – me cambia de tema al llegar al buffet.

- Dos. Y huevos revueltos. Y... Cruasán con jamón y queso. Y quiero unos cereales de chocolate que están riquísimos.

- Nos va a salir más caro el desayuno que al resto de los huéspedes.

- Qué gracioso te has levantado, ¿no? – ironizo.

- Es mi encanto natural, pero vamos, que lo entiendo.

- ¿Cómo?

- Claro, para mantener a ese Dumbo tan bien puesto, tienes que comer bien.

Le doy un manotazo en el hombro y lo escucho reírse mientras me alejo a la zona de los cereales. Este gemelo malvado no tiene remedio. Me desquicia algunas veces, aunque cuando sé que no me ve, no puedo evitar soltar una risilla por el comentario que ha hecho. Tengo que admitir que es gracioso, idiota, pero gracioso.

ALGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora