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ASIER.

Ya ha terminado el servicio. Estoy agotado, pero con muchísimas ganas de celebrar el éxito de esta noche. La gente se va yendo y solo quedamos los más íntimos. Ha venido mis tíos por parte de padre y la familia cercana por parte de mamá. Mis amigos no me han dejado solo en ningún momento. Los chicos de la escuela de cocina hasta han entrado a ayudarme cuando el restaurante estaba abarrotado. No me puedo creer que todo haya salido así de bien.

Cuando la última mesa de comensales se despeja, nos quedamos todos juntos dentro del restaurante festejando el éxito obtenido.

- Me gustaría decir unas palabras – interviene mi padre con la copa de champán en la mano y me mira. – Todo esto no hubiera sido posible sin ti, Asier. Has trabajado tan duro como el que más, a pesar de mis reticencias, de mis enfados y negativas. No ha decaído en ningún momento, y – se le quiebra la voz - este restaurante, es lo que es, gracias a ti.

Me acerco a donde el esta y le doy un abrazo. En absoluto, él tiene todo el mérito después de tantos años pilotando este avión con éxito. Ha sido él quien nos sacó adelante sin mamá, quien se tragó todo lo malo para que nosotros dos fuésemos tan felices como lo somos ahora. Mi padre, mi ejemplo a seguir. Yo solo ayudó a modernizar su versión del éxito.

- Por todo esto, creo que vas a ser el mejor propietario y chef para el Violeta – me mira ya mí se me llenan los ojos de lágrimas.

- Pero papá... - asiente.

- En seis meses acabarás los estudios y yo estoy cansado, quiero disfrutar. No voy a dejarte solo, pero quiero que seas tú quien se haga cargo de todo. Este es mi legado para ti, y ha trabajado muy duro para ganartelo, junto a mi respeto como profesional.

- Te quiero papá – le digo mientras lo abrazo.

- Y yo a ti, hijo – suspira y me susurra al oído. – Cuídalo por mí.

- Siempre – respondo.

Al separarnos, todos nos vitorean y aplauden, mi hermana está llorando y mis amigos gritan y silban. El restaurante será mío, ya es oficial.

La noche se alarga más de lo previsto. Copas de champán, de vino e incluso de whisky no dejan de llenarse, todos estamos felices, disfrutando del momento y del éxito obtenido. También celebramos un futuro próximo lleno de esperanza. Echo de menos a Isaac ya Alma en este momento, me gustaría celebrar con ellos. Intento llamarla y tiene el móvil apagado, acto seguido llamo a Isaac y me cuelga. Pero me habla por WhatsApp.

Estamos en el Albergue.

La gente duerme y no puedo cogerlo.

Vale.

Sólo quería saber cómo estabais.

Bien, bien.

Alma duerme, ha bebido demasiada cerveza.

Ja, ja, ja.

Mi padre me ha cedido el restaurante.

En cuanto vuelva, es mío.

Se jubila.

¡JODER QUÉ BIEN!

Me alegro mucho, tío.

Te lo mereces.

Aquí estamos de fiesta, os echo de menos.

Nos veremos pronto.

Mañana te llamo y me lo cuentas todo.

Vale, hasta mañana.

Dejo el móvil y me centro en lo que tengo aquí. Sí, echo de menos a Alma, pero ella está sanando y yo tengo que dejar que lo haga. Mi hermana me mira y levanta su copa a lo lejos. Le devuelvo el gesto y sonrío. Hoy soy feliz, oficialmente mi nueva vida comienza.

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