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Isaac me despierta zarandeándome y le gruño en cuanto abro los ojos. Este tío es imbécil. Necesito dormir y el zumbido de mi cabeza hace que sea consiente de todo lo que bebí ayer.

- ¿Qué coño quieres?

- Que te levantes, pelirroja.

- No.

- Sí. Tenemos que salir del Albergue antes de las 12 – anuncia.

- ¿Y dónde vamos? – pregunto aún dormida.

- Tenemos un tren a Brujas después de almorzar – me dice.

- Joder, quiero dormir – me quejo.

- Si no bebieras tanto...

- Serás idiota.

- ¡Vamos! ¡Que tengo hambre! – exclama más alto de lo normal y la cabeza me da una punzada.

Con todo el mal humor que mi cuerpo aguanta, cojo mi ropa y me dirijo a la ducha.

- Tienes exactamente 12 minutos para estar lista.

No respondo, le hago una peineta desde la puerta y me voy a los baños. Hace bastante frío a pesar de que el albergue está lleno de radiadores de pared. El agua caliente me despeja la mente y me espabila un poco, pero no lo suficiente para ser yo. Isaac tiene razón, hay que comer, yo también tengo hambre. Me pongo mis vaqueros, el jersey más gordo que he traído y me maquillo un poco para ocultar la cara de muerta que tengo. ¡Listo! Nos vamos a Brujas.

- Creo que lo mejor es almorzar cerca de la estación, vamos cargados con todo y el tren sale a las 2 de la tarde.

- Me parece bien.

- ¿Comida basura?

- Necesito otro McDonald's o algo así – coincido.

- A ver qué encontramos.

No hay hamburguesas, pero vemos un Subway y a los dos se nos hace la boca agua. Está dentro de la misma estación de tren, lo que nos facilita mucho las cosas. Isaac se pide un bocadillo enorme de pollo con salsa y verduras. Yo elijo uno más pequeño de pulled pork y queso. Lo acompañamos todo de patatas fritas y Coca-Cola.

Cuando hemos conseguido revivir a base de comida grasienta, vamos al andén desde el que sale nuestro tren. Isaac saca los billetes que tiene en su móvil y se lo enseña al de la puerta, éste lo escanea y nos da paso. En 20 minutos sale el tren, pero como ya está aquí, nos montamos y nos acomodamos.

- ¿Cuánto tardamos en llegar? – le pregunto.

- Es un tren de cercanías, estamos a menos de media hora – apunta.

- ¡Qué bien! No me apetece nada un trayecto largo.

- Brujas es precioso, he visto fotos y creo que nos va a encantar. Estamos allí hasta mañana a medio día.

- ¿Y Bruselas?

- Vamos a ver poco de Bruselas, creo que van a ser dos o tres horas desde que soltamos un tren y nos montamos en otro.

- Joder, qué mal.

- Sí, pero mi colega el de la agencia, me dijo que merecía mucho más la pena ver Gante y Brujas.

- Vale, tendremos que venir a Bruselas en otra ocasión.

- Claro.

Efectivamente, en menos de media hora estamos bajando del tren en la estación de Brujas. He sacado mi libro electrónico en el trayecto, pero lo he ignorado casi todo el tiempo. Las vistas son demasiado bonitas como para leer.

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