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Se me serena el cuerpo y se me calienta un poquito el corazón cuando me topo con la mesa llena de gente y de comida. Isaac me mira y en su cara leo la pregunta silenciosa de si estoy bien. Asiento sutilmente y me acomodo en la silla vacía que hay al lado de Asier. Respiro hondo y pinto mi mejor sonrisa mientras Asier me acaricia la espalda.

- ¿Va todo bien? – susurra en mi oído.

- Sí, perdona, me tenía que cambiar... ya sabes.

- Me lo ha dicho mi hermana, no te preocupes.

- Genial.

La cena huele de maravilla y hago un esfuerzo sobrehumano para comerme lo que hay en mi plato. Está exquisito y en circunstancias normales lo habría disfrutado mucho. ¡Con lo que a mi me gusta comer! Pero claro, hoy no puedo decir que me encuentre en circunstancias normales. Lo que si entra que da gusto es el vino. Fresco, un poco amargo y dulzón a la vez. Todos ríen y cuentan cosas mientras comemos, pero no oigo ni la mitad de las conversaciones. Sonrío y asiento de vez en cuando para que sepan que estoy ahí, presente. Isaac es el único que sabe toda la verdad y me encuentro con sus ojos preocupados de vez en cuando, intento ignorarlo lo máximo posible, porque si lo miro más de la cuenta puede que quiera salir corriendo de allí y refugiarme en mi misma, o en mi amigo. Pero salir corriendo no es una opción, al menos no esta noche. Al menos no en este momento.

- Me lo he pasado genial estos días, ver a los chicos me ha recargado las pilas – dice Asier refiriéndose a sus amigos de Bilbao.

- ¿Van a venir a la apertura?

- No creo, pero están invitados. Andrea quizás pueda acercarse, pero los demás están liados.

- Vaya – responde Ruth – me habría gustado verlos.

Los platos se van vaciando, las copas de vino van apurando sus últimas gotas y las conversaciones no cesan, estamos bien. Ellos están bien, yo solo estoy emborrachándome disimuladamente. Unos golpes en la puerta de hierro me sacan de mis pensamientos y acallan todas las charlas que hasta ese momento fluían. Nos miramos extrañados.

- ¿Quién puede ser?

- Ni idea. ¿No has invitado a nadie más? ¿Tu padre? – interviene Isaac.

- Mi padre tiene llaves – de nuevo los golpes, más fuertes y continuados.

Me doy cuenta de que todo se está yendo a la mierda cuando la vez de Héctor suena desde el otro lado del portón. Está gritando mi nombre y Asier se para a medio camino para mirarme. De hecho, todos me miran. No me quitan ojo de encima.

- Alma, joder, sé que estás ahí – y más golpes.

Estoy completamente paralizada, me tiemblan las manos y no sé cómo actuar.

- ¿Qué significa esto, Alma? – pregunta Ruth.

- Yo... - no sé qué decir – no lo sé. Yo...

Asier abre la puerta y Héctor entra con la cara desencajada y dando grandes zancadas. Ignora por completo a todo el mundo para dirigirse a mí, pero tanto Asier como Isaac se interponen en su camino.

- Te he llamado mil veces y no me lo coges. Tengo que hablar contigo. – Mira los dos chicos que le cortan el paso y añade – Diles a estos dos que me dejen.

- ¿Tú quién coño eres? – pregunta Asier.

- Ah, que no lo sabes. – se dirige a mí de nuevo – Nena, dile quien soy.

ALGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora