34

9 0 0
                                    

Me derrumbo. En ese preciso instante, me derrumbo. En los brazos de Isaac se me va toda la fuerza que había sacado minutos antes. Ya está. Héctor se ha ido y yo estoy a salvo. En casa y a salvo con mi amigo. Sus brazos consiguen sujetarme cuando estoy a punto de caerme. Me tiemblan las piernas, no puedo parar de llorar. Isaac me lleva al sofá y me ayuda a sentarme.

- Voy por un poco de agua, Alma.

No respondo. Me hundo en el sofá y me hago un ovillo. Isaac vuelve con el agua y cuando bebo un par de sorbos todo se me revuelve. Voy a vomitar. La tensión acumulada, el vino y todo lo que ha pasado a continuación se convierte en arcadas. Realmente no tengo nada que echar y todo se queda en un amago. No sale nada. Me siento sucia, me siento mal. Me sobra la ropa, necesito quitarme el olor de Héctor de la piel, necesito limpiarme.

- Alma, deberíamos ir a denunciar – niego con la cabeza.

- No quiero, necesito ducharme.

- Antes de eso, deberías ir al médico y que te examinen – vuelvo a negar.

No quiero denunciar, solo quiero olvidar. El primer paso es dejar de oler así. No puedo identificar a qué huelo, pero era una mezcla entre temor, desesperación, sexo y sudor. Me doy mucho asco a mí misma.

- ¿Me vas a contar qué ha pasado?

- Voy a ducharme antes – digo levantándome con la ayuda de Isaac – no te vayas, por favor – suplico.

- No pienso irme a ningún lado.

Isaac me acompaña a la habitación mientras cojo ropa limpia y luego me sigue hasta la puerta del baño. Entro sola y abro el grifo del agua caliente. Voy quitándome prenda por prenda, muy despacio. La cabeza sigue doliéndome. Entre el sofocón y el golpe, la tengo muy embotada. No me quiero mirar mucho al espejo, pero sé que me ha hecho daño cuando veo unas pequeñas gotas de sangre en mi ropa interior. No es grave, lo sé. El dolor emocional es mucho peor.

Bajo el agua voy quitándome todas las capas de desesperación que tengo encima. Una por una. Me recompongo con cada pasada de la esponja llena de jabón. Aún huelo a él. Aún puedo sentir sus manos sobre mi cuerpo, sus besos llenos de agresividad, sus palabras resonando en mi cabeza. No. No soy una zorra, no soy de su propiedad. No soy suya. Me he estado engañando durante mucho tiempo. No estoy enamorada de él. Ha sido una obsesión. Una maldita obsesión que ha estado dentro de mi durante demasiado tiempo. Era consciente de la clase de persona que es, pero no quise verlo. Me ha tenido que pasar algo como esto para darme cuenta de que Héctor no es solo el tipo que me rompió el corazón, Héctor es malvado, es una persona odiosa.

Lo quiero ver muerto. No, mejor. No lo quiero ver nunca más. No quiero saber nada de él. Necesito recomponer mi vida y hoy empiezo. Construí una nueva versión de mi después de que él se marchara, pero era una versión incompleta. Una versión que necesitaba de su aprobación inconscientemente. Una versión irreal que se ha acabado despedazando en el momento que Héctor ha reaparecido en mi vida.

No voy a denunciar. Lo tengo claro. No va a servir de nada. Él siempre gana, y denunciar algo que yo misma me he buscado es una estupidez. Acabará en nada cuando se demuestre que lo dejé entrar en mi casa. No hay pruebas de que me amenazara con anterioridad ni nada por el estilo. No. Aquí se acababa todo. No voy a permitirme sufrir en un proceso que tendría un final feliz para él y una carga enorme para mí.

Salgo del cuarto de baño, siendo de nuevo un poco más yo y me encuentro con la mirada de Isaac. Una mirada preocupada pero lastimera. Me mira como si fuese un cachorrito atropellado que ha encontrado en la cuneta.

- No me mires así, Isaac – le pido al sentarme a su lado.

- ¿Cómo?

- Sí, así, como si te diera pena.

- No me das pena, Alma – responde posando su mano en mi hombro, gesto que ahora mismo me quema, como cualquier contacto. – Estoy preocupado, deberíamos ir a denunciar.

- No. No lo voy hacer. No va a servir de nada.

- Claro que sirve, te ha hecho daño.

- No es visible. El daño es emocional – estoy a punto de ponerme a llorar de nuevo.

- Joder, tía. Quiero buscarlo y partirle la cara. ¿Quién coño es ese tipo?

- Te lo voy a contar todo, pero quiero que me prometas algo. Esto se queda aquí, Asier no debe saber nada.

Isaac niega con la cabeza, no quiere ocultarle nada a su amigo y lo entiendo. Pero esta es mi lucha y es mi decisión. No quiero que se corra la voz. No quiero que Asier se entere de que he metido a otra persona en casa de esta manera. Quiero protegerlo de mis errores.

- Te lo estoy diciendo en serio, Isaac. Nada. No quiero que nadie lo sepa.

- Está bien, pero cuéntame qué ha pasado. Necesito entenderlo.

- Vale. Es Héctor, mi ex – y así comienzo a relatarle todo lo que ha ocurrido.

La cara de Isaac se va descomponiendo conforme le cuento la historia. No da crédito a mis palabras, no entiende cómo yo había estado con una persona así.

- ¿Asier sabe lo del aborto? – niego con la cabeza - ¿Se lo piensas contar?

- Sí, llegado el momento, esa parte sí se la contaré.

- Alma, se acabará sabiendo todo. Este tipo no tiene pinta de dejarte en paz.

- Eso es lo que más miedo me da.

- ¿Cómo confiaste en él?

- No lo sé, me dijo que cenaríamos y me dejaría en paz. Pero me besó y yo lo rechacé... - se me quiebra la voz - y ya sabes el resto.

- Ya, vale – me abraza, pero tengo que rechazarlo, cualquier contacto físico es como si me clavaran mil agujas.

- Lo siento – le digo con los ojos llenos de lágrimas.

- No tienes nada que sentir. Pero hay una cosa que no has pensado. Si Asier no sabe nada, ¿cómo le vas a explicar que no puede tocarte?

Mierda, no había pensado en esa posibilidad. En cuanto Asier llegue querrá besarme y posiblemente querrá acostarse conmigo. De momento no me siento con fuerzas de pensar en eso, tengo que tranquilizarme y hacer como que nada de esto ha pasado. Con él las cosas son muy distintas, espero no sentirme así al día siguiente cuando lo tenga delante.

- Ya veré como lo hago, llega mañana.

- Lo sé.

Isaac se queda a dormir en el sofá y yo me voy a la cama. Era muy tarde y necesito dormir. Tengo el cuerpo totalmente cansado, noto los músculos doloridos y el dolor de cabeza no ha desaparecido del todo cuando me hundo en el colchón. Le pido a la vida poder superar esto en silencio, le pido olvidarlo, le pido estar bien al día siguiente. Cosa que evidentemente no va a pasar.

ALGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora