Nantes es precioso y el hotelito en el que nos quedamos es una maravilla. Como el viaje es lowcost, la habitación es compartida, pero al menos no es un albergue con diez personas más. Estamos mi amigo y yo solos.
Ha sido la primera nochebuena que paso lejos de mi familia. Isaac y yo fuimos a cenar a un restaurante muy pijo por ser un día especial y luego nos tomamos unas pintas en una cervecería del centro. Intentamos hacer videollamadas con nuestras respectivas familias, pero no se escuchaba nada, el bar estaba abarrotado de guiris como nosotros, y tuvimos que colgar después de mandarnos unos besos muy rápidos. Como la pensión está cerca del casco antiguo, vamos a casi todos sitios andando. Estos dos días son más relajados que el primero en Barcelona. Hemos hecho el turismo pertinente en el primer día y como ayer nos acostamos tarde y un poco borrachos, hoy nos lo vamos a tomar con calma. El tren no sale hasta las 9 dirección Bruselas.
- ¡Buenos días, gemelo dormido! – digo cuando veo que Isaac abre un ojo.
- Gemelo resacoso – puntualiza con voz de ultratumba.
- ¡Vamos! Que es tardísimo y aquí comen pronto – apremio.
- Vete tú y déjame morir tranquilo.
- Eres un exagerado – me siento en su cama (que está en frente de la mía) y lo miro sonriente.
- ¿Qué quieres, pelirroja?
- ¡Feliz Navidad! – digo más alto de la cuenta y sacando una cajita de detrás de mí.
- ¿Qué haces?
- Pues darte mi regalo de Navidad, es evidente.
Él se incorpora totalmente despeinado, sus ojos con esta luz se ven de un gris intenso, como si fueran de hielo. Coge la cajita y me dedica una sonrisa adormilada.
- Yo no tengo nada para ti – dice antes de abrirla.
- Tú me estás dando muchas cosas, Isaac.
- Si, claro...
- Me estás ayudando muchísimo, esto es una tontería – señalo la caja para que la abra.
Cuando la abre se le ensancha la sonrisa y suelta una carcajada. Es un llavero que pone <<amis de la bière>>, que significa: amigos de la cerveza. Y tiene forma de jarra de cerveza y un liquidito amarillento que baila por dentro cuando el llavero se mueve.
- Me encanta, amiga de la cerveza – y se ríe.
- Ya te dije que era una tontería.
- ¡Qué va! – niega con la cabeza – Nos define.
- Eso sí es verdad.
Me abraza y se levanta de un salto de la cama. El pantaloncito de pijama suelto y el torso denudo, es uno de mis outfits favoritos. Pienso en Asier de esa guisa por mi casa y sonrío. Aún no tengo apetito sexual, pero mis ojos reconocen las cosas bonitas.
Se viste en un abrir y cerrar de ojos y nos encaminamos a buscar dónde comer. Necesitamos recuperar fuerzas después de la cantidad de pintas (cervezas de medio litro) que nos bebimos ayer.
- Mato por un McDonald's – dice mi amigo cuando pasamos por varios restaurantes caros y de escasa comida para nuestras necesidades.
- Joder, qué buena idea, voy a buscar uno cercano.
Doy con él gracias a Google Maps, que es un salvavidas. Está a pocos minutos andando y cuando entramos, los dos soltamos un suspiro de alivio. Nos pedimos hamburguesas, Nuggets, patatas y refrescos. Disfrutamos de nuestra comida grasienta como si llevásemos meses sin comer. A cada bocado que doy, noto como mi nivel de energía aumenta exponencialmente. Esto es una maravilla. El pescado al horno que comí ayer estaba buenísimo y el chuletón de Isaac tenía muy buena pinta, pero dónde se ponga la comida basura después de una borrachera... ¡Que se quite todo!
- Soy un hombre nuevo – dice Isaac cuando se come la última patata frita.
- ¿Qué hacemos hoy? – miro la hora. – Queda mucho tiempo para que salga el tren.
- Hay un mercadito navideño en un parque que no sé cómo se llama. ¿Vamos?
- ¡Claro! Seguro que es precioso.
Y lo es. En Francia y otros países europeos se curran la navidad mucho más que en España. Hay una barbaridad de puestecitos de dulces, que te dan a probar lo que venden, hay otros con vino caliente. También lo probamos y los dos coincidimos en que eso está asqueroso. Vamos ataviados con gorros, guantes y varias capas. Hace un frío que pela y entiendo la necesidad de tomar algo caliente, pero ¿vino? Está muy malo. Yo prefiero un café de toda la vida. Pasamos también por unos puestos de artesanía, todo es precioso. Figuras de madera, joyas, ropa de lana, complementos de abrigo... ¡Me gusta todo!
- Me he enamorado de este colgante – le digo a Isaac. Es un colgantito fino de plata con un copo de nieve de cristal muy pequeñito.
- Es muy bonito – y le pregunta en inglés a la dependienta cuánto vale.
- Hombre, 35€ es un poquito caro para lo que es – comento entre dientes.
- Alma, es todo artesanal – aclara mi amigo.
- Y me encanta, pero nos queda mucho viaje aún – y lo suelto dónde estaba.
Pero Isaac se niega a que lo deje ahí, es el único que hay porque hacen piezas exclusivas, no hay dos iguales y me lo compra. A pesar de mis negativas me lo compra y la chica de la tienda lo mete en una cajita con un lazo rojo. Muy navideña.
- Tu regalo de Navidad – y me tiende la caja.
- Eres tonto, te has pasado – me quejo.
- Nah, te ha gustado y creo que te quedará muy bonito.
- Pero yo te he comprado un llavero de mierda – insisto.
- ¡No te consiento que hables así de mi nuevo llavero favorito! – finge enfado y yo me río. – Ya lo tengo puesto en las llaves de casa.
- ¿Sí?
- Aún no, porque eres una impaciente y no me has dejado tiempo, pero en cuanto cojamos las cosas, lo haré.
- Vaaale – me rindo y le doy un abrazo. – Gracias por todo – le susurro al oído.
Nos separamos y me guiña un ojo. Llevamos horas dando vueltas por el mercadillo y nos sentamos en uno que es más parecido a un bar portátil. Tiene mesas y huele a chocolate caliente a kilómetros. Nos pedimos unas crepes y unos chocolates humeantes. ¡Está exquisito! – pienso cuando le doy el primer sorbo.
Hay muchas parejas andando alrededor de nosotros, vuelvo a pensar en Asier. Me apetece verlo, así que le mando un selfie con mi taza de chocolate y mi gorro de lana burdeos. Él me responde con una foto de él, esta vez en el restaurante totalmente preparado para la apertura del día 27. ¡Qué guapo está con el delantal blanco! – pienso.
Aprovecho el ratito sentada para mandar mensajes a mi familia y a mis amigos. Isaac se mete en casi todos los audios que le mando a Mara y Alex, y nos reímos con las respuestas de ellos. Miro a mi alrededor cuando nos levantamos para irnos a la estación de tren y pienso en lo bien que me siento. Lo apunto en mi lista del móvil. Sigo haciéndola, aunque la doctora no me ha dicho nada, pero ahora anoto también lo bueno: 25 de diciembre, Nantes, estoy contenta.
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ALGO
RomanceCORREGIDA, MODIFICADA, MAQUETADA Y PUBLICADA EN AMAZON https://www.amazon.es/dp/B09TMYW8NM/ref=cm_sw_r_apan_glt_i_CTV3ZFGJTXTQKQBAB5T6