Capítulo 1

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Compra y venta
Bella Carusso

  La vida de pobre me azotaba muchísimo y a veces las ganas de dejar todo botado sin más eran tan tentadoras que terminaba llorando en el cuarto de baño del restaurante donde trabajaba.

—Sólo dos horas más y te irás, Bella —me susurro a mi misma tratando de que mis ojos hinchados del reciente ataque de tristeza no se notaran —. Sólo dos horas más.

Miro el espejo y el deplorable estado en el que me encuentro sólo hace que quiera derrumbarme. Estos dos años habían sido un martirio para mí pero, a pesar de todo, no quería dejar a Lucía sin apoyo. Después de todo ella era mi mamá.

—¡Carusso! —la voz imponente de mi jefe me hace sobresaltar y salir del cubículo de empleados rápidamente —¡Carusso!

Camino hacia él a paso apresurado y le dejo ver mi presencia haciendo que un par de cosas se caigan detrás de mí.

—¡¿Dónde diablos estabas?! —grita iracundo —¡¿No ves todo el trabajo que hay ahí afuera?! ¡Recoge todo eso y ve a atender ya!

Grita sin darme un momento para poder explicarle mi demora. Recojo todo lo que he tirado al suelo y lo acomodo lo más rápido que puedo, no me gustaba que el señor Dupont me gritara pero simplemente me quedaba callar y no replicar.

—Un permiso señor Dupont.

—¡Lárgate!

Doy media vuelta y comienzo a salir a pasa apresurado pero un torso aparece en mi campo de visión y termino pasos atrás a punto de caerme.

—Señor... —miro impresionada al prospecto de hombre que mis ojos en estos momentos proyectaban —, lo lamento yo... no lo vi.

Mis ojos comienzan a picar y estoy segura que comenzaré a llorar.

Me van a correr como una cucaracha.

No podría ¿o sí?

Nah, ¿cómo crees? Eres su favorita.

Sí claro, ni hasta en mis más remotos sueños yo sería del agrado de Francisco Dupont.

—Por favor... —comienzo a sollozar —no le diga nada por favor.

Él me mira y luego sigue su camino demostrando me que su cara era inexpresiva.

—¡Bella! —se acerca mi mejor amiga —¿Dónde estabas? El señor Dupont estaba que pegaba un grito en el cielo ¡está enojadisímo!

—Ya... ya hablé con él, Carol —trato de verme tranquila pero con la mirada que me lanza no creo que se lo haya creído.

—Vamos, Bel —toma mi mano —. Todo estará mejor.

—Imposible, C —suspiro derrotada —. Tengo veinticuatro años y lo único que he hecho es, estudiar, trabajar, cuidar de mi madre...

Se me quiebra la voz pero por esta vez sí reprimo cualquier lágrima que quiere salir.

—Tienes que ver los lados positivos, estás a un mes de graduarte —sonríe cálida —. ¡Y luego podrás buscar trabajo con tu vocación!

Ella me sube los ánimos con sus sonrisas y internamente se lo agradezco.

—¡Carusso! ¡Basile! —y ahí estaba nuevamente mi tormento —¡No les pago para hablar, trabajen!

Mi amiga y yo nos separamos y comenzamos a atender las mesas qué, por sorprendente que fuera, por primera vez desde que estaba trabajando ahí; estaba totalmente lleno.

Saludo, recito el menú, anoto y entrego el pedido.

Repetía lo mismo cada cinco o diez minutos, mis piernas no podían dar un paso más y agradecía que el señor Dupont le haya dejado vía libre a Max para cerrar, cosa que ya estaba haciendo.

—Algún día seré más que él y lo voy rebajar —refunfuña Carol —. ¡Es tan odioso! Siempre nos grita ¡nunca nos aumenta el sueldo! ¡Lo odio!

Max sonríe y la atrae hacia él dándole un beso en la frente como muestra de cariño.

—Pero es el único que nos contrata sin experiencia, cielo —me responde con un toque de voz divertido.




Los golpes en la puerta de mi habitación no se hacen esperar, sé que quién es pero trato de distraer mi mente de ella.

—¡Ábreme de una maldita vez, Bella Carusso Jordan!

Camino enojada hasta que abro y veo una mujer castañas, ojos oscuros y perdidos con ropa de hace un día en mal estado.

—¿Pasa algo, madre? —replico —Estoy estudiando y no me dejas concentrar.

Había salido del turno lo más rápido posible y había corrido a mi casa a estudiar pues entraba de noche y aunque estaba cansada había omitido dormir.

—Sirve para algo y hazme de comer.

El olor a alcohol se olía desde quilómetros de distancia, me daba miedo que en algún punto mueriera por todo lo que consumía.

—Dame unos momentos —murmuro.

Ella se da la vuelta sin hacer más y yo suelto un suspiro.

Ella nunca iba a cambiar y yo en algún punto tendría que dejarla. Ya no podía seguir aguantando el estaba de mamá, cada vez iba de mal en peor.

Una vez estoy por cocinar el timbre de la casa suena y luego un par de toques a la puerta.

Engel #1 |C.A|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora