Capítulo 20

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Inesperado
Bella Carusso

  Me sentía un poco incómoda, la mirada de Adler sobre mí era extrañamente reconfortante pero el que hubiera besado a Althaus como si no hubiéramos podido detenernos o, no quisiéramos, me avergonzaba.

Tenía un problema grave, me gustaba Egger pero, el aura envolvente de Althaus me hacía querer más de él, las personalidad de Dressler no se quedaba atrás y por último estaba Adler.

Adler.

Alto, podría estar segura que tenía la misma altura de su hermano Althaus, piel un poco más clara, creía significar que no pasaba tiempo ejercitándose debajo del sol como aparentemente lo hacía su hermano mayor. Un poco más acuerpado que el anteriormente mencionado y que el resto de sus hermanos. Sus facciones eran igual de adictivas que todos ellos, tenía los ojos de su madre pero la nariz de su padre. Una mezcla de ambos y, si podías mirarlo por muchísimo tiempo, podías sentir como era aún más atrayente que el mismísimo Althaus. Pues Adler era un misterio puro.

Alguien carraspeó, di un pequeño salto y miré hacia donde provenía el ruido.

—¿Bella? —era Agna.

Sentí mis mejillas extremadamente rojas, había estado mirando a Adler sin ningún reparo.

—Disculpa, señora Engel —hablo avergonzada —. ¿Podría repetirme la pregunta?

—Te decía, cariño, que sí luego de almorzar quieres salir conmigo —sonríe cálida.

Por instinto miro a Althaus, el no me da ninguna señal así que asumo que quiere que sea decisión netamente mía y eso muy en el fondo, me reconforta.

—Está bien, sí.

—¡Excelente! —ríe —Te llevaré con alguien que está esperando para conocerte.

—Mi madre quiere presentarte a...

El golpe que Agna le propina a Dressler hace que el ruedo los ojos y de la nada, finja que le ha roto el brazo.

—Además de madre tóxica ¡maltratadora! —finge un escándalo —No se si pueda soportar por más tiempo esta relación de madre y hijo.

Coloca su mano derecha en su pecho y hace una cara de dolor fatal.

Termino riendo y Agna lo mira seriamente.

—No olvides lo que hablamos, Dressler.

Y con eso, consigue que el menos de los hermanos se yerga y suspire cansino. La tensión en la mesa sube poco pero nada que no se disuelva una vez acuerdan todos que pedir.

—Fetuccini, por favor —digo sin mirar más la carta.

Los precios tan elevados me hacían marear. Y pensar que, vendían la pasta tan económica en la propia Italia para ver como sucedía lo contrario en ese país.

—¿Sólo pasta entonces? —pregunta Althaus.

—Sí —me sonrojo —, me gusta.

—Pediré lo mismo que la señorita —habla él.

El camarero también anota su pedido y una vez todos hemos pedido, pregunta qué clase de vino tomaremos.

Engel #1 |C.A|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora