Capítulo 4

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Alemania
Bella Carusso

  Nos habíamos demorado en llegar al penthouse más o menos media hora. Luego de que Dressler me atrapara y me subiera sin esfuerzo a su camioneta arrancaron y pasamos toda la ciudad de Florencia hasta las salidas de la ciudad.

—¿Cuántas veces has intentado escapar ya? —pregunta Althaus.

Me quedo callada mirando el ascensor que nos llevaba directo al penthouse de estos hombres.

—Te he hecho una pregunta, Bella Carusso Jordan.

Vuelvo a ignorarlo y Dressler suelta una risita. Adler estaba mirando su celular sin saber qué sucedía o eso creía y al lado de él había otro chico que no había visto sino cuando entró a mi casa a raptarme.

—¿Te vas a quedar callada? —la molestia en la voz de Althaus es notoria —Bien.

—Hermano...

—Llama a las gemelas —dice sin querer hablar más.

¿Quién coño son las gemelas?

No tenía que importarme pero me daba curiosidad.

—¿Gemelas? —habla Adler —Althaus...

—No voy a discutir con ustedes, Dressler llama a las gemelas.

¿Y sí las gemelas me quieren hacer algo malo?

El miedo comienza a calar en mí y comienzo sollozar, trato de controlarme pero todas las secuelas que mi padre ha dejado después de dos años no se han borrado.

—Bella, ¿pasa algo? —pregunta Adler.

Niego pero mis lágrimas siguen cayendo, no hago ruido, trato de no emitir ningún sonido.

El ascensor para en la última planta y los hermanos comienzan a bajar, me quedo ahí sin moverme así que el que saca es Dressler.

—Vamos, Bella —habla tranquilo —. No puedes llorar todo el tiempo, no te estamos asustando, golpeando o torturando.

—Quiero volver a casa.

—Esa ya no es tu casa.

—¡Claro que sí!

—¡No lo es, joder! ¡Si lo fuera tu padre no te habría vendido con nosotros! —me hace saber —Coño, perdón, Bella...

Niego y yo sólo camino como una estúpida hasta el ascensor, me quedo mirando las puertas y más nostalgia me invade porque tenía razón, ellos tenían razón.

Yo no era feliz donde estaba.

Pero dudaba que fuera a ser feliz aquí, encerrada contra mi propia voluntad sólo cumpliendo un pago del cual hasta hacía dos horas no sabía una mierda.

Me siento mirando las puertas de metal y agradezco que nadie venga a mi encuentro a preguntarme algo, no quería hablar con nadie. Veo el reflejo borroso de uno o dos hermanos viniendo a verme cada media hora.

Pero seguía en mí mismo sitio, sin llegar a moverme ni un poco.

Al menos si te sirvió la meditación de algo.

La réplica hacia mí está en su explendor con lo que acababa de pensar, pero sí, hacia un año había entrado a un curso para meditar y poder sanar todas mis secuelas. Pero nunca ha sido fácil.

—Bella —la voz de Althaus me asusta.

Espero que diga algo más pero sé que no lo hará porque también sé que espera que entablezca la conversación yo.

¿Entablezca? Qué es esa mierda de palabra. Eso ni existe.

Ahora existe porque la acabo de decir.

Conciencia 0 - Bella Carusso 1

Sonrío por mi desvarío y recuerdo que no le he respondido a Althaus.

—¿Sí?

—¿Puedes moverte de ahí? —pregunta casual —Ya es la hora de la cena...

Lo miro sorprendida pero luego de lo que dice a continuación no sé como reaccionar.

—Es que vendrán las gemelas y ahí das una mala imagen, puedes seguir en la habitación que te hemos preparado.

Me levanto con furia y camino no sé a qué parte de la casa, así que termino por abrir una puerta de las habitaciones al azar y la imagen de un chico en toalla fumando un cigarro me recibe.

—¡Lo siento! —digo avergonzada.

¿Pero en dónde tienes la cabeza? Entre las piernas de este hombre?

El hombre me mira serio, analiza mi rostro y luego no le da importancia.

—Así que tú eres la famosa Bella Carusso —murmura, le da una calada a su cigarro y vuelve a mirarme —. ¿Ha pasado algo que perturbe tu paz en las puertas del ascensor?

Su comentario sarcástico me hace enojar.

—¿Sí les molesto no se supone que deberían mantenerme lejos de ustedes? —suelto despectiva —Digo, Althaus me ha corrido de una minúscula parte de dónde me encontraba sólo porque hacía estorbo para unas gemelas o algo así.

El chico me mira con sorpresa cuando menciono lo último.

—¿Qué? —digo irritada —¿Me vas a echar de la habitación también?

Y en esta última frase se me corta la voz, las ganas de llorar nuevamente me invaden pero no me permito soltar ni una sola lágrima.

Camino hacia la puerta y vuelvo a abrirla pero un olor a jabón de baño de hombre invade mis fosas nasales y la mano grande del hombre me cierra la puerta sin permitirme salir.

—Quédate aquí —demanda —, quédate todo el tiempo que yo esté afuera.

Su pedido me sorprende pero termino aceptando.

Después de todo, no quería ver a nadie y suponía que nadie iría a buscarme a su habitación.

—¿Cómo te llamas?

—Egger.

Y sale con la toalla puesta una vez se escucha que las puertas del ascensor son abiertas.

Reviso la habitación de Egger y veo una foto familiar con una bandera de Alemania al fondo.

Engel #1 |C.A|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora