Capítulo 13

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Adler Engel
Bella Carusso

  Las camionetas entran a una casa grande y moderna. La seguridad está vista por todo el lugar y eso llega a intimidarme un poco.

—¿De quién es la casa?

—La compramos entre todos —habla Adler —, tiene un poco de todos nosotros.

Asiento con la información que da Adler y le sonrío un poco tímida.

De todos los hermanos con Adler no interactuaba mucho. Era demasiado reservado y cuando lo vi bromear fue en la cena de la segunda noche de mi secuestro y ese día todo terminó realmente mal.

Habían llamado a Agna y había tenido que irse urgente, las gemelas se quedaron y comenzaron a insinuar cosas hasta que una de ellas besó a Althaus y la otra “tiró” sin culpa comida encima de mí. Adler las había corrido inmediatamente del penthouse y luego de eso no supe nada más de ellas.

—¿En qué parte de Alemania estamos? —pregunté curiosa.

—Hamburgo, a las afueras —me responde nuevamente Adler.

Los demás hermanos asienten y yo miro los alrededores con interés, ciertamente a la luz del día la casa era maravillosa, tenía toques modernos y jardines espaciosos, el garage, donde estaban estacionando las camionetas no fue abierto pero me dió la impresión que dentro era grande y estaban sus colecciones de autos.

El negro predominaba por fuera de la casa y muy seguramente también lo haría por dentro.

—Pensé que en Múnich —murmuré.

—No estamos en Múnich aunque ese es nuestro territorio principal porque queríamos pasar un tiempo más antes de volver —explicó Althaus.

—A mí me encanta esta casa —doy un suspiro soñador —. No creo que ninguna le gane ¡le gana al penthouse!

—El penthouse estaba bien.

—La verdad no, me gusta que aquí haya naturaleza —respiro con profundidad y sonrío —. Cero dióxido de carbono.

Los chicos ríen y yo les doy una sonrisa apenada. Camino un poco y ellos me incitan hasta llevarme a la puerta principal.

Una puerta de madera oscura y imponente está frente a mí, la puerta era como de cuatro metros por cuatro metros y eso solo hacia que la mirara con tanta curiosidad que pensaba «¿qué le pasa a este gente? No es suficiente con un puerta normal?»

—Qué grande —ahogué un grito.

Los chicos no dijeron nada y yo me limité a esperar a que ellos abrieran ese monstruo.

Ellos teclean un código y la puerta se abre con una tranquilidad que me sorprendo -aunque no debería- de ver lo que hay dentro de casa.

La estancia es amplia, tan amplia que la sala de estar tiene un televisor grande, unos muebles grandes para una gran familia, mesa de centro, mesas auxiliares, alguna que otra planta y una chimenea. Camino unos pasos y bajo dos escalones para poder dar unos cuantos pasos y estar en el inicio de la sala.

—Bienvenida a la casa Engel.

Dressler se acerca a mí y me toma de una mano para comenzar a mostrarme toda la casa, que era de un solo piso pero bastante grande para tener las habitaciones de los hermanos, sala de cine, baños, gimnasios, habitaciones para huéspedes, cocina con concepto abierto, jacuzzi en el exterior y una piscina climatizada. Casa de empleados al exterior y casa de seguridad al exterior.

Toda la casa tenía un concepto moderno, cocina actualizada, cada una de las habitaciones está arreglada y con baño propio.

—Es... increíble —digo intimidada —. ¿En serio pueden permitirse todo esto?

Digo, tocando una decoración en madera. Simulaba una manzana mordida.

—Esto y mucho más —me sobresalta Adler —. De hecho, tenemos muchas casas. Comprenderás que a veces queremos estar nosotros solos.

—Entiendo —asiento.

Los miro curiosa y todos me miran expectantes. Esperando, tal vez, una reacción de mí.

Pero no tengo nada que decir.

Yo sí.

No me interesa.

A mí sí, si no quisieras escapar podríamos disfrutar de todo esto.

Yo no quiero disfrutar de esto ¡es plata ilegal!

Tal vez no.

Lo dudo.

—¿Pasa algo? —pregunta Althaus.

—¿Tendría que pasar algo? —le respondo.

—No —se adelanta a hablar Dressler —. Vamos, te enseñaré tu habitación.

Asiento y le sigo el paso al hermano menor.

—Tienes que dejar de ser tan dura con todos.

—¿Por qué? Estoy en todo mi derecho ¡ustedes me secuestraron! —resoplo —No es como si yo haya hecho un baile pidiéndole a alguna deidad que me llevaran contra mí voluntad.

—Estás siendo injusta.

Abro mis ojos sorprendida, el me mira esperando que diga algo pero prefiero callar.

Injusta.

In-jus-ta.

¿Injusta yo?

¿Acaso yo pedí que me secuestraran?

El malhumor comienza a extenderse por todo mi cuerpo y cuando Dressler se posa delante de una de las tantas puertas que hay en la casa, termino entrando antes que él y cerrándole la puerta en la cara con llave.

Aunque sé que en cualquier momento puede entrar, tiene llave de las habitaciones.

El que pudiera entrar como si nada me colocaba de mal humor, comencé a agobiarme y a querer golpear cualquier cosa.

Engel #1 |C.A|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora