Capítulo 3

33.1K 2.3K 365
                                    

Hermanos Engel
Bella Carusso

  Los ojos del hombre que me lleva en un hombro como si fuese una bolsa de patatas habían sido lo primero en lo que más me había enfocado.

Me había repetido a mi misma que necesitaba saber el color para cuando lograra escapar daría un buen retrato hablado de mí secuestrador o secuestradores.

—¡Ya bájame! —vuelvo a chillar por sexta —Yo puedo caminar ¡bájame insensible!

El hombre que me lleva acuestas solo ríe y ignora todos los llamados de atención que le estoy dando.

—Si hubiera tenido un vestido hubiera sido aún mejor la vista.

Intento mirar hacia tras pero el que esté en esa posición me dejaba en desventaja. Quería ver quién era el que se estaba burlando de mi situación.

La risa profunda de mí secuestrador me coloca en alerta.

Esa risa debería de estar prohibida. Moja hasta lo que no sabías que tenías.

No. Dije. Eso.

—Irá en mi auto.

—Acordamos que iría en el mío, Althaus —el reproche en la voz de un hombre mayor me hace saber de quién era.

Era el que había tocado a mí puerta preguntando por mí.

—Mamá sabrá de esto —intenso sonar segura —y me buscará ¡irán a la cárcel! ¡Esto es secuestro! ¡Ayuda! ¡Ayuda!

El hombre que me tiene en su hombro me baja haciendo que pierda el equilibrio y tenga que apoyarme de lo primero que me encuentro, es decir, un pecho demasiado firme.

—Lo siento yo no... —callo cuando noto que es otro de los hombres que entró a la fuerza a mi casa —, ¿qué quieren? ¿Dinero? Puedo trabajar y pagar lo que él les debe, lo juro.

La risa burlona de quién parece ser Althaus me hace mirarlo.

—¿Nos ves con cara de necesitar dinero, Bella? —replica —No queremos dinero, no queremos rescate y tu madre...

—Althaus —la voz del sujeto que si no estaba mal se llamaba Kenan es de advertencia.

—Kenan.

Althaus resuelve mis dudas.

Las ganas de llorar no se hacen esperar y Althaus, Kenan y el hombre en el que me apoyé no saben qué cara colocar.

—¿Qué está sucediendo? —sollozo —¡Yo no les he hecho nada! ¡Él era el que me golpeaba y me maltrataba! ¡Y cuando no daba la cara era mi madre la que me escondía! ¡POR ESO AHORA ES UNA ALCOHÓLICA DROGADICTA!

Quería estallar, decir más, soltar todo. Pero las palabras no salían de mí, mi camisa color lila se volvía una poco más oscura en la parte superior cuando cada una de mis lágrimas caían en ella.

—¿Qué le hicieron idiotas? —me sobresalté cuando una nueva voz se unió.

Las lágrimas salieron con más intensidad y me avergoncé.

—¿Quieres volver al auto, Dressler? —replica Kenan —Ya nos estamos exponiendo mucho tapando estas vías y solo con la mínima seguridad.

—Cállate, Kenan —habla con burla —. Para ti todo tiene muy poco seguridad.

—Dressler.

El chico lo ignora y se acerca a mí, tiende un pañuelo desechable y lo acepto tímida.

—Soy Dressler Engel —se presenta —, mi hermano Althaus te tenía en su hombro y en quién te apoyaste es mi hermano Adler.

Lo miro fijamente y el se acerca de a poco a mí.

—Soy... Bella —susurro.

—Lo sé —ríe —, pero no niego que me gusta que te presentes.

—Bien.

La chispa de diversión en sus ojos es evidente, tiende una mano hacia mí y yo miro a Althaus esperando una confirmación que no llega, pues el jalón en mi mano me hace saber que Dressler me ha tocado.

—Te irás conmigo, mi otro hermano es más retraído así que tal vez se conozcan una vez estemos en el penthouse.

—¿Pen... penthouse? —digo sorprendida.

Este ríe como si le hubiera contado uno de los mejores chistes de la historia.

—Claro —sonríe —, ¿nunca has estado en uno?

Lo miro incómoda y niego sin darle más largas al asunto, analizaba todo lo que me dijeran.

Una vez caminamos a su camioneta todos comienzan a subir a la suya, los guardaespaldas de el hombre llamado Dressler comienzan a entrar y una vez estoy dentro suben y lo hace Dressler.

En el momento que voltea para cerrar la puerta abro la que está a mi lado y salgo a correr como si mi vida dependiera de ello.

Tú vida depende de ello, estúpida.

Escucho una risa divertido pero me obligo a no voltearme a ver qué sucede, entonces siento unos brazos alrededor de mi cintura y que mi espalda se pega en menos de dos segundos en un pecho duro.

—Muy bien —me susurra Dressler mientras aspira el olor de mi cabello —, pero asegúrate de que cuando escapes corras más rápido que esto.

Su pecho subía y bajaba un poco agitado pero yo sentía que había corrido un maratón y el que me dijera eso no ayudaba.

Sentía un enorme deseo escondido en mí que había salido con lo que Dressler me había dicho.

Engel #1 |C.A|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora