El pasado
Bella CarussoRecordar muchas veces significaba sufrir. Pero, a mi me ayudaba a sanar y, entre más contara la historia más liberada me sentiría conmigo, con los recuerdos, con todo el peso acumulado que cargaba y mis miedos descendían.
—Básicamente es eso —susurro a la madre de los hombres que me tienen secuestrada —. Mis miedos son volver a ser golpeada porque aún no sé lo que es defenderme. Sólo me metí de lleno a mis estudios y ignoré el miedo que había dentro de mí diciéndome que él volvería, pero había otra más fuerte que lograba calmarme diciendo que así como estuvo, desapareció. Aunque todo fue real.
La señora Agna me mira preocupada esperando que el llanto arrollador venga a mí, pero solo hay nostalgia por lo que tuve que pasar, por lo que mamá tuvo que pasar. Por como había decidido destruirse aún más drogandose.
—Eres valiente, Bella —habla comprensiva —. Eres hermosa, valiente y guerrera.
Niego.
—Mis angeles de la guarda fueron esas personas, no yo —susurro.
—Lo eres, Bella —reafirma —. ¿Crees que alguien se quedaría después de todo lo que pasaste? Muy pocas personas y es de admirar.
Guardo sus palabras en algún sitio importante de mi memoria y le sonrío.
—¿Seguimos? —bromeo —No creo que les guste una comida sabor a lágrimas o palabras reconfortantes.
—Se las haríamos comer, no lo dudes.
—¿El qué nos harían comer? —interviene Adler.
—Nada, cariño —finge inocencia —. Sólo algún que otro alacrán vivo a ver si se dignan a hablarme más amenudo para verlos.
—Has venido a Italia para reprocharnos —replica —. Eres una madre demasiado tóxica.
Ella da un chillido que me sobresalta y la miro sorprendida.
—¡Adler Engel Becker! ¡Te vas a retractar ahora mismo o sino haré que Bella no te quiera cerca nunca!
Ella me mira, me guiña un ojo sin que el chico que se dé cuenta y la mira asombrado.
—Mamá... —le da una mirada de advertencia —, lo siento, mamá. En realidad no lo eres.
—Ya sé que no lo sientes —sonríe ella —, pero que no quepa duda que nunca haría algo que podría dolerte o perjudicarte a ti, cariño. A ninguno de tus hermanos.
El asiente y le da beso en la frente para luego regalarme una mirada, tomar algo del plato y salir de la cocina.
—¿Cuántos años tienen? —pregunto curiosa.
—Casi todos se llevan de a dos años —ella ríe —. Althaus tiene treinta, Adler tiene veintiocho, Egger tiene veintisiete y Dressler tiene veinticinco.
Pienso en ellos como personas en miniaturas y me dan escalofríos de tan solo imaginarme los.
—Creo que eran muchos niños por cuidar.
—Lo son, créeme. Pero por suerte tuve a alguien quién me ayudó muchísimo.
—Un poco de ayuda nunca viene mal.
El timbre suena tomándonos con sorpresa, Agna me pide que la acompañe y cuando termina de abrir la puerta mis ánimos decaen.
Eran las gemelas, otra vez.
Pienso que seguramente Dressler o Althaus las mandaron a llamar y la punzada de algo en mí me inquieta un poco. Las gemelas chillan y se acercan a Agna sonrientes pasando de mí por alto.
—¡Cada vez que las veo están un poco más grandes! —ella ríe.
—Y hermosas.
Añade una de ellas.
Agna asiente y yo termino por caminar de vuelta a la cocina dejándolas a ellas solas. No quería estar en un mismo espacio que ellas.
Corto vegetales y ignoro las pisadas que se escuchan cada vez más cerca.
—¿Cómo van los estudios? —pregunta Agna seguramente a una de las gemelas.
—Soy una de las mejores promedios —alardea una de la chicas.
—Tengo que presentarles a alguien —ríe emocionada Agna.
Si supiera que ya las conocí y con menos ropa de la que llevan.
—¿En serio? —finge sorpresa una de ellas.
—¡Sí! —responde —Es demasiado gentil, es inteligente y muy bonita.
—Queremos conocerla.
Los pasos cerca de la cocina se escuchan así que me apuro a seguir cortando mas vegetales.
—Bella, ellas son las gemelas.
Dejo el cuchillo dónde está y la vaga idea de por qué no utilice me ataca pero luego descarto ese pensamiento, estaba en contra de la violencia.
—Hola, soy Bella —finjo no haberlas visto.
Me miran de arriba abajo y disimulan entre ellas.
—Soy Clarie —extiende una de ellas su mano —y ella es mi hermana Flor.
La otra solo me da una sonrisa falsa y yo asiento.
Tomo nuevamente los implementos y sigo cortando.
—¿Podemos hacer un poco más? Ellas se quedarán a comer —propone Agna.
Ay no, ay no.
—Está bien, ya estoy en eso.
—Eres un ángel, Bella.
Saco un poco más de cosas. Lechuga, espinacas, tomates, pimentón y me propongo a hacer lo que tengo en mente.
Sería una ensalada ligera y de plato sería pollo en Coca~Cola, papas fritas y alguna bebida que ellos gusten.
Agna me había dejado escoger lo que comeríamos y desde hacía mucho tiempo no tenía dinero para cocinarlo, así que había aprovechado el pase libre de la cocina.
A eso de las siete de la noche ya las gemelas estaban por ahí dando vueltas con Agna, los chicos no habían aparecido y yo estaba acomodando todo en la mesa principal.
—No van a venir a comer aquí —la voz de una de la gemelas me hace sobresaltar.
—¿No? —pregunto temerosa.
—No, ya lo hemos intentado muchas veces pero siempre se niegan y terminamos llevan sus comidas a las habitaciones o donde también pasan mucho tiempo, en el estudio.
Asiento, no muy convencida.
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Engel #1 |C.A|
RomanceUn secuestro, cuatro hermanos y mucho poder en juego. Bella se ve envuelta en sensaciones que en su inocencia nunca creyó sentir, el amor, la pasión y el sexo desenfrenado comienza en su nueva vida cuando sus verdugos la secuestran. ¿O la salvan del...