Planes
Bella CarussoLa propuesta de Dressler había despertado en mí una parte que mantenía oculta. El deseo y la lujuria se habían asomado y por un momento pensé en aceptar, por un momento mi mente había dado el sí.
Que ellos, tanto como yo, queríamos.
Pero había decidido salir como si mi vida dependiera de ello. Porque mi parte razonable me decía que estaba mal.
¿Pero por qué se sentía tan bien?
Era mi pregunta.
Había buscado a Egger pero me había encontrado con un Althaus y un Dressler.
Aún sentía el pecho de Althaus presionandome y recuerdo como mi mente gritaba que me besara ya pues temía porque la parte razional saliera a flote y lo hizo cuando Dressler irrumpió y evitó que Althaus y yo llegáramos a más.
Vuelvo a la habitación de Egger y pienso en quedarme ahí lo que restaba de ese nuevo día pero en cambio escuché un estruendo.
—¡No vas a entrar! —era Althaus.
El jaleo se escuchaba más de cerca.
—¡Pero claro que voy a entrar, Althaus! —chilló una mujer —¡¿Cómo pueden ponernos en riesgo así?! ¡Es de Florencia! ¡FLORENCIA! Esos territorios son enemigos.
—Madre, por favor —rogó Dressler.
—Hicieron mal —se escuchaba más calmada —, hicieron muy mal, ¡yo no los crié así! Y mucho menos que pierdan la cabeza por una italiana. ¡En Alemania hay un montón de chicas!
—Es ella —esta vez era Adler.
El que interviniera me dejó sorprendida pues no lo había visto desde lo de las gemelas.
Estaba sentada en la cama esperando. Porque estaba segura que la madre de ellos iba a entrar.
—¿Qué?
—Es ella —volvió a repetir.
¿Es ella? ¿Ella quién?
No tenía que importarme, ¿por qué tendría que importarme?
—¡Hubieran empezado por ahí, ineptos! —chilló un poco más alegre.
Al fin y al cabo abre la puerta y ella me mira sonriente.
—¡Así que tú eres Bella! —se acercó a mí a paso rápido y me dió un abrazo —No sabes hace cuánto quería conocerte, cariño...
Me muevo incómoda y les doy una mirada de ayuda a los hermanos.
—Mamá no la agobies.
—Sí vieja, no la agobies —la burla de Dressler no la pasó por alto.
—¡No haré tu comida favorita por un mes! —replicó.
—¿Qué? —masculló ofendido —¡Pero si yo soy tu favorito!
—El favorito de madre soy yo —dijo serio Althaus.
—Ninguno es mi favorito —repuso ella —. Mi favorita es Bella.
Ella me sonríe pero la verdad no entendía que sucedía, estaba perdida. La madre de estos chicos era llena de vida, además de joven.
—Espero que cuando lo aceptes, Bella. Veas que puedes dominarlos —ríe ignorando a los hermanos —. Tú serías la única, además de mí y la abuela, que puede manejar a estos chicos.
—Yo no necesito que me maneje nadie —replica Althaus.
—Tú cállate.
Miro fijamente a la señora y asiento sin saber que decirle, estaba incómoda y varias veces quise decirle que cuando tuviera oportunidad de escapar, lo haría.
—Por cierto, Bella. Me llamo Agna Engel —sonríe complacida —y mi esposo se llama Acker Engel. Ya tendrás la oportunidad de conocerlo.
La euforia que podía soltar Agna llegaba a contagiarme.
—Me llamo Bella Carusso Jordan.
—¿Así que tu madre no es italiana? —preguntó curiosa.
—Es de Estados Unidos —le respondo —, conoció a papá en un viaje que hizo a Florencia y se casaron luego de unas cuantas copas encima.
Había hablado con Agna Engel casi toda la tarde y eso me había distraído tanto que, había logrado sentirme tranquila, sin querer volver a saber de lo que había dejado atrás.
—Gracias, señora Engel —reí.
Estábamos en la cocina tratando de preparar algo juntas.
Ella solo sabía cocinar algunas cosas, lo más importante, como decía ella. Los platos favoritos de sus hijos y esposo.
—No tienes nada que agradecerme, Bella —amasa con fuerza hace una mueca —. Puedes llamarme Agna, odio que me digan señora.
—Está bien, seño... Agna.
—Bien, hemos estado hablando toda la tarde de mí ¿qué puedo saber de ti?
Río un poco tímida y miro para todas partes para luego suspirar, tomo un par de respiraciones y me aseguro que no voy a llorar apenas abra mi boca.
—Papá comenzó con la bebida cuando tenía nueve años, primero de a poco y luego incluyó las apuestas a su radar de autodestrucción —explico sorprendentemente tranquila —. Dos años después comenzó con más intensidad, comenzó a golpear a mamá y cuando por primera vez la dejó inconsciente en su radar entré yo. Bebía, apostaba, perdía, golpeaba a mi madre y luego me golpeaba a mí. Una y otra vez se repetía el ciclo cada día, cada noche. Algunas veces podía salvarme de las palizas pues mi madre conseguía esconderme bien y las recibía por mí, por dentro sólo decía “por favor, haz que se vaya. Que ya sea de día y que se vaya, por favor...” así como también suplicaba porque nunca terminara sin trabajo. Porque eso hacía que no estuviera en caso y yo pudiera hacer las cosas del hogar y cuidar a mi madre o, si las dos resultabamos muy golpeadas, curarnos a las dos y rogar que esa noche no perdiera dinero.
El alivio de ambas cuándo venía contento lo valorabamos pero, a mamá, ahora que lo comprendo, le tocaba acostarse con él. Sólo, para que al día siguiente, el la despreciara —intento reprimir recuerdos vividos —. La última vez, golpeó tan fuerte a mi mamá y pude soportarlo, salí le grité y me gané la golpiza de mi vida. Recuerdo que algunas personas entraban en la escena, pero sinceramente no sé qué más pasó.
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Engel #1 |C.A|
RomanceUn secuestro, cuatro hermanos y mucho poder en juego. Bella se ve envuelta en sensaciones que en su inocencia nunca creyó sentir, el amor, la pasión y el sexo desenfrenado comienza en su nueva vida cuando sus verdugos la secuestran. ¿O la salvan del...