Obsesiones
Althaus EngelEl líquido que ingiero baja por mí garganta sin causar algún efecto en mí, la rabia quiere estallar y el no saber qué está pasando con mi maldita vida me tiene más enojado de lo normal.
Estallo el cristal contra la pared y vuelco todo lo que hay en mi escritorio, los recuerdos que tengo con ella me azotan como una maldita plaga y ni borracho puedo dejar de pensar en ella.
Los tacones se escuchan por el pasillo de la casa, dejándome saber que Kristine está a punto de entrar.
—Tienes que dejar de tomar —se acerca a mí con un plato de comida —, por favor, Althaus... tienes que avanzar.
—Lárgate de aquí —ladro —, ¡no te he llamado! Piérdete de una jodida vez.
Se quita sus zapatos y los hace a un lado, la falda de tubo que tiene le alarga las piernas de más. Su camisa blanca de manga corta con escote frontal hace que por un momento pierda mi mirada en ellos.
Ella sonríe y se acerca a mí, coloca la comida en el escritorio y se posa a un lado de ella.
—Tienes que comer, gruñón —vuelve a sonreír y yo solo quiero tirarla de ahí —. Sólo inténtalo.
—Bájate del escritorio, Kristine —digo fastidiado —. No estoy de humor.
Coloca sus manos en mi pecho y finge arreglar una arruga inexistente de mi camisa.
—Tu nunca estás de humor —acerca su boca a la mía —pero yo puedo ayudarte con eso, gruñón.
Miro sus labios, repaso su cara y cuando estoy a punto de aceptar, nuevamente su cara se filtra en mi maldita mente y termino levantandome. Kristine se asusta y se hecha hacia atrás, yo la miro y luego me dirijo a salir de la habitación.
La irritación es tanta que tomo mi celular y busco el contacto con el que he hablado más de cinco veces al día últimamente.
—Señor.
Respiro y trato de tomarme las cosas con calma.
—¿Hay señales de ella?
—No. Aparece y desaparece.
—Esa maldita arpía sabe que la estamos vigilando —tomo el puente de mi nariz y la estrujo —. Tienes que encontrarla y darme un maldito reporte, sino, eres hombre muerto.
Cuelgo sin esperar alguna respuesta y voy en busca de mis hermanos.
La estaban pasando mal, la maldita italiana en ningún momento había intentado hablar con nosotros y el haber perdido el rastro de ella desde hace un mes me estaba volviendo loco.
La había seguido desde el día uno, su rutina, con quién se veía, a donde iba. Absolutamente todo. Y luego se había perdido sin más, sin dejarme alguna maldita pista y eso era lo que más me jodía.
Sabía que alguien la estaba ayudando y, aunque tenía sospechas no estaba nada confirmado. Así que me había tocado utilizar recursos, recursos que desde el primer mes de su partida había utilizado pero no con frecuencia. La prensa. Mi padre iba a dejarme al mando de todas las empresas junto con mis hermanos y como la cara mayor, tendría que dar entrevistas, dejarme ver y dar puntos de vista y opiniones.
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Engel #1 |C.A|
RomanceUn secuestro, cuatro hermanos y mucho poder en juego. Bella se ve envuelta en sensaciones que en su inocencia nunca creyó sentir, el amor, la pasión y el sexo desenfrenado comienza en su nueva vida cuando sus verdugos la secuestran. ¿O la salvan del...