Capítulo 47

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Traiciones
Bella Carusso

La rabia a veces puede llegar a ser un buen detonante para malas o buenas decisiones. Depende por dónde lo mires. Y el que el sentimiento sea más fuerte que el miedo, logrando bloquearlo. Lo agradezco.

—Un solo movimiento y te reviento la cabeza de un balazo, cagna —susurra en mi oído lamiendolo a su vez.

El asco viene a mí y el apartarme sin importar su orden da pie para más réplicas.

—¡Tengo a la perra! —informa con un grito.

El sonido de armas, pasos y risas se activan como un interruptor y el sentirme como una estúpida es lo primero que me ataca.

¿Por qué no nos puede salir nada bien?

Ignoro la voz de mi conciencia y respiro con calma intentando fingir que no pasa nada. Qué no significa nada.

Pero significaba porque sabía que Althaus no se quedaría sin hacer nada y el miedo a que el loco de Jaxen le hiciera algo estaba calando en mí.

—Reúnamonos con tu querido cuñado —sonríe.

Eso hace que deje de caminar y lo mire esperando una respuesta.

—Lamento decírtelo, princesa. Pero tu querido también está con nosotros.

El no entender hace que mi corazón corra veloz.

—¿Qué? —pregunto sin importar las consecuencias.

—Vas a hacerle compañía —me guiña un ojo mientras me obliga a caminar —, está un poco golpeado pero es porque se lo ha buscado.

Dressler.

Mi corazón se comprime y el sentir que tengo que hacer algo comienza a rondar con fuerza en mi mente.

Jaxen comienza a hablar con sus guardias mientras camina, estando cerca de la carretera que se logra divisar comienzan a apagar las luces y eso me hace sentir con ventajas.

Cuando apagan la última linterna, me safo del agarre de Jaxen y seguidamente dándole un cabezazo con fuerza haciéndolo retroceder.

—¡Maledetto figlio di puttana! —maldita hija de puta.

Grita en mi lengua natal.

—Puttana sì, ma non tua —sonrío con burla, saco mi arma y cuando estoy apunto de disparar me tumban.

—¡¿Crees que estoy solo, cagna?! —chilla Jaxen en mi oído.

Me toman de los brazos y los amarran detrás de mí espalda.

—Te he golpeado y en menos de un minuto casi mueres por mi mano —me burlo —. Tus lavaperros son muy lentos.

Le escupo en la cara y por eso el golpe que recibo con fuerza en la mía me desorienta un momento.

Vuelvo a reírme para no darle el gusto.

Y el querer matarlo con mis propias manos es tanto que comienzo a removerme con fuerza intentando quitar las manos de sus guardias de mí.

Engel #1 |C.A|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora