Capítulo 35

19K 1.2K 143
                                    

Althaus
Bella Carusso

  La sangre comenzó a esparcirse por toda su camisa blanca. La culpabilidad me golpeó a mil porque por mis arrebatos había herido a Althaus.

—¡No! —grité y intenté acercarme.

Uno de sus hermanos reaccionó rápido y me tomó con fuerza mientras las balas comenzaron a pasar de un lado a otro. Mis ojos no quería desprenderse de la camisa manchada en sangre que casa vez se hacía más y más grande. Althaus intentó sostenerse de pie pero aún así se le dificultaba un poco.

Joder, maldita sea. ¿Estás estúpida? Cómo vas volverte una loca en una situación como esa.

Pero lo cierto era que sí me había dolido como había hablado Althaus y el que dijera que quería volver a tener a quien sea en su cama me enfermaba en gran manera.

—¡Suéltame! —comencé a gritar.

Pero no me hacían caso y eso era lo más frustrante.

—¡Déjame! ¡Déjame verlo! —intento soltarme pero el agarre fuerte no me deja —¡Por favor!

—¡¿Por qué mierdas no te puedes quedar quieta?! —grita cerca de mí cara Egger —¡Nos pueden pegar por tu culpa otro balazo y solo quieres gritar y correr como una loca!

Mis ganas de llorar aumentan. Empujo a Egger con fuerza y lo miro con rabia.

—¡Pueden joderse todos ustedes! —sollozo mientras me agacho y intento que ninguna bala me roce —¡Ustedes me han arrastrado a todo esto!

Egger me mira algunos segundos y sigue disparando. Intento buscar a Althaus con la mirada y la imagen que recibo me enoja más de lo que estoy.

Las gemelas estaban tomando a Althaus para sacarlo de ahí. No me miraron en ningún momento, sólo tenían ojos para él. Y eso me jodía un poco porque el intentó ignorarme como si no hubieran recibido una bala en el abdomen por mi culpa.

Mis sentimientos varían y no sé cómo reaccionar más que para comenzar a separarme de los hermanos y los guardias.

Comienzo a correr en dirección contraria y rezo para no encontrarme con nadie. Mi corazón latía deprisa, mis pulmones comenzaban a cerrarse y mi cuerpo pedía aire a gritos. El sonido de balas a lo lejos se podía divisar y yo no sabía en qué lugar estaba.

Mi corazón estaba corriendo como loco, sintiendo un dolor insoportable, no me quería aguantar ni a mí misma y la desesperación me ganó al punto de gritar con fuerza.

Me gustaban.

Me gustaban muchísimo, me gustaban tanto que me dolía el punto y aparte que era su vida anterior a la mía.

Me molestaba el echo de que insinuara que quería seguir follandose a otra mujer que yo no conocía. Me jodía tanto que el pensar en que los cuatro estuvieron con las gemelas, creaba contradicciones en mi interior.

¿Qué hacían ellas ahí? ¿Quién las llamó y como supieron que estábamos ahí?

—Así que a la princesita la han dejado sola —me paralizo escuchando esa voz.


Engel #1 |C.A|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora