Capítulo 37

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Escape
Bella Carusso

  El pánico comienza a hacerse presente cuando comienza a tocarme, no sé qué hacer y el recuerdo de los hermanos insistiendo en que aprenda a luchar llega a mi mente y me reprendo por no hacerles caso.

La culpa se extiende por todo mi cuerpo y cuando siento la mano de Jaxen en mis senos intento quitarlo de encima mío.

—Me encanta domarlas cariño —gruñe en mi oído seguido que su lengua lame la parte inferior de este.

—¡Suéltame! —intento forcejear.

No quería llorar, no quería recordar.

—Cállate —sisea —, ¡vas a pagar por él!

Niego intentando colocar resistencia. El rencor en mi pecho estalla porque la rabia por ser una deuda solo trae a mí recuerdos que quiero olvidar.

—¡Déjame! ¡Déjame! —lo empujo.

Me voltea para mirarlo a la cara y el enojo en su mirada hace que quiera encogerme.

—¡No me toques Figlio di mille puttane!

Vuelve a acercarse, su mirada en menos de dos segundos no me demuestra nada y seguido a eso me golpea con fuerza en mi mejilla. Mi labio inferior se rompe y la sangre comienza a brotar de él.

—Il tuo dannato tedesco non ti salverà da ciò che è in serbo per te, cagna — tú maldito alemán no te va a salvar de lo que te espera, perra —. Te voy a utilizar y a matar.

Intento salir a correr pero me detiene y me toma con fuerza de la camisa rompiéndola en el proceso. Me trago los sollozos que amenazan con salirme a gritos y intento con todas mis fuerzas separarlo de mí.

Nuevamente me gano otro golpe en la mejilla y luego segundos después estoy tumbada en el piso con él encima de mí riendo como un maniático.

—¡Althaus! —comienzo a gritar —¡Egger! ¡Adler! ¡Dressler!

Jaxen se ríe nuevamente y me toma del mentón con fuerza obligándome a que lo mire.

—No te van a escuchar muñequita —se frota contra mí —. Te han dejado sola...

—¡Adler! —vuelvo a gritar sin importarme las palabras de Jaxen —¡Suéltame! ¡Suéltame!

El que me tuviera inmovilizados mis brazos en la parte superior con una de sus manos solo hacía que me desesperara más porque con su otra mano la pasaba por algunas partes de mi cuerpo.

—Deliciosa —susurra.

Grito con fuerza intentando no ahogarme con el llanto. Jaxen pasa sus manos por mis senos y los aprieta con demasiada fuerza haciéndome llorar.

Su miembro va cobrando vida con cada frotada que se da contra mí.

—¡No! —intento nuevamente soltarme.

Jaxen abre mi pantalón jean con su mano libre y lo baja de a poco.

—¡No lo hagas! ¡No lo hagas! —sollozo —¡No me toques más! ¡Ya no más!

—¡Cállate! —grita con rabia —¡Es lo mínimo que te mereces!

—¡No más por favor! —intento patear sin mucho éxito —¡No más!

Un grito se escucha con fuerza segundos después de que Jaxen me baja la ropa interior y me doy cuenta segundos después de que he sido yo.

Sus dedos en mi intimidad me asquean, intento cerrar mis ojos con fuerza pero no me viene ningún pensamiento a la mente sino el mismo mantra “me está violando”.

Un disparo resuena por todo el lugar donde estábamos y segundos después aparece Althaus con una nueve milímetros. Vuelve a disparar dándole en todo el pecho a Jaxen.

—¡Ni pienses que te voy a dejar morir maldito hijo de perra! —grita cuando está cara a cara con él.

Me lo quita de encima y yo retrocedo buscando una pared a la qué apoyarme. Sus hermanos llegan un minuto después y yo intento buscar algo con lo cual cubrirme.

—Curenlo —escucho como ordena Althaus —. Él no va a morir ahora, lo deseará pero no lo hará.

Egger llega corriendo a mí y me tiende su chaqueta, cuando se acerca a ayudarme con ella retrocedo por instinto cuando los recuerdos de hace unos minutos me estaban sucediendo.

Egger nota esto y se devuelve con furia hasta Jaxen.

—¡¿Qué le hiciste, hijo de puta?! —le golpea el rostro.

—La toqué —suelta con burla —y no te imaginas lo deliciosa que estaba la hembra de tu hermano, amigo.

Sollozo apenada y nuevamente la culpa me invaden.

Los hermanos intentan irse contra Jaxen pero los guardias que trajeron con ellos los detienen.

—¡Saquenla de aquí ya, joder! —ruge Althaus con su tono de voz cansino.

Cuando Dressler me va a colocar una mano encima grito.

—¡No me toques! ¡No me toques!

La culpa en mi interior se desliza en mi cuerpo, haciéndome sentir mal. Evito mirar a todos los que hay alrededor y me enfoco en mirar solo a Althaus. Un parte de mí siente alivio al verlo lo más cerca posible a estar bien y con eso para mí era suficiente. La presencia de las gemelas pasó a segundo plano para mí cuando caminé yo sola por el lugar donde me indicaban.

Me sentía sudada, sucia y irrespetada.

Me había tocado sin mi consentimiento, me había violado.

Camino sin escuchar a nadie con la rabia y el resentimiento creciendo con cada minuto que pasaba.

Uno de los guardias me va a dar la mano para subir a las camionetas pero me aparto.

—¡No la toques, imbécil! —escucho detrás de mí a Althaus —El que la toque le corto una mano.

Intento replicar pero decido ignorarlo subiendome sin decir nada.

Todo esto había sido mi maldita culpa.

Engel #1 |C.A|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora