Capítulo 39

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2 meses
Bella Carusso

  Jadeo cuando el aire me falta pero no paro, sigo moviendome más y más rápido cada vez más. Althaus gruñe y yo le doy una sonrisa juguetona.

—Dame más —la autoridad en su voz me eriza los brazos y mis pezones se despiertan aún más.

Nuevamente lanzo una patada que, por tercera vez, Althaus esquiva.

—Esto no está funcionando —gruño.

Althaus suelta una risita y libera mi tobillo de su agarre, busca su camisa con una mirada burlona hacia mí.

El sudor nos recorre a ambos y el ambiente sexual que hay solo me prende más.

—No está funcionando porque te distraes con mi maravilloso pecho —guiña un ojo.

—Puedes soñar —resoplo.

Camino hacia dónde está, me acerco provocándolo y me agacho para tomar mi botella de agua, la destapo, lo miro y procedo a echarme agua en mis senos.

El top inmediatamente se moja aún más combinando el sudor y el agua en él y yo suspiro de los refrescante que es la sensación.

—No creo que sea yo la que se distraiga —susurro muy cerca de él.

Comienzo a reírme y él me frunce el ceño malhumorado.

Las puertas del gimnasio de abren y un sonriente Dressler me recibe.

—Una semana sin saber de ti y lo primero que veo es que estás metida aquí —bromea.

Se acerca a mí y me da beso directamente en la boca.

—Está conmigo, no jodas —resalta Althaus.

—Necesitaba entrenar —me quejo yo.

—Llevas entrenando dos meses enteros, Bella —resopla divertido colocando un brazo encima de mis hombros —. Y estás muy buena, nena. Yo te rezo, pero debes darte un maldito descanso.

—Me daré el descanso cuando los venza a cada uno de ustedes en el combate cuerpo a cuerpo y por el momento solo he podido contigo —le beso el mentón.

—Te dejé ganar.

Me río —. Mis ovarios.

Los dos hermanos se ríen y yo empujo a Althaus. Los dos me dan una mirada juguetona y luego se miran entre ellos.

—¿Qué están...

No termino mi oración cuando siento que mi cuerpo ya no está en el suelo del gimnasio. La nalgada fuerte que recibo me hace abrir los ojos sorprendida mirado a Althaus.

—¡Me ha nalgueado! —le chillo.

—Seguro te lo merecías —sonríe inocente.

—¡Bajame ahora, Dressler! —protesto —¡No respondo si no me bajas ahora mismo!

Dressler comienza a caminar conmigo en su hombro y yo comienzo a replicar, insultar y patear.

—He visto que estás muy caliente, Italienisch —escucho su risa malvada —. Así que he pensado que quizás quieras un chapuzón.

—¡No lo harás! —grito —Me voy a bañar en la ducha como una persona normal.

—Qué mal que personas normales no seamos, trigueña.

Comienzo a removerme con ganas y antes de que salga al jardín trasero logro tumbarnos.

Me levanto rápidamente y Dressler ya está en posición también esperando mi ataque.

—Oh nena no sabes cómo me gusta jugar al gato y al ratón —sonríe —. Y yo adoro ser gato.

Althaus queda en segundo plano esperando que alguno de los ataquemos.

—Creo que hoy vamos a cambiar de papeles —relamo mis labios —. Necesitas un escarmiento, manipolatore.

Dressler lanza primero hacia mí un puño que bloqueo con bastante facilidad, pues solo quería darme por distracción. No sé la dejo fácil y se la devuelvo en menos de un segundo y lo empujo con fuerza para darme más espacio.

Sabía lo que tenía que hacer.

Dos meses. Dos malditos meses entrenando día y noche para aprender a defenderme. Althaus ese mismo día me había obligado a entrenar y una semana después me envió con su madre, ella comenzó a entrenarme porque sabía cómo hacerlo. Seguido de eso la abuela también se unió dándome su apoyo y dejando de lado las actividades físicas porque aunque se viera joven no le gustaban los golpes, así que ella ayudó en apoyo emocional y manejo de armas.

Lloré un mes entero hasta que me aburrí y decidí que era tiempo de lamentarme por lo que había pasado y aunque aún me costara aceptar que no había sido mi culpa estaba avanzando muchísimo mejor.

Aunque no quitaba el echo de sentirme culpable viéndome la herida de bala que tenía Althaus.

Althaus.

El único hermano con el que no me había enrrollado y aunque la tención sexual crecía y crecía desde que había entrado solo había hecho eso, entrenar. No había una fama caliente esperándome con uno de ellos. Eran noches frías y solas. Noches en las que tuve que acostumbrarme y luchar conmigo misma porque me veía una y otra vez debajo de ese maldito perro.

Y aunque habían pasado dos meses, Althaus mantenía su palabra. Yo sería quién le diera el golpe final.

El sentimiento de arrepentimiento me abandonó al día siguiente de lo sucedido y sabía que la estaba pasando mal. Y sus torturas eran las peores cuando tenía bajones, gritaba con pánico o cuando lloraba sin tener algún motivo.

Me distraigo pensando que paso dará Dressler y me golpea el estómago tirandome al piso.

—La mente aquí, Prinzessin.

—Te saldrá caro, Dressler Engel —recupero aire y me levanto.

—¿Eso es lo que has aprendido en dos meses, Bella? —me pincha —¿Nada?

—Meteré tu culo a la alberca y luego me dirás lo contrario.

—Ya veremos —habla con burla.

Le lanzo una patada que intercepta perfectamente, me mira burlón y me lanza un beso. Finjo mirar algo detrás de él y el cae pensando que es verdad dándome la oportunidad de soltarme, tirarme encima suyo y con mi cuerpo impulsarme dando una vuelta, haciendo que este caiga sosteniendome de mis caderas.

Vuelvo a relamer mis labios y la mirada de Dressler se muestra tan hambrienta que me calienta.

—Bambino troppo caldo —susurro una vez estoy pegada a su pecho.

Dressler se ríe y yo me levanto de encima suyo dejándolo en paz.







Traducción.

Bella: Demasiado caliente, cariño.

Engel #1 |C.A|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora