Capítulo 18

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Cambios II
Bella Carusso

  Trato de hablar pero Althaus me roba el aliento, el beso era intenso. Demasiado intenso. Estaba desnuda y Althaus estaba con ropa y aún así, no me sentí cohibida.

El no haría nada que yo no quisiera y eso me aliviaba bastante.

Sus labios besan mi cuello con fervor, pasa la lengua por debajo de mi oreja y le jadeo que suelto hace que Althaus se pegue más a mí, terminó tocando la pared del baño y sintiendo su erección.

—Más... —jadee.

Siguió besando y bajando de a poco hasta dar con mi seno desnudo, mis pezones estaban más que despiertos y esperando por al menos, una caricia. Su aliento caliente en uno de mis pezones me vuelve loca, con mis manos le dirijo su cabeza hacia lo que quiero pero Althaus me detiene.

Suelta una risita.

—A mi manera, italiana —susurra.

Pasa la lengua, el gemido que intento controlar logra salir y hace que Althaus tome una de mis piernas y la enrolle en su cintura, me impulso con la otra y termina cargándome. Una de sus manos está en mi trasero y la otra en uno de mis seno, los apreta y chupa de él.

Gimo.

—Silencio —habla con mi seno en su boca —, haz silencio italianita, sino tendremos que parar.

Intento frotarme pero el pantalón que trae Althaus dificulta la tarea, mis manos en su pecho buscan los botones de su camisa, intento quitarlos pausadamente pero termino rompiendolos y me sorprendo de mí misma al ser tan salvaje.

El deseo me recorría de pies a cabeza y el que Althaus le diera atención especial a mi pecho solo me ponía cachonda y en aumento.

Tocan a la puerta del baño y yo sobresalto.

Althaus sigue lamiendo, chupando, magreando.

—Si no salen en cinco minutos no dudaré en entrar —era la madre de Althaus, Agna —. Quiero nietos pero es hora de almorzar ¡tengo hambre!

Y así como llega, se va.

Althaus se despega y suspira pesadamente.

—Creo que mejor me voy —susurra agitado.

La vergüenza comienza a hacerse presente en mí.

—Bien... —suspiro.

Trato de calmar mis respiración pero está hecha un desastre.

—Terminaremos con esto, Bella —es una promesa.

—Sí... —me sorprendo a mi misma —, digo, no.

El ríe sin humor y me da un beso en la frente.

—Ya lo creo que sí —sale de la ducha —, ha sido un honor probarte, italiana.

Y con eso se va, dejándome más aturdida y caliente que nunca.

•••

Salgo de la habitación con un vestido de verano y sandalias, el día era lo suficientemente caluroso como para intentar colocarme algo más cubierto.

—Estoy lista —aviso una vez llego a la sala.

El cabello de Althaus está perfectamente peinado, aún con rastros de humedad. Se ha cambiado completamente y mis manos pican por quitarle la ropa.

—Egger y Dressler llegan directamente al restaurante —habla Agna —. Bella, él es mi esposo, Acker Engel.

Le doy una sonrisa nerviosa y me acerco a él.

El parecido de sus hijos con el señor Acker era sorprendente.

—Mucho gusto, soy Bella Carusso —extiendo mi mano.

—Acker Engel, un gusto Bella Carusso —sonríe tomando mi mano.

Asiento, suelto su agarre y camino hacia Althaus, Adler sale de la cocina con un celular en la mano y nos mira.

—Por fin —rueda los ojos.

Lo miro fijamente y el me pilla haciéndolo, me sonrojo y el solo me guiña un ojo.

Salimos de la propiedad Engel y nos subimos a los vehículos que nos llevarán al restaurante para almorzar.

—¿A dónde vamos? —hablo curiosa.

—Al centro de la ciudad, iremos a un restaurante italiano —responde Althaus.

Lo miro con una sonrisa y el me la corresponde.

El recuerdo de lo que hacíamos hace minutos atrás me ataca y volteo la cara para mirar el camino.

—No es malo recordar, Bella —susurra Althaus en mi oído.

Mi piel se eriza, mi pulso se acelera y siento que mi ropa interior comienza a mojarse levemente.

Aún no sabía bien que me había impulsado para pedirle a Althaus que me besara en la piscina, pero lo había deseado tanto que no pude reprimir lo que sentía.

Cada uno de los hermanos tenía algo que me gustaba pero el que Althaus y yo ya pasaramos a segunda base hacia que quisiera hacerlo también con sus hermanos. Hermanos a los que les estaba aplicando la ley del hielo sin ya, razón alguna.

Extrañaba hablar con Egger, las bromas de Dressler y la actitud reservada de Adler. Quería volver a dormir con cada uno de ellos y con ellos juntos, quería todo y ese sentimiento me abrumaba tanto que no sabía si estaba bien.

Sin dudas está más que bien.

A veces tengo problemas de conciencia, la mía estaba muy mal si me daba esos consejos. Yo estaba muy mal por darme esos consejos.

—¿Estás bien, Bella? —la pregunta de Althaus me sorprende.

Miro a Adler pero este parece estar interesado en su celular, así que nos ignora. O eso quiero creer.

—Sí, estoy bien Althaus —sonrío.

—¿No más volver? —me sorprende su pregunta.

—No más volver, Althaus —susurro más para que para el.

No quería volver, eso era una verdad en toda su expresión.

Lo había pensado, lo había analizado y la verdad nada me ataba a mi vida anterior. Mamá estaba mal y iba por terminar de hundirme a mí y yo no quería hundirme aún.

Engel #1 |C.A|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora