Capítulo 24

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Claro/Oscuro
Bella Carusso

   Golpeo mi cama con la almohada. Sabía que no podía desquitarme así simplemente pero era mejor que romper cosas. Ayudaba bastante a canalizar.

Si no estabas tan enojada, claro.

Pero yo estaba lo que le sigue enojada, así que el hecho de golpear y golpear la cama con la almohada solo me hacía enojar más y más.

—Hijo de puta.

—¡Lo odio!

—¡Es un imbécil!

Me quejo mientras golpeo una y otra vez.

La ira no se me va y termino tirando todo de la cama, las lágrimas golpean mi rostro pero no hago el intento de reprimirlas. Una vez hago un desastre la cama sigo con el escritorio, parto algunas cosas y luego comienzo a gritar.

Los golpes en la puerta comienzan a hacer presencia, son los hermanos. Los ignoro y sigo desahogandome.

Todos los cuatro son iguales.

Todos me quieren encerrada.

Todos me quieren secuestrada.

No los soporto.

No los soporto.

—¡No los soporto! —exteriorizo.

Logran abrir la puerta, sigo llorando, el pánico de lo antes vivido se arremolina en mi pecho y no soy capaz de parar.

Hace tanto tiempo que me quiero desahogar.

Althaus me toma de los brazos pero me zafo sin querer que me toquen, no sé que hacen los demás hermanos, sólo puedo reconocer a Althaus.

Nadie más que él tiene el agarre tan salvaje.

Porque así me agarró en la ducha.

—...mate —me hablan —, Bella... no...

Ya no era el estar secuestrada, era todo lo que había vivido con mi padre, el desespero de mi madre por drogarse y alcoholizarse. Era yo soportando y guardando.

Y ya no quería soportar y guardar.

Sigo moviéndome sin saber que hacer, no escucho nada, no siento que nadie esté lo suficientemente cerca pero siento el toque de alguien en mis brazos tomándome con fuerza.

—...quilizante —alcanzo a captar.

Mi cuello siente un pinchazo, sigo moviéndome cada vez con mas lentitud hasta que todo es oscuridad.

A veces lo peor que puedes hacerle a una persona es quitarle la libertad. Aunque parezca mínima es una cosa que a largo tiempo se puede apreciar.

Siempre tuve ese poquito de libertad, la libertad de irme de mi casa cuando ni mi propia madre no se aguantaba drogada y alcoholizada, la libertad de irme cuando yo sentía que no podría más. Ya no podía hacerlo. Y el intentar escapar no estaba en mis planes, ya no y menos cuando estábamos lejos de la ciudad y yo no podría llegar a ella o a un lugar donde pueda encontrar ayuda.

Estaba encerrada en una linda casa a las afueras, con un montón de seguridad rodeando todo.

Era una mierda.

—¿Por qué fuiste tan capullo? —escucho la voz de alguno de los hermanos.

Me sentía pesada y cansada, lo último que recordaba era perder el juicio y comenzar a lanzar todo.

Me había dolido tanto lo que me había dicho Althaus.

Porque era verdad, yo no podía salir de aquí y no sabría si volvería a salir en mi vida y eso de alguna forma era triste.

—No vamos a volver a pelear por esto —la voz de Adler es la que logro reconocer.

—¡Me vale una mierda! —sisea quién creo que es Egger —Estábamos dando pasos cortos con ella y seguramente con esto tendremos que volver a comenzar.

—Tenemos mucho tiempo después de todo no podrá irse ¿no? —resopla Dressler.

Escuchar el tono enojado con el que hablaba Egger, el intento de ser civilizados de Adler y el que Dressler fuera sarcástico me logró confundir.

El haber creado una disputa entre los hermanos era lo que menos quería pero en algo tenía razón Egger. Si se estaban acercando a mí.

Me gustaban los hermanos y el saber que ellos aceptaban que me gustaban los cuatro era totalmente extraño.

—En cualquier momento despertará será mejor que se comporten —la voz de Adler vuelve a hacer presencia.

Decido intentar abrir los ojos pero el peso de mis párpados es tanto que no quiero volver a intentarlo, el dolor en mis brazos me recuerda que utilicé toda mi fuerza para hacer un desorden en la que era mi habitación. La vergüenza me golpeó.

Me quejo intentando sentarme con mis ojos aún cerrados.

—Me he quedado ciega —mi voz asustada sale ronca.

El pánico me recorre, intento alzar mi brazo y tocarme la cara.

—No —habla Egger —, la droga que te dimos aún tiene efectos en ti, se te irá en algunos segundos. No entres en pánico.

Intento relajarme, la mano de uno de los hermanos me toca.

—Lo siento, Bella —el susurro de Althaus me toma por sorpresa.

—Yo no... —aclaro mi garganta —, ya no importa.

Abro mis ojos, la luz de la habitación por un momento me molesta así que tengo que volver a cerrarlos. Me dolía un poco la cabeza.

—Me duele... me duele la cabeza —la toco con mi mano izquierda.

—Althaus te golpeó en la cabeza por eso te duele —la voz burlona de Dressler me hace abrir los ojos.

—¿Qué? —me asusto.

—¡Jodete Dressler! —gruñe Althaus —No le creas, Bella. Es el efecto del tranquilizante.

Asiento un poco más calmada.

Abro nuevamente mis ojos, enfoco a los cuatro hombres que me están mirando. El sonrojo se hace presente en mi cara, Dressler me sonríe y yo miro a Althaus.

—¿Cómo te sientes? —me pregunta.

—Mejor —miro hacia otro lugar.

Engel #1 |C.A|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora