Joseph
— Detén tu broma ahora, sea la que sea —Ani está tan cerca de mí que puedo sentir su aliento.
— ¿Qué broma? —dice ella, intentando recuperarse, pero se que no se esperaba que dijera eso.
— Detente de una vez —exijo molesto, mi vista no puede controlarse y se desliza hasta sus labios, y solo de verlos imagino el tacto suave, vuelvo a sus ojos y continúo—. O no me haré responsable de lo que suceda.
Ella abre los labios un poco más, y hago el mismo movimiento de forma involuntaria. Aguanto mi respiración y ella también contiene la suya. Se acerca solo un centímetro y ya no sé si puedo controlarme.
Estoy pensando en miles de forma de besarla, en miles de forma de tocar su piel, de sentir el tacto que he estado anhelando en los últimos meses.
Actúo sin pensar y agarro su nuca. No jalo hacia mí incluso cuando es lo que quiero hacer, su olor tan cerca me está inundando.
— ¿Qué estas hac...? —La interrumpo unos segundos antes de que hable, no estoy dispuesto a parar ahora mismo.
— Lo mismo que tú quieres que haga Andrea —digo todo su nombre y mi voz sale con un tono profundo, oscuro y muestra todo el deseo que siento.
Nuestros labios se unen en un beso totalmente delicado, ahora puedo sentir el sabor dulce de sus labios y la textura tierna y delicada de estos también. Mi otra mano viaja hasta su cintura obligándola a pegarse completamente a mí y con ese movimiento un pequeño jadeo se escapa de ella.
< Le gustan los movimientos rápidos. >
Sus labios continúan sobre los míos mientras que mi lengua se abre paso entre estos para comenzar una guerra con la suya.
Si, hasta en los besos, nosotros estamos en guerra.
Puedo sentir un cosquilleo sobre mis dedos que están en su espalda, tienen la necesidad de tocar, de acariciar cada parte de su cuerpo en donde se le es permitido.
Cuando ya mi respiración es demasiado agitada, ambos nos quedamos pegados al otro, su frente contra la mía, parte de su peso sobre mí, mi mano en su cintura acariciándola. Ambos soltamos un suspiro que conteníamos.
— Yo... —intento formular una oración, pero no puedo, no puedo pensar, estoy sumido en una especie de espera de satisfacción, deseo y ganas de más.
Nos estamos mirando fijamente a los ojos y ella abre la boca, y estando tan cerca, volví a besarla, suave muy delicadamente. No nos separamos por unos segundos, estamos disfrutando del contacto mientras podamos.
— ¡Jey! ¡Ani! —Nos llaman nuestros padres—. La comida está servida.
Bufé al escucharlo, no quiero irme de aquí.
Ambos nos separamos por los gritos, pero no estamos dispuestos a movernos, pero tampoco quiero que nos encuentren aquí. Así que me alejo de ella para, con mi mano en su cintura, salir de ese armario.
Nuestras mejillas están rojas, ya me lo imagino.
— Tengo que ir allí —apunté al baño y ella sólo asintió.
Entré al cuarto y mirándome al espejo me pregunté que sucedió.
< ¿Cómo llegamos a esto? ¿Me gusta Andrea? > No puede ser.
Me niego a admitir que siento algo por ella, no puede ser, ella y yo somos tan diferentes.
< Yo diría iguales. > Mi conciencia jamás está a mi favor.
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Estamos en Guerra
Teen FictionDicen que los polos opuestos atraen y lo iguales se repelen, es pura física, pero la física se fue a la mierda en la vida de Andrea Milton cuando entró en ella su molesto vecino, su enemigo perfecto, su único idiota: Joseph Jones El campeón de lucha...