Capítulo 31: Mi lado igual del imán

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Andrea

Si ocuparse de una versión de Jey sobrio es difícil una borracho es imposible. En un momento está besándome, al otro no me quiere cerca y al siguiente quiere que me quede a dormir.

< ¿En serio valía los chocolates? > Me pregunta mi conciencia y un "sí" es mi respuesta.

Los chocolates lo valen todo.

Llego a mi casa y me he agotado más en dos horas que en toda una semana de clases.

Me quito mi vestido y zapatos colocándome nuevamente mi pijama, me lanzo a la cama y apago la luz de la lámpara tenue, cierro los ojos y lo único que viene a mi mente es el beso del idiota.

No quiero pensar en él, no quiero, pero mientras más deseo olvidarlo con más insistencia el momento vuelve a mis recuerdos. Llevo mis dedos a mis labios, presionándolos, muerdo el inferior, aun puedo sentir ese sabor a alcohol, no debería gustarme, esto no debería ser así.

< Pero te gustó. > Me dice mi conciencia.

< Claro que no. > Niego rotundamente.

< ¿Entonces por qué no lo apartaste? > Bufo, ¿no se supone que la parte de mi rasocineo deba estar de mi lado?

— Duerme Andrea, duérmete ya —mascullo para mí misma y poco a poco voy cayendo ante el sueño.

(...)

— Me duele la cabeza —oigo quejarse a mi padre mientras sale de la habitación, mi madre sale tras de él toda despeinada y río mientras pruebo la sopa de cebolla que estoy haciendo.

— ¿Pasaron buena noche? —pregunto maliciosa y mi padre peina con su mano a mi mamá, ella se sonroja y yo solo niego con la cabeza—. ¿No se supone que la adolescente soy yo? —Me quejo.

Mi padre sonríe inocente.

< Claro, hazte el loco y finge que nada pasó, tuve que ponerme audífonos y todo. >

Es que a veces mis padres son super descuidados, créanme, no es bonito imaginar a tus padres haciéndolo con efectos de sonido incluidos.

— Lo siento, es que nos emborrachamos —Se justifica mi madre.

— Siéntense —digo sirviéndoles la sopa y me sonríen agradecidos. Tomo una cacharra y vierto un poco de lo que cociné—. Voy a la casa de Jey —aviso y salgo.

Cruzo al lado y toco la puerta pero no responden.

— Buenos días tonta —volteo ante su voz patosa y le veo.

— Te ves horrible —comento y hace una mueca.

— Toma —extiende hacia mí un bolso, lo abro y veo dos cajas de bombones dentro, mi rostro se ilumina y luego lo miro con sospecha—. No le puse nada, te lo prometí.

Sonrío y me hago a un lado esperando que abra la puerta, así lo hace y antes de que logre subir a su habitación le detengo y le guío hasta dejarlo sentado en una silla a la mesa.

— ¿Qué haces? —pregunta desganado.

— Te traje esto —digo colocando frente a Jey el pozuelo con la sopa—. Debes tener una resaca horrible.

Sonríe hacia mí y le ofrezco una cuchara para que pueda tomar la sopa, voy hasta el baño abriendo el botiquín

< Ahora viene la parte difícil. > Pienso y vuelvo a donde mi vecino ya se ha tomado lo que cociné.

Le sirvo un vaso de agua y se lo dejo al frente, le muestro las dos pastillas en mi mano, las mira con una mueca y niega con la cabeza.

— No me tomaré eso —expresa.

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