Capítulo 37: Mi maestro de baile

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Andrea

— ¿A dónde vas tan linda? —pregunta mi padre al verme bajar.

— Voy a intentar bailar —digo y mi madre casi se atraganta con el agua que tomaba mientras mi padre se mata de la risa.

— ¿Tú? ¿Bailar? —pregunta incrédulo mi padre.

Bufo.

— Gracias por la confianza ¿no? —dije sarcástica.

Ok, no sé bailar, tengo dos pies izquierdos literalmente, prefiero quedarme en casa estos días, pero mamá siempre termina obligándome a ir (sí, OBLIGÁNDOME) dice que debo tener vida social y que necesito tener amigos.

Yo tengo amigos, pocos pero los tengo, no todos son dignos de escuchar mis estupideces.

— Pobre Jey —escucho mascullar a mi madre antes de cerrar la puerta.

Avanzo hasta la casa de mi vecino y a medida que me acerco me pongo cada vez más nerviosa. Respiro hondo antes de tocar la puerta, segundos después me abre.

— Hola Jey —saludo, va vestido un tanto elegante, luce muy bien como para solo una clase de baile...aunque yo estoy igual.

— ¿Lista para tu primera clase de baile? —expresa y sonríe, imito su gesto, sólo espero haber mejorado un poco con lo que practiqué.

Venga ya, que aunque me guste molestarlo no quiero dejarle los pies chuecos.

— ¿Suena mal si digo que no estoy lista? —pregunto nerviosa.

Niega con la cabeza.

— Estás aquí para aprender Andrea, no tienes porque hacerlo bien en un sólo día.

Reí.

— Espero que mas tarde no te arrepientas.

Paso dentro de su casa y me guía hasta el patio trasero, me sorprendo al pasar, todo está bien alumbrado y organizado, le miro impresionada.

— ¿Hiciste todo esto? —pregunto impresionada.

Él rascó su nuca en un gesto nervioso.

— Viéndolo ahora creo que es algo exagerado —murmuró.

Y sonreí, no tengo idea de por que ese gesto me pareció tierno, pero así lo hizo, me acerqué a él y besé su mejilla, al separarme noté como estas ardían, me miraba sorprendido, como si lo que acabase de hacer fuese lo mas extraño...y técnicamente así era.

Lo admito, soy de las chicas poco cariñosas, por lo que cada acto de cariño que brindo es sincero.

— ¿Qué fue eso? —cuestiona.

— No preguntes idiota, no preguntes —Él me ofrece una media sonrisa y toma mi mano, guiándonos hasta el centro del patio.

Toma su teléfono con una mano y el ritmo característico del casino resuena y me atrae a su cuerpo por la cintura, sujeta una de mis manos con la suya.

— ¿Sabes marcar? —pregunta y asiento con la cabeza—. Bien, comencemos.

Empieza a moverse al ritmo de la música y yo observo mis pies tratando de seguirlo.

— No mires tus pies —pide y en cuanto subo mi mirada hace una mueca cuando lo piso—. Oye, el suelo estaba mas hacia la derecha —Se burla.

— Lo siento —digo apenada, él se detiene y sujeta mi barbilla, obligándome a subir mi vista a su rostro.

— Tonta, sólo estás aprendiendo —dice serio—. No quiero que mires tus pies, sólo concentrarte en la música y en mí ¿de acuerdo?

Asiento con la cabeza, vuelve a moverse al ritmo de la música, la mano en mi cintura guía mis movimientos, y yo no puedo dejar de observarlo.

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