Capítulo 40: Medidas desesperadas

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Joseph 

Yo no pensé en arruinar nuestro baile juntos, pero uno tiene que tomar medidas desesperadas en momentos desesperados, no sé qué iba a decir Anthony pero no podía arriesgarme. Bueno, pero valió la pena para poder verla con ese vestido, que joder, que bien le queda. 

Maldiciendo por perder la chaqueta del traje subí hasta la azotea porque verla bailar con Miguel calentó mi cuerpo a otro nivel de molestia. Además, ese vestido simplemente decía quítamelo y pues no lo haría. 

Después de bajar todo mi nivel de testosteronas bajé en busca de Ani para volver a casa, y darle mi último baile. 

Se escuchaba un vals perfecto para tenerla agarrada a mi lado, allá busqué con la vista y no la vi. 

— Ya nos íbamos, ella está en el pasillo —Me avisó Ant, se nota que estuvo bebiendo, normalmente me hubiera ignorado. 

— Ve a por la chica —dice Leroy sonriéndome. 

Le devolví la sonrisa para ir en su búsqueda. 

Y ahí está al final del pasillo con ese vestido negro que se ajusta a cada curva de su cuerpo y me provoca. 

— Tonta —La llamé y gira entrecerrados sus ojos. 

— ¿Qué quieres idiota? —extendí una mano hacia ella, me levanta las cejas—. ¿Qué quieres que te de? 

< Un beso. > Pensé pero no dije nada.

Ruedo los ojos por no poder decir lo que pienso, tomé su mano apegándola a mi cuerpo, comienzo a movernos al ritmo del vals. 

— ¿Qué tramas? —dice ella apoyando sus manos sobre mi cuello y dejándome oler su fragancia por tener el cabello tan cerca de mí. Volví a poner los ojos en blanco. ¿Siempre pensará que todo es una broma? 

— Nada —Le avisé—. No pienso malgastar el último baile de la noche con bromas —besé su cabello y sonreí— .Feliz baile caótico, Andrea. 

Pude sentir su sonrisa contra mi pecho. Bailamos tomados de la mano y volvimos a casa temprano. 

(...) 

Dos semanas después... 

Mi madre y los padres de Ani se han ido de viaje, juntos. Dejándonos solos por una semana. Dijeron que llegarían mañana en la noche. Así que como última noche juntos hemos decidido poner una tregua. 

— Tendremos noche de películas —Le avisé a ella. 

— Yo escogeré las películas Jey —asentí—. Tú ve a por la comida. 

— ¿En tu casa o en la mía? —Le pregunté. 

— Mejor en la mía —dice restregando sus ojos, estamos acostados en el suelo de la sala, después de escuchar música y leer dos libros que hemos comprado ayer en una feria a la que la obligué a ir. 

— Bueno, en dos horas aquí —dice ella subiendo las escaleras. 

< Uy, como me gusta cuando usa esos short cortos en la casa. > Sonreí ante mi mente pervertida. Moví la cabeza para quitar esos pensamientos. 

Me dirigí a casa y busqué un poco de dinero y las llaves de la moto para ir en busca de la comida. 

Me coloco el casco integral y voy hacia una tienda que queda a unos veinte minutos de la casa donde preparan todo tipo de comidas chatarras, de las que nosotros somos adictos. 

— Dos hamburguesas enteras —El chico pelirrojo saca un papel donde va anotando lo que pido—. Refresco para llevar, papas fritas, dos paquetes de palomitas de maíz y chocolate. 

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