Andrea
— Jey... ¿Qué... estas... ha... haciendo? —Mis palabras salen difíciles mientras besa y muerde mi cuello, lleva mis dos manos sobre mi cabeza sujetándolas contra el colchón.
— Lo que tú quieres y no te dejas disfrutar —responde en un susurro.
Una de sus manos va hasta mi intimidad y sobre el short comienza a torturarme, gimo por la sensación y realmente yo misma me sorprendo, cierro mis piernas pero él continúa con su toque mientras esta vez sus besos vuelven a mis labios.
— Jey —jadeo entre el beso y abro mis piernas ante el placer.
— Déjate llevar y disfruta —Su voz contra mi oído sólo logra que quiera más, lo deseo.
— Jey, por favor —suplico con mi voz entre cortada cuando su toque sobre el maldito short se vuelve insuficiente.
— Pídelo —exige—. Dime que es lo que quieres Andrea.
— Quiero que me toques idiota.
Sus labios vuelven a los míos, callándome, y su mano se introduce entre mis bragas, jadeo y arqueo mi espalda, gruñe con satisfacción y muerde mi labio inferior.
— Se lo que quieres —dice y se aparta de mí, causando que suelte una maldición—. Tranquila —sonríe contra mi piel y me mueve de posición, haciendo que quede sobre su regazo sentada a horcajadas y saca mi blusa sobre mi cabeza, muerde su labio inferior al notar que el brasear no existe—. Se que te gusta, pero todo con calma, he esperado demasiado esto.
Sujeta mi cabello entre sus manos y da un jalón delicioso para luego depositar un beso en mi cuello y bajar por mi clavícula.
— ¿Quién dice que me gusta? —digo con la respiración agitada y una fuerte nalgada es mi respuesta, jadeo y se aparta un poco de mí, dejándome ver sus ojos oscurecidos por el mismo placer que siento yo.
— Andrea, los gimidos pueden engañar al mundo —Me recuesta sobre la cama y su mano se cuela nuevamente entre mis bragas, introduciendo uno de sus dedos en mí y arqueo mi espalda ante el placer—. Pero la humedad siempre terminará exponiéndote.
Atrapó con su boca uno de mis pezones y me retuerzo ante la sensación, lo muerde y lame, sé que se está dando gusto haciendo que experimente, pero su juego me está desesperando, mucho.
Saco su camisa por sobre su cabeza y con mis piernas lo obligo a cambiar de posición. Beso su cuello mientras muevo mis caderas contra su miembro el cual ejerce una presión deliciosa en mi entrada.
— Andrea, quítame esto de una vez —gruñe y sonrío dejando un pequeña mordida en su piel.
— Eso Joseph, suplícame —beso sus labios y me froto todavía más, aumentando esa fricción deliciosa entre nuestras intimidades y un gemido sale de sus labios.
— ¡Demonios! —expresa y me hace quedar nuevamente bajo él, se aparta un poco quitando mi short y su ropa.
— ¿Desesperado? —Me burlo y sujeta mis piernas, halándome hasta el borde de la cama, arrodillándose en el suelo y besando mi vientre—. ¿Que haces? —pregunto con mis mejillas rojas y con sus dientes baja lo suficiente mis bragas para luego quitármelas.
— ¿Recuerdas cuando te dije que sólo me arrodillaría ante ti por motivos diferentes? Pues estos son.
Su lengua recorre mi intimidad y jadeo, llevo una de mis manos a mi boca para evitar los gemidos, pero es imposible cuando su lengua me penetra, llevo una de mis manos a sus cabellos, deseando que no haya un maldito espacio entre su boca y mi intimidad.
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Estamos en Guerra
Teen FictionDicen que los polos opuestos atraen y lo iguales se repelen, es pura física, pero la física se fue a la mierda en la vida de Andrea Milton cuando entró en ella su molesto vecino, su enemigo perfecto, su único idiota: Joseph Jones El campeón de lucha...