Andrea
— Quiero besarte —dice y siento mi boca secarse, mi vista depara en sus labios y mi lengua recorre los míos ante el recuerdo de nuestro beso—. ¿Quieres besarme? —pregunta.
< Esto es sólo una de sus jugarretas. > Me dice mi conciencia.
Me remuevo y alejo un poco, aun sentada sobre sus piernas.
— Claro que no, idiota —murmuro, quiero apartarme, entonces ¿por qué no lo hago?
— Mejor estudiemos —dicen sus deliciosos labios.
— Mejor —respondo en un tono bajo y me obligo a levantarme y sentarme en la silla de mi escritorio.
Maldigo el momento en que decidí hacerle esa broma, porque su contraataque me gustó, mucho más de lo que algún día admitiré.
Ambos ponemos nuestra atención en los cálculos del equilibrio químico que estaban plasmados en la hoja.
(...)
— Hola Ani —saluda Miguel al otro lado de la línea.
— ¿Pasa algo? —pregunto adormilada, reviso el reloj de mi teléfono: 3.46am—. Espero que sea algo importante.
— ¿Importante? —pregunta incrédulo—. ¡No has actualizado tu historia! —exclama.
— No he tenido tiempo —digo—. Literalmente sólo he dormido tres míseras horas, déjame descansar —exijo.
He estado enseñándole a Jey las ecuaciones por más de cinco horas...
Quiero llorar.
— Vale, te dejó descansar, duerme bien —desea y cuelgo.
De verdad, quiero llorar.
(...)
El día llega y la alarma de mi molesto despertador se hace presencia, me despierto a duras penas y salgo de mi cama, me asomo a la ventana donde Jey debe tener las mismas malas pintas que yo, ambos levantamos una mano en saludo y salimos de nuestras vistas.
Me aseo y arreglo, tengo mucho sueño, cubro las ojeras con maquillaje y bajo a donde están mis padres.
— Buenos días, te ves increíble —dice burlón mi padre.
— No te burles —pido sentándome a la mesa y tomando una tostada y una vaso de jugo —. No puedo creer que pasara tanto trabajo enseñándole.
— Seguro todo sale bien —Me anima mi madre.
— Eso espero, no soportaría tener que enseñarle por todo un semestre —expreso.
— No seas exagerada, por lo menos aún no se han matado —Mi padre se encoge de hombros.
Salgo de casa y veo a mi vecino saliendo de la suya, río.
— ¿Qué es tan divertido? —pregunta.
— Esas ojeras terribles —Me burlo y bufa, saco de mi mochila un estuche de base y se la doy.
— ¿Qué quieres que haga con eso? —cuestiona y ruedo los ojos.
— Que te pintes los labios —pone los ojos en blanco—. Cubre esas ojeras, pareces zombie con hambre.
— No sé como ponerme esto —dice.
Resoplo y tomo la base en mis manos, sujeto la mota y me acerco a él, se agacha un poco hasta quedar a la altura de mi rostro, me concentro en aplicar la base en sus ojeras y no en la cercanía de su rostro, por un momento mi mirada choca con la suya y la desvío al instante.
Él suelta una pequeña risa.
— ¿Te pongo nerviosa? —pregunta.
—Terminé —expreso volviéndome a alejar, en serio, lo odio.
Veo de reojo que asiente con la cabeza ligeramente para luego avanzar a mi lado.
(...)
La prueba de química ha terminado y celebro en mi mente, tomo mi mochila y meto mi mano en el bolsillo donde guardo mi botella de agua, saco mi mano asqueada cuando siento una sustancia viscosa.
— ¿Pero qué? —mascullo asqueada.
Había un huevo roto dentro de mi mochila, esto tenía nombre y apellido: Joseph Jones.
Los que pasan a mi lado ríen por lo bajo y otros me miran raro. El timbre toca anunciando la continuación de clases.
< Jey, no deseas vivir ¿verdad? >
Pienso molesta yendo al baño para lavar mi mochila mientras planeo mi venganza.
Rato después entro al aula y al verme el condenado me ofrece una media sonrisa, yo lo hago igual y me siento.
Miguel había faltado y como conozco a mi molesto vecino, vine preparada con una chocolatina, mi mente ríe perversa cuando pongo la chocolatina en el asiento a mi lado, vacío mi mochila dejando los libros sobre la mesa y la coloco vacía en la silla.
Finjo buscar algo entre mis libros cuando el profesor entra. Y como esperé, Jey se acerca a mí.
— Tonta, ¿debes beber más agua? —dice divertido y sonrío.
— Gracias por tu preocupación, pero no tengo sed —digo como si no hubiese visto su broma.
Frunce el ceño y sujeta mi mochila, golpeo su mano para que la suelte.
— ¿No tienes a quien más molestar? —pregunto "enfadada".
— Jones, tome asiento de una vez —ordena el profesor, esto es lo que necesito.
Jey me saca la lengua, quita mi mochila y se sienta, ruedo los ojos pero por dentro estoy matándome de la risa.
< Pobrecito Jey. >
El turno de clases pasa rápido y el timbre toca, anunciando el fin de las clases y el inicio de las actividades de los clubes. Saco mi teléfono en cámara y finjo revisar mi cabello, Jey pone los ojos en blanco y se pone de pie.
El aula completa comienza a reírse. Él voltea confuso y yo pongo una mano en su hombro al pasar a su lado.
— No te metas con la alfa Jey, puedes acabar con una mordida —susurro para luego salir del salón y le envío la foto que tomé de sus pantalones.
— ¡Andrea! —exclama enfurecido y me escondo en el local de limpieza, le veo pasar encolerizado y con el pantalón manchado hacia los baños, río.
< Te lo mereces idiota. >
Me dirijo al salón de lucha libre luego de ponerme mi ropa de entrenamiento, comienzo con los estiramientos y un chico se une a mí.
— Hola, ¿te importa? —pregunta refiriéndose a los ejercicios, me encojo de hombros y comienza a estirarse—. Por cierto, soy Sebastian.
Le observo detenidamente, su cabello es gris y sus ojos marrones, es un tanto más bajo que Leroy, por lo que debo subir mi cabeza para poder observarlo mejor, es guapo pero no me da muy buena espina.
— Un gusto, mi nombre es Andrea.
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Andrea se vengó😂
¿Qué piensan que ocurrirá con este nuevo personaje?👀
• Punto para que dejen sus teorías locas
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Estamos en Guerra
Teen FictionDicen que los polos opuestos atraen y lo iguales se repelen, es pura física, pero la física se fue a la mierda en la vida de Andrea Milton cuando entró en ella su molesto vecino, su enemigo perfecto, su único idiota: Joseph Jones El campeón de lucha...