Capítulo 69: Dejarte ir

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Andrea

— Hola Ant, adiós Ant —digo topándome con Anthony en el porche de la casa de Jey mientras corro calle abajo.

< Por fin terminaré ese mugroso contrato. > 

Pienso feliz y me detengo para buscar mi teléfono y ver la hora

— Maldición —mascullo cuando no lo veo y recuerdo que lo debí dejar en el cuarto de Jey, el cual ya parece mas mío que de él, al igual que el mío, mi armario con sus ropas puede comprobarlo.

Sonrío y corro hacia atrás de nuevo. 

< Puedo darle un último beso a mi idiota. > Pienso feliz.

Al llegar entre abro la puerta pero me detengo al oír la voz de Anthony alterado. Esto debe ser grave.

— Espera, no has aceptado —¿Aceptar qué? Se escucharon unos segundos de silencio—. Es tu sueño Jey —dice en voz alta Ant—, nuestro sueño, te vi crecer y esforzarte tanto por conseguirlo y ahora todo lo vas a tirar por la borda.

— Si Ant —Le responde Jey—. Es Andrea, por ella siempre hago lo que sea, no me importa —¿Por mí? ¿A que se refiere?

— No puedo creerlo, estuviste tres años en el extranjero estudiando, lejos de tu familia, lejos de Andrea, te esforzarte más que todos nosotros, has ido a un millón de competencia, ese es tu sueño, esa universidad, y ahora estás renuciando.

< ¿Universidad? >

Trago en seco al recordar la vez que para hacerle una jugarreta leí su diario donde mencionaba aquello, ese es su mayor sueño, por el que se esforzó durante años, ¿y ahora quiere renunciar a todo eso por mí?

Por más loco que suene eso no me dio felicidad, siento un nudo en mi garganta y mi vista es nublada.

— Esto ya está decidido Anthony —dice el idiota, el mayor idiota de todos los grandes idiotas.

Me separo de la puerta y corro, lo más lejos posible.

< Eres un maldito idiota Joseph. >

Me detengo frente a una casa y toco la puerta repetidamente.

— ¡Ya voy! —oigo que exclaman dentro—. ¿Quien mier...? —Melisa abre la puerta y en seguida su rostro molesto se torna preocupado—. Ani ¿que ocurre?

— Isa ¿puedo abrazarte? —pregunto con la voz entrecortada y soy envuelta por los brazos de mi amiga, y entonces...

Me desmorono.

Mis lágrimas caen sin mi permiso mojando la blusa de amiga quien soba mi espalda mientras yo me aferro a su cuerpo, siento mi alma destrosarce.

— Ani, tranquila —pide.

— ¡Isa!, ¡no puedo! —Mi voz se rompe mientras mi garganta arde—. ¡No puedo retenerlo, no puedo ser la causa de que se arrepienta! —digo entre balbuceos—. ¡No puedo demonios! —exclamo con fuerza, rompiéndome entre sus brazos.

< No puedo. >

(...)

Luego de una hora camino hacia casa de Jey, seco mi rostro con mis manos, no puedo ser débil, no esta vez.


Flasback

— ¿Y que vas a hacer? —pregunta Melisa acariciando mi cabello mientras yo estoy acostada en el sofá con mi cabeza recostada en sus piernas y mis lágrimas siguen saliendo con más lentitud.

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