Joseph
— Jey, tú no eres de las personas que pide matrimonio —dice Ani mientras rueda los ojos.
< Por ti me lo pensaría. >
— La única que se arrodillará con un anillo serás tú, tonta —dije sin embargo—, yo solo me arrodillaré ante ti por motivos muy diferentes —Se me salió lo pervertido pero es que ella me provoca.
Besé sus mejillas y suspiró inconsciente, decidí moverme rápido hasta sus labios. Podía rozarlos y ella los míos, pero ninguno de los dos nos movimos por unos segundos, que más bien parecieron horas para mí.
Puedo sentir como se agita su respiración y la mía se vuelve irregular pero aún así no hacemos ni un movimiento para besarnos.
— Andrea, acéptalo ya, eres mía —susurré contra sus labios.
— No soy de nadie —creo que lo dijo más para sí misma que para que yo lo escuchase. Tiene una lucha interna y yo también la tuve, pero no quiero esperar.
— Joder —Eso la hizo reaccionar y hacerme mirar directamente a sus ojos—. Niégame que sientes algo por mí.
— Jey, yo no...
— ¿Ves? —Le dije golpeando la pared detrás de ella—. Si hay algo.
— No lo hay, Jey —negué con la cabeza, es tan frustrante cuando no acepta lo que verdaderamente siente.
— Lo que tú digas —observé la ventana y ya oscurecía, tomé la mochila de mi mesa para salir de la sala de música, necesitaba un poco de agua antes de irme a casa. Fui a la máquina dispensadora de comida, a por algo de beber.
— Idiota, espérame —Me detuve—. Acompáñame a casa —pidió y asentí.
< Espero que ella no pensase que verdaderamente la fuera a dejar sola de noche. >
Fuimos juntos a tomar algo antes de salir de la escuela.
Ya en la calle ninguno de los dos se dignó a hablar por unos minutos hasta que me cansé de que estuviera ahí respirando sin decirme lo que verdaderamente siente. Yo, necesito saberlo.
— Andrea.
— Hmm —pronuncia continuando la caminata.
— Es tan idiota que no aceptes tus sentimientos —dije pasado la mano por la cabeza, verdaderamente frustrado. Ella sigue caminando con los ojos bien atentos al suelo.
— Yo si acepto mis sentimientos, pero también acepto que no tengo ninguno por ti —Me lastima, mucho.
Pero también sé que no mirarme a los ojos la hace más fuerte, capaz de decir cualquier cosa para huir de tener que decir la verdad.
— No mientas —Ella tembló visiblemente por el levantamiento de voz, la calle estaba verdaderamente desolada, menos mal que es así, ya que vivimos formando bastante escándalo frente a los demás—. Eres capaz de hacerme daño solamente para crear tu burbuja en donde yo no te digo que me gus...
— No lo digas —Me sentí verdaderamente molesto cuando me hizo detenerme.
— Si lo voy a decir, es la verdad, me...
— Que no Joseph.
— No uses mi nombre completo, Andrea —puso los ojos en blanco—. ¿Por qué no quieres escuchármelo decir?
Ella niega con la cabeza y continúa caminando pero tomo su muñeca y la jalo hacia mí, haciendo que me mire directamente a los ojos. Y ahí está mi debilidad, su mirada, no parece derribada, ni nerviosa, parece tan firme como siempre que estamos en guerra, pero por una vez quiero que baje su escudo y me deje entrar a ver lo que necesito saber.
— ¿Crees que si no lo digo en voz alta no será realidad? —Ella baja la mirada y entiendo perfectamente que acerté en lo que dije—. Vamos Andrea. Acéptalo, me gustas —Lo dije tan rápido que no le di tiempo a detenerme.
Ella intentó refutar pero tapé su boca con una de mis manos. Me escuchará si o si.
— Me gustas Andrea, me gustaste desde que eras una niña, la única que se atrevió a desafiarme, la que luchaba y se ocupaba de estar en guerra conmigo —hice una pausa pero aún así mantuve mi agarre—. Pero también la misma que estaba conmigo cuando mis padres peleaban, la que me perseguía cuando me iba de casa, la que mostró su música, con la que comparto gustos, la chica con la que me divierto y por la que puedo ser celoso.
< Nunca he sido celoso. > Pero obviamente la vida se la jugó para hacerme tener celos de cada persona que se acercó a ella.
— Yo no te voy a mentir más, Andrea, eres la que voy a tener, porque sé que algún día te cansarás de levantar esta muralla entre nosotros —suspiré—. Porque te conozco lo suficiente para saber lo que sientes por mí incluso cuando tú no eres capaz de aceptarlo, incluso cuando haces lo posible por alejarme y sé que algún día aceptarás que estás igual de loca que yo por ti.
Después de dos segundos de pausa dramática, solté mi mano de su cara y ella me miró enojada. Seguro que es porque no la dejé hablar y no por otra razón.
Me miró molesta, pero ahí tan cerca de mí que mis ganas de abrazarla y besarla se volvieron incontrolables, pero no lo hice, sé que ella no quiere y jamás haré algo que ella no desee que haga.
— Algún día te veré pedir que te bese, Andrea —acaricié sus labios y ella enrojeció.
— Nunca haré eso, Jey —dice volviéndose en sus talones.
Estamos a exactamente un metro de la calle y ella decidió lanzarse hacia esta sin ni siquiera mirar. Pero yo si vi el auto, con el rabillo del ojo y por puro reflejo corrí hasta dónde está ella que me mira abriendo mucho los ojos. No puedo decir que este avanzaba a una velocidad increíble, pero con certeza puedo afirmar que no se detendría a tiempo.
— ¡Jey! —La escuché gritar antes de que el auto impactará contra mi espalda, la protegí, si. ¿Lo suficiente? No lo sé, pero al menos lo intenté.
Con el impacto del auto ambos fuimos arrastrados varios metros de distancia, puedo sentir como mi cuerpo duele, como mi espalda siente aún el calor del choque. Mis ojos comienzan a pesar, pero no puedo quedarme dormido antes de saber si ella está bien. No cierro mis ojos, se que mis brazos están protegiéndola. Levanté su mentón y vi sus ojos cerrados. Pero aún tenía pulso y respiraba.
— ¡Un médico! —gritó alguien, sinceramente no estaba escuchado demasiado, quizás el golpe afectó esa parte de mi cuerpo.
Pero mi cuerpo ya no respondió más, solamente me dejé llevar por el peso que sentía. Y mis ojos se fueron cerrando poco a poco.
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Les dije que ahora es que comenzaban loa verdaderos infartos😘
Teorías aquí👉
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Estamos en Guerra
Teen FictionDicen que los polos opuestos atraen y lo iguales se repelen, es pura física, pero la física se fue a la mierda en la vida de Andrea Milton cuando entró en ella su molesto vecino, su enemigo perfecto, su único idiota: Joseph Jones El campeón de lucha...