A pesar de llevar el mismo apellido, no era para nada parecida a su familia.
Alnitak Black conocerá a esa parte de la familia, que despreciaron a su abuelo por nacer diferente, cuando ella entre a Hogwarts, pero no todos ellos son despreciables, en...
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-Alnitak-
Observó a la profesora de transformaciones que está sentada frente a su escritorio, con las manos entrelazadas sobre la superficie. El día anterior su rostro se veía enojado, pero ahora parecía decepcionada o cansada de nuestra situación, y no la culpo, si yo fuera ella, sin duda ya hubiera sacado de la escuela a personas como mi primo y como yo. Es increíble el nivel de tolerancia de esta mujer, y de todos en general.
—Realmente parece que un castigo no es suficiente para ustedes —habla la mujer—, se buscan otro mientras cumplían con su castigo, increíble.
—Fue culpa de James —hablo primero, apuntando a mi primo que está sentado a mi lado.
—¿Mí culpa? —reclama él.
—Sí, porque gracias a ti, el caldero explotó y nos bañó a ambos —lo miró notando que aún trae el cabello rosa, y debo suponer que yo también debo traerlo de color amarillo.
Por eso es que nos ganamos el primer castigo. Estábamos en clase de Mcgonagall, yo estaba sentada junto a James y en el libro, casi al final, encontré un hechizo que cambia de color las cosas, no importa que sea, se lo mostré a mi primo pensando que podríamos utilizarlo en alguna otra broma o que se yo, pero al genio de mi primo se le ocurrió practicarlo en ese momento, donde la profesora había salido un momento.
—Por todos los cielos, no debí enseñártelo —le había dicho en ese momento—, y no lo vas a practicar aquí.
—Vamos, Al, no pasará nada —me contestó tomando su varita y leyendo el hechizo.
Una pequeña luz violeta salió a toda velocidad de la punta de su varita, había rebotado contra la ventana, la cual se rompió, eso llamó la atención de todos, quienes se agacharon, evitando ser golpeados por la pequeña pelotita de magia, la cual golpeó el librero, tirando los libros. Y en el mismo instante que la profesora regresó, la luz violeta nos golpeó a James y a mi. Por suerte solo se había cambiado el color de cabello. Eso paso ayer, pero la profesora no nos quiso ayudar con el contra hechizo para que nuestro cabello regresará al color natural, según ella, era parte del castigo.
Pero, claro, mientras hacíamos el castigo, que era limpiar el salón de pociones, James no se que hizo que uno de los calderos, que aun tenía parte de la poción estallara y nos bañara de un muy apestoso líquido.
—Ya no harán el castigo que les había puesto anteriormente —vuelve hablar Mcgonagall antes de que ambos entraríamos en una discusión—, pero sus siguientes salidas a Hogsmeade quedarán prohibidas en lo que resta del año. Ahora váyanse a cenar y después directito a la sala común.